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18/11/13

en orden

Haz siempre primero lo que es necesario,
haz después lo que es posible
y acabarás haciendo lo imposible


San Paco de Asís

6/11/13
















La plaza sola (gris el aire,
negros los árboles, la tierra
manchada por la nieve),
parecía, no realidad, mas copia
triste sin realidad. Entonces,
ante el umbral, dijiste:
viviendo aquí serías
fantasma de ti mismo.

Inhóspita en su adorno
parsimonioso, porcelanas, bronces,
muebles chinos, la casa
oscura toda era,
pálidas sus ventanas sobre el río,
y el color se escondía
en un retablo español, en un lienzo
francés, su brío amedrentado.

Entre aquellos despojos,
proyecto, el dueño estaba
sentado junto a su retrato
por artista a la moda en años idos,
imagen fatua y fácil
del dilettante, divertido entonces
comprando lo que una fe creara
en otro tiempo y otra tierra.

Allí con sus iguales,
damas imperativas bajo sus afeites,
caballeros seguros de sí mismos,
rito social cumplía,
y entre el diálogo moroso,
tú oyendo alguien me dijo: "Me ofrecieron
la primera edición de un poeta raro,
y la he comprado", tu emoción callaste.

Así, pensabas, el poeta
vive para esto, para esto
noches y días amargos, sin ayuda
de nadie, en la contienda
adonde, como el fénix, muere y nace,
para que años después, siglos
después, obtenga al fin el displicente
favor de un grande en este mundo.

Su vida ya puede excusarse,
porque ha muerto del todo;
su trabajo ahora cuenta,
domesticado para el mundo de ellos,
como otro objeto vano,
otro ornamento inútil;
y tú cobarde, mudo
te despediste ahí, como el que asiente,
más allá de la muerte, a la injusticia.

Mejor la destrucción, el fuego.



Limbo


Luis Cernuda

25/9/13

JPS

LO SABEMOS TODO,
EXCEPTO CÓMO VIVIR




JP Sartre

FN

El futuro influye sobre el presente tanto como lo hace el pasado.

F. Nietzsche

MM

Cuando se trata de estrategia, es importante ver las cosas distantes como si estuvieran cerca y tener una visión distante de las cosas cercanas.Cita
–Miyamoto Musashi

CS

La ausencia de prueba no entraña prueba de ausencia



Carl Sagan

MP

El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevas tierras sino en ver con nuevos ojos.

Marcel Proust

22/9/13

Aequinoctium

Se denomina equinoccio al momento del año en que el Sol está situado en el plano del ecuador terrestre. Ese día y para un observador en el ecuador terrestre, el Sol alcanza el cenit. El paralelo de declinación del Sol y el ecuador celeste entonces coinciden. La palabra equinoccio proviene del latín aequinoctium y significa «noche igual».2
Ocurre dos veces por año: el 20 o 21 de marzo y el 22 o 23 de septiembre de cada año,3 épocas en que los dos polos de la Tierra se encuentran a igual distancia del Sol, cayendo la luz solar por igual en ambos hemisferios.
En las fechas en que se producen los equinoccios, el día tiene una duración igual a la de la noche en todos los lugares de la Tierra. En el equinoccio sucede el cambio de estación anual contraria en cada hemisferio de la Tierra.

Wkipedia

17/8/13

Run from what’s comfortable. Forget safety. Live where you fear to live. Destroy your reputation. 
Be notorious.

16/8/13

No busques trabajo

Publicado el por La Brújula del Cuidador

No busques trabajo. Así te lo digo. No gastes ni tu tiempo ni tu dinero, de verdad que no vale la pena. Tal como está el patio, con uno de cada dos jóvenes y casi uno de cada tres adultos en edad de dejar de trabajar, lo de buscar trabajo ya es una patraña, un cachondeo, una mentira y una estúpida forma de justificar la ineptitud de nuestros políticos, la bajada de pantalones eurocomunitaria y lo poco que les importas a los que realmente mandan, que por si aún no lo habías notado, son los que hablan en alemán.

No busques trabajo. Te lo digo en serio. Si tienes más de 30 años, has sido dado por perdido. Aunque te llames Diego Martínez Santos y seas el mejor físico de partículas de Europa. Da igual. Aquí eres un pringao demasiado caro de mantener. Dónde vas pidiendo nada. Si ahí afuera tengo a 20 mucho más jóvenes que no me pedirán más que una oportunidad, eufemismo de trabajar gratis. Anda, apártate que me tapas el sol.

Y si tienes menos de 30 años, tú sí puedes fardar de algo. Por fin la generación de tu país duplica al resto de la Unión Europea en algo, aunque ese algo sea la tasa de desempleo. Eh, pero no te preocupes, que como dijo el maestro, los récords están ahí para ser batidos. Tú sigue esperando que los políticos te echen un cable, pon a prueba tu paciencia mariana y vas a ver qué bien te va.
Por eso me atrevo a darte un consejo que no me has pedido: tengas la edad que tengas, no busques trabajo. Buscar no es ni de lejos el verbo adecuado. Porque lo único que te arriesgas es a no encontrar. Y a frustrarte. Y a desesperarte. Y a creerte que es por tu culpa. Y a volverte a hundir.
No utilices el verbo buscar.

Utiliza el verbo crear. Utiliza el verbo reinventar. Utiliza el verbo fabricar. Utiliza el verbo reciclar. Son más difíciles, sí, pero lo mismo ocurre con todo lo que se hace real. Que se complica.
Da igual que te vistas de autónomo, de empresario o de empleado. Por si aún no lo has notado, ha llegado el momento de las empresas de uno. Tú eres tu director general, tu presidente, tu director de marketing y tu recepcionista. La única empresa de la que no te podrán despedir jamás. Y tu departamento de I+D (eso que tienes sobre los hombros) hace tiempo que tiene sobre la mesa el encargo más difícil de todos los tiempos desde que el hombre es hombre: diseñar tu propia vida.
Suena jodido. Porque lo es. Pero corrígeme si la alternativa te está pagando las facturas.
Trabajo no es un buen sustantivo tampoco. Porque es mentira que no exista. Trabajo hay. Lo que pasa es que ahora se reparte entre menos gente, que en muchos casos se ve obligada a hacer más de lo que humanamente puede. Lo llaman productividad. Otra patraña, tan manipulable como todos los índices.

Pero en fin.

Mejor búscate entre tus habilidades. Mejor busca qué sabes hacer. Qué se te da bien. Todos tenemos alguna habilidad que nos hace especiales. Alguna singularidad. Alguna rareza. Lo difícil no es tenerla, lo difícil es encontrarla, identificarla a tiempo. Y entre esas rarezas, pregúntate cuáles podrían estar recompensadas. Si no es aquí, fuera. Si no es en tu sector, en cualquier otro. Por cierto, qué es un sector hoy en día.

No busques trabajo. Mejor busca un mercado. O dicho de otra forma, una necesidad insatisfecha en un grupo de gente dispuesta a gastar, sea en la moneda que sea. Aprende a hablar en su idioma. Y no me refiero sólo a la lengua vehicular, que también.

No busques trabajo. Mejor busca a un ingenuo, o primer cliente. Reduce sus miedos, ofrécele una prueba gratis, sin compromiso, y prométele que le devolverás el dinero si no queda satisfecho. Y por el camino, gánate su confianza, convéncele de que te necesita aunque él todavía no se haya dado cuenta. No pares hasta obtener un sí. Vendrá acompañado de algún pero, tú tranquilo que los peros siempre caducan y acaban cayéndose por el camino.

Y a continuación, déjate la piel por que quede encantado de haberte conocido. No escatimes esfuerzos, convierte su felicidad en tu obsesión. Hazle creer que eres imprescindible. En realidad nada ni nadie lo es, pero todos pagamos cada día por productos y servicios que nos han convencido de lo contrario.

Por último, no busques trabajo. Busca una vida de la que no quieras retirarte jamás. Y un día día en el que nunca dejes de aprender. Intenta no venderte y estarás mucho más cerca de que alguien te compre de vez en cuando. Ah, y olvídate de la estabilidad, eso es cosa del siglo pasado. Intenta gastar menos de lo que tienes. Y sobre todo y ante todo, jamás te hipoteques, piensa que si alquilas no estarás tirando el dinero, sino comprando tu libertad.
Hasta aquí la mejor ayuda que se me ocurre, lo más útil que te puedo decir, te llames David Belzunce, Enzo Vizcaíno, Sislena Caparrosa o Julio Mejide. Ya, ya sé que tampoco te he solucionado nada. Aunque si esperabas soluciones y que encima esas soluciones viniesen de mí, tu problema es aún mayor de lo que me pensaba.
No busques trabajo. Sólo así, quizás, algún día, el trabajo te encuentre a ti.

Risto Mejide

12/8/13


Las diferencias eran irreconciliables. 






















La Máscara de la Muerte Roja

La "Muerte Roja" había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre. Comenzaba con agudos dolores, un vértigo repentino, y luego los poros sangraban y sobrevenía la muerte. 

Las manchas escarlata en el cuerpo y la cara de la víctima eran el bando de la peste, que la aislaba de toda ayuda y de toda simpatía, y la invasión, progreso y fin de la enfermedad se cumplían en media hora. Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios quedaron semidespoblados llamó a su lado a mil caballeros y damas de su corte, y se retiró con ellos al seguro encierro de una de sus abadías fortificadas. Era ésta de amplia y magnífica construcción y había sido creada por el excéntrico aunque majestuoso gusto del príncipe. Una sólida y altísima muralla la circundaba. Las puertas de la muralla eran de hierro. 

Una vez adentro, los cortesanos trajeron fraguas y pesados martillos y soldaron los cerrojos. Habían resuelto no dejar ninguna vía de ingreso o de salida a los súbitos impulsos de la desesperación o del frenesí. La abadía estaba ampliamente aprovisionada. Con precauciones semejantes, los cortesanos podían desafiar el contagio. Que el mundo exterior se las arreglara por su cuenta; entretanto era una locura afligirse. El príncipe había reunido todo lo necesario para los placeres. Había bufones, improvisadores, bailarines y músicos; había hermosura y vino. Todo eso y la seguridad estaban del lado de adentro. Afuera estaba la Muerte Roja.
 

Al cumplirse el quinto o sexto mes de su reclusión, y cuando la peste hacía los más terribles estragos, el príncipe Próspero ofreció a sus mil amigos un baile de máscaras de la más insólita magnificencia.


Aquella mascarada era un cuadro voluptuoso, pero permitan que antes les describa los salones donde se celebraba. Eran siete -una serie imperial de estancias-. En la mayoría de los palacios, la sucesión de salones forma una larga galería en línea recta, pues las dobles puertas se abren hasta adosarse a las paredes, permitiendo que la vista alcance la totalidad de la galería. Pero aquí se trataba de algo muy distinto, como cabía esperar del amor del príncipe por lo extraño. Las estancias se hallaban dispuestas con tal irregularidad que la visión no podía abarcar más de una a la vez. Cada veinte o treinta metros había un brusco recodo, y en cada uno nacía un nuevo efecto. A derecha e izquierda, en mitad de la pared, una alta y estrecha ventana gótica daba a un corredor cerrado que seguía el contorno de la serie de salones. Las ventanas tenían vitrales cuya coloración variaba con el tono dominante de la decoración del aposento. Si, por ejemplo, la cámara de la extremidad oriental tenía tapicerías azules, vívidamente azules eran sus ventanas. La segunda estancia ostentaba tapicerías y ornamentos purpúreos, y aquí los vitrales eran púrpura. La tercera era enteramente verde, y lo mismo los cristales. La cuarta había sido decorada e iluminada con tono naranja; la quinta, con blanco; la sexta, con violeta. El séptimo aposento aparecía completamente cubierto de colgaduras de terciopelo negro, que abarcaban el techo y la paredes, cayendo en pliegues sobre una alfombra del mismo material y tonalidad. Pero en esta cámara el color de las ventanas no correspondía a la decoración. Los cristales eran escarlata, tenían un color de sangre.


A pesar de la profusión de ornamentos de oro que aparecían aquí y allá o colgaban de los techos, en aquellas siete estancias no había lámparas ni candelabros. Las cámaras no estaban iluminadas con bujías o arañas. Pero en los corredores paralelos a la galería, y opuestos a cada ventana, se alzaban pesados trípodes que sostenían un ígneo brasero cuyos rayos se proyectaban a través de los cristales teñidos e iluminaban brillantemente cada estancia. Producían en esa forma multitud de resplandores tan vivos como fantásticos. Pero en la cámara del poniente, la cámara negra, el fuego que a través de los cristales de color de sangre se derramaba sobre las sombrías colgaduras, producía un efecto terriblemente siniestro, y daba una coloración tan extraña a los rostros de quienes penetraban en ella, que pocos eran lo bastante audaces para poner allí los pies. En este aposento, contra la pared del poniente, se apoyaba un gigantesco reloj de ébano. Su péndulo se balanceaba con un resonar sordo, pesado, monótono; y cuando el minutero había completado su circuito y la hora iba a sonar, de las entrañas de bronce del mecanismo nacía un tañido claro y resonante, lleno de música; mas su tono y su énfasis eran tales que, a cada hora, los músicos de la orquesta se veían obligados a interrumpir momentáneamente su ejecución para escuchar el sonido, y las parejas danzantes cesaban por fuerza sus evoluciones; durante un momento, en aquella alegre sociedad reinaba el desconcierto; y, mientras aún resonaban los tañidos del reloj, era posible observar que los más atolondrados palidecían y los de más edad y reflexión se pasaban la mano por la frente, como si se entregaran a una confusa meditación o a un ensueño. Pero apenas los ecos cesaban del todo, livianas risas nacían en la asamblea; los músicos se miraban entre sí, como sonriendo de su insensata nerviosidad, mientras se prometían en voz baja que el siguiente tañido del reloj no provocaría en ellos una emoción semejante. Mas, al cabo de sesenta y tres mil seiscientos segundos del Tiempo que huye, el reloj daba otra vez la hora, y otra vez nacían el desconcierto, el temblor y la meditación. 


Pese a ello, la fiesta era alegre y magnífica. El príncipe tenía gustos singulares. Sus ojos se mostraban especialmente sensibles a los colores y sus efectos. Desdeñaba los caprichos de la mera moda. Sus planes eran audaces y ardientes, sus concepciones brillaban con bárbaro esplendor. Algunos podrían haber creído que estaba loco. Sus cortesanos sentían que no era así. Era necesario oírlo, verlo y tocarlo para tener la seguridad de que no lo estaba. El príncipe se había ocupado personalmente de gran parte de la decoración de las siete salas destinadas a la gran fiesta, su gusto había guiado la elección de los disfraces.


Grotescos eran éstos, a no dudarlo. Reinaba en ellos el brillo, el esplendor, lo picante y lo fantasmagórico. Veíanse figuras de arabesco, con siluetas y atuendos incongruentes, veíanse fantasías delirantes, como las que aman los locos. En verdad, en aquellas siete cámaras se movía, de un lado a otro, una multitud de sueños. Y aquellos sueños se contorsionaban en todas partes, cambiando de color al pasar por los aposentos, y haciendo que la extraña música de la orquesta pareciera el eco de sus pasos. 


Mas otra vez tañe el reloj que se alza en el aposento de terciopelo. Por un momento todo queda inmóvil; todo es silencio, salvo la voz del reloj. Los sueños están helados, rígidos en sus posturas. Pero los ecos del tañido se pierden -apenas han durado un instante- y una risa ligera, a medias sofocada, flota tras ellos en su fuga. Otra vez crece la música, viven los sueños, contorsionándose al pasar por las ventanas, por las cuales irrumpen los rayos de los trípodes. Mas en la cámara que da al oeste ninguna máscara se aventura, pues la noche avanza y una luz más roja se filtra por los cristales de color de sangre; aterradora es la tiniebla de las colgaduras negras; y, para aquél cuyo pie se pose en la sombría alfombra, brota del reloj de ébano un ahogado resonar mucho más solemne que los que alcanzan a oír las máscaras entregadas a la lejana alegría de las otras estancias. 


Congregábase densa multitud en estas últimas, donde afiebradamente latía el corazón de la vida. Continuaba la fiesta en su torbellino hasta el momento en que comenzaron a oírse los tañidos del reloj anunciando la medianoche. Calló entonces la música, como ya he dicho, y las evoluciones de los que bailaban se interrumpieron; y como antes, se produjo en todo una cesacion angustiosa. Mas esta vez el reloj debía tañer doce campanadas, y quizá por eso ocurrió que los pensamientos invadieron en mayor número las meditaciones de aquellos que reflexionaban entre la multitud entregada a la fiesta. Y quizá también por eso ocurrió que, antes de que los últimos ecos del carrillón se hubieran hundido en el silencio, muchos de los concurrentes tuvieron tiempo para advertir la presencia de una figura enmascarada que hasta entonces no había llamado la atención de nadie. Y, habiendo corrido en un susurro la noticia de aquella nueva presencia, alzóse al final un rumor que expresaba desaprobación, sorpresa y, finalmente, espanto, horror y repugnancia. En una asamblea de fantasmas como la que acabo de describir es de imaginar que una aparición ordinaria no hubiera provocado semejante conmoción. El desenfreno de aquella mascarada no tenía límites, pero la figura en cuestión lo ultrapasaba e iba incluso más allá de lo que el liberal criterio del príncipe toleraba. En el corazón de los más temerarios hay cuerdas que no pueden tocarse sin emoción. Aún el más relajado de los seres, para quien la vida y la muerte son igualmente un juego, sabe que hay cosas con las cuales no se puede jugar. Los concurrentes parecían sentir en lo más hondo que el traje y la apariencia del desconocido no revelaban ni ingenio ni decoro. Su figura, alta y flaca, estaba envuelta de la cabeza a los pies en una mortaja. La máscara que ocultaba el rostro se parecía de tal manera al semblante de un cadáver ya rígido, que el escrutinio más detallado se habría visto en dificultades para descubrir el engaño. Cierto, aquella frenética concurrencia podía tolerar, si no aprobar, semejante disfraz. Pero el enmascarado se había atrevido a asumir las apariencias de la Muerte Roja. Su mortaja estaba salpicada de sangre, y su amplia frente, así como el rostro, aparecían manchados por el horror escarlata. 


Cuando los ojos del príncipe Próspero cayeron sobre la espectral imagen (que ahora, con un movimiento lento y solemne como para dar relieve a su papel, se paseaba entre los bailarines), convulsionóse en el primer momento con un estremecimiento de terror o de disgusto; pero inmediatamente su frente enrojeció de rabia.
-¿Quién se atreve -preguntó, con voz ronca, a los cortesanos que lo rodeaban-, quién se atreve a insultarnos con esta burla blasfematoria? ¡Apodérense de él y desenmascárenlo, para que sepamos a quién vamos a ahorcar al alba en las almenas!
Al pronunciar estas palabras, el príncipe Próspero se hallaba en el aposento del este, el aposento azul. Sus acentos resonaron alta y claramente en las siete estancias, pues el príncipe era hombre temerario y robusto, y la música acababa de cesar a una señal de su mano.


Con un grupo de pálidos cortesanos a su lado hallábase el príncipe en el aposento azul. Apenas hubo hablado, los presentes hicieron un movimiento en dirección al intruso, quien, en ese instante, se hallaba a su alcance y se acercaba al príncipe con paso sereno y cuidadoso. Mas la indecible aprensión que la insana apariencia de enmascarado había producido en los cortesanos impidió que nadie alzara la mano para detenerlo; y así, sin impedimentos, pasó éste a un metro del príncipe, y, mientras la vasta concurrencia retrocedía en un solo impulso hasta pegarse a las paredes, siguió andando ininterrumpidamente pero con el mismo y solemne paso que desde el principio lo había distinguido. Y de la cámara azul pasó la púrpura, de la púrpura a la verde, de la verde a la anaranjada, desde ésta a la blanca y de allí, a la violeta antes de que nadie se hubiera decidido a detenerlo. Mas entonces el príncipe Próspero, enloquecido por la ira y la vergüenza de su momentánea cobardía, se lanzó a la carrera a través de los seis aposentos, sin que nadie lo siguiera por el mortal terror que a todos paralizaba. Puñal en mano, acercóse impetuosamente hasta llegar a tres o cuatro pasos de la figura, que seguía alejándose, cuando ésta, al alcanzar el extremo del aposento de terciopelo, se volvió de golpe y enfrentó a su perseguidor. Oyóse un agudo grito, mientras el puñal caía resplandeciente sobre la negra alfombra, y el príncipe Próspero se desplomaba muerto. Poseídos por el terrible coraje de la desesperación, numerosas máscaras se lanzaron al aposento negro; pero, al apoderarse del desconocido, cuya alta figura permanecía erecta e inmóvil a la sombra del reloj de ébano, retrocedieron con inexpresable horror al descubrir que el sudario y la máscara cadavérica que con tanta rudeza habían aferrado no contenían ninguna figura tangible.


Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caida. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo.


Edgar Allan Poe

Deseo de ser piel roja

La llanura infinita y el cielo su reflejo.
Deseo de ser piel roja.
A las ciudades sin aire llega a veces sin ruido
el relincho de un onagro o el trotar de un bisonte.
Deseo de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto: no hay tambores
que anuncien su llegada a las Grandes Praderas.
Deseo de ser piel roja.
El caballo de hierro cruza ahora sin miedo
desiertos abrasados de silencio. Deseo
de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto y no hay tambores
para hacerlo volver desde el reino de las sombras.
Deseo de ser piel roja.
Cruzó un último jinete la infinita
llanura, dejó tras de sí vana
polvareda, que luego se deshizo en el viento.
Deseo de ser piel roja.
En la Reservación no anida
serpiente cascabel, sino abandono.
DESEO DE SER PIEL ROJA.
(Sitting Bull ha muerto, los tambores
lo gritan sin esperar respuesta. )


JM Panero

8/8/13

canelo

“Canelo” era el perro de un hombre que vivía en Cádiz a finales de los 80.Seguía a su dueño a todas partes y en todo momento. Este hombre anónimo vivía solo, por lo que el buen perro era su más leal amigo y único compañero.
Cada mañana se los podía ver caminando juntos por las calles de la ciudad cuando el buen hombre sacaba a pasear a su amigo. Una vez a la semana uno de esos paseos eran hacía el Hospital Puerta de Mar, ya que debido a complicaciones renales el hombre se sometía a tratamientos de diálisis.
Obviamente, como en un hospital no pueden entrar animales, él siempre dejaba a Canelo esperándolo en la puerta del mismo. El hombre salía de su diálisis, y juntos se dirigían a casa. Esa era una rutina que habían cumplido durante mucho tiempo.
Cierto día el hombre sufrió una complicación en medio de su tratamiento, los médicos no pudieron superarla y éste falleció en el hospital. Mientras tanto “Canelo” como siempre, seguía esperando la salida de su dueño tumbado junto a la puerta del centro de salud. Pero su dueño nunca salió.
.

.
El perro permaneció allí sentado, esperando durante 12 años. Ni el hambre ni la sed lo apartaron de la puerta. Día tras día, con frío, lluvia, viento o calor seguía acostado en la puerta del hospital esperando a su amigo para ir a casa.
Los vecinos de la zona se percataron de la situación y sintieron la necesidad de cuidar al animal. Se turnaban para llevarle agua y comida, incluso lograron la devolución e indulto de Canelo una ocasión en que la perrera municipal se lo llevó para sacrificarlo.
.

.
Doce años, algo increíble, se fue el tiempo que el noble animal pasó esperando fuera del hospital la salida de su amo. Nunca se aburrió ni se fue en busca de alimento, tampoco buscó una nueva familia. Sabía que su único amigo había entrado por esa puerta, y que él debería esperarlo para volver juntos a casa.
La espera se prolongó hasta el 9 de diciembre del 2002, en que Canelo murió atropellado en las afueras del hospital.
La historia de Canelo fue muy conocida en toda la ciudad de Cádiz. El pueblo gaditano, en reconocimiento al cariño, dedicación y lealtad de Canelo puso su nombre a una calle y una placa en su honor.

4/8/13

SK



Hay dos maneras de ser engañado.
Una es creer lo que no es cierto,
la otra es negarse a creer lo que es verdad.



Soren Kierkegaard (filosofo Danés del siglo XIX)

28/7/13

como mola, cohete y caracola

ESPIRAL
Octavio Paz


Como el clavel sobre su vara,
como el clavel, es el cohete:
es un clavel que se dispara.

Como el cohete el torbellino:
Sube hasta el cielo y se desgrana,
canto de pájaro en un pino.

Como el clavel y como el viento
el caracol es un cohete:
petrificado movimiento.

Y la espiral en cada cosa
su vibración difunde en giros:
el movimiento no reposa.

El caracol ayer fue ola,
mañana luz y viento, son,
eco del eco, caracola.

21/7/13

por qué eres vegano, Gary?

¿Por qué soy vegano? (Gary Yourofsky, verano 2010)

Publicado el 14 julio 2011 por Respuestasveganas ¿Por qué soy vegano? (Gary Yourofsky, verano 2010)Gary Yourofsky es periodista y locutor de radio, activista y defensor de los derechos de los animales. Sus acciones le han llevado a ser arrestado trece veces, y se le ha prohibido la entrada en cinco países. A pesar de todo, Gary Yourofsky es un orador muy solicitado y ha ofrecido sus conferencias sobre el veganismo y la defensa de los derechos de los animales a miles de estudiantes en todo EEUU. Yourofsky es el fundador de ADAPTT, una organización vegana que lucha por la abolición de la esclavitud, la explotación, el abuso y la matanza de animales.
En el verano de 2010, el activista Gary Yourofsky ofrecía una conferencia en la universidad Georgia Tech durante la que desmontaba mitos, presentaba evidencias y retaba a los oyentes a elegir de forma consciente y ética los productos que consumen. El orador, tras advertir que no hablaba en nombre de la institución que acogía su charla, y que no pretendía desmentir a ninguna religión, ya que estas especifican claramente “no matarás”, definía como esclavitud y holocausto el trato que los seres humanos están dando a los animales.
(

Cada año, en EEUU se matan 10.000 millones de animales terrestres y 18.000 millones de animales marinos. Y no los matamos por necesidad, ni en defensa propia. Solamente hay cuatro motivos que nos llevan a comer animales: costumbre, tradición, comodidad y sabor.
No importa la religión que profeses, tu ideología política ni tu clase social. Si hay algo claro es que el mundo en que vivimos necesita paz y compasión entre los seres que lo habitan. Al contrario de lo que afirman los dogmas religiosos y políticos, los animales no nos pertenecen. No son bienes, ni propiedad, ni son cosas inanimadas sin capacidad de razonar ni de sentir. Esa forma de verlos como si fueran máquinas no solamente es un error garrafal, es una locura.
¿Por qué soy vegano? (Gary Yourofsky, verano 2010)Todos sabemos que los animales utilizan los ojos para ver, las patas para caminar, las alas para volar, las aletas para nadar, la boca para comer… ¿Por qué nos empeñamos en afirmar que los animales no utilizan el cerebro para pensar, para ser conscientes de sí mismos, observar su medio y tener sentimientos? ¿Así que absolutamente todos sus órganos tienen utilidad excepto el cerebro? No nos dejemos engañar por la enorme propaganda de quienes abusan de animales. Todos los anuncios que nos indican que debemos comer carne, que debemos sazonarla con un montón de queso, que tenemos que beber más leche, etc. siempre van entrelazados por anuncios de clínicas contra el cáncer, bebidas energéticas, píldoras dietéticas. Y nosotros, con nuestra ceguera, no nos damos cuenta de la relación, no vemos que están matando a los animales, nos están matando a nosotros y al planeta. Mi objetivo hoy es, si abrís vuestra mente, quitaros esa ceguera y reconectaros con los animales, despertar las emociones, los sentimientos y la lógica que han sido reprimidos de forma intencionada por nuestra sociedad.
Todos los niños son amantes y defensores de los animales. Cuando somos pequeños, los animales nos hacen felices y nosotros hacemos todo lo posible para protegerlos. Porque los niños diferencian muy bien lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo, con el tiempo se nos enseña a ignorar su sufrimiento, a excusar su dolor, a burlarnos de su existencia. ¿Dónde comienza el cambio? ¿Quién nos enseña a ser tan malvados, crueles e indiferentes hacia los animales, que antes eran nuestros amigos, hacia esos seres inofensivos que nunca nos han hecho nada? Pues bien, debemos saber que el odio es la forma más pura de un comportamiento adquirido.
El racismo, el sexismo, la pedofilia, la xenofobia... Todos son comportamientos adquiridos. A los niños pequeños no les importa el color ni la religión de sus compañeros de juegos en el parque. Lo mismo ocurre con el especismo, término que define el amoral convencimiento de que la especie humana tiene todo el derecho de explotar, esclavizar y asesinar a otras especies, solamente porque estamos convencidos de que somos más especiales, superiores a los demás. Este convencimiento es la base de todas las formas de discriminación, y la discriminación nunca es bondadosa: se ceba en quien es distinto.
Me gustaría que adoptarais una mentalidad empática, que intentarais ver la situación desde el punto de vista del animal. Cuando uno no es la víctima, resulta bastante sencillo racionalizar la crueldad, la injusticia, la desigualdad, la esclavitud, e incluso el asesinato”.
Tras presentar un vídeo de cuatro minutos en el que se muestran imágenes de lo que ocurre dentro de un matadero, el orador solicita a la audiencia que se cuestione “si no es bueno para mis ojos, ¿por qué es bueno para mi estómago?”
No me extraña que McDonalds, Burger King o Wendys no nos enseñen estas imágenes en sus anuncios, sino dibujos animados de animales sonrientes que bailan y juegan en los prados. Es todo una mentira, un lavado de cerebro, una programación de la mente para que no te importen las cosas por las que normalmente te preocuparías, cosas que solían importarte. En estos momentos, en las autopistas estadounidenses hay 5.000 camiones en los que vacas, gallinas, cerdos, seres inocentes aterrorizados, son transportados a los mataderos, donde se les obligará a bajar del camión, se les colgará cabeza abajo y de donde saldrán troceados. ¿Conocéis alguna locura más grande que esta? Los consumidores de carne caminan por la calle como si su estilo de vida no estuviera causando ningún daño, como si fuera normal y natural consumir violencia y muerte. Creo que este comportamiento no tiene ninguna excusa, y menos viniendo de una especie que afirma que sabe diferenciar lo que está bien de lo que está mal.
Mi oferta es sencilla: ¿sabíais que, cuando salgáis por la puerta, podéis participar de forma activa en acabar con la masacre? Cada año doy unas 250 conferencias a unos 7.500 estudiantes y siempre encuentro frustrante que la gente venga a hablarme sobre la bondad y la compasión. Y no vengo aquí a venderos nada, ni a conseguir vuestras direcciones de email, ni a sacaros los cuartos. Vengo a hablaros sobre la terrible crueldad que está teniendo lugar en este planeta. Vengo a deciros que el veganismo es la forma de poner en práctica la compasión y la bondad de la que todo el mundo habla, vuestra opción de mostrar a los demás que de verdad sois pacifistas, vuestra oportunidad de formar parte de una auténtica revolución, de dejar una huella en el planeta causando el menor impacto posible.
Yo soy muy consciente de que los animales están sufriendo solamente porque nosotros, los seres humanos, nos encontramos en este planeta. Construimos nuestras casas en sus hábitats, contaminamos el medioambiente… ¿existe algún motivo por el que tengamos que maximizar su sufrimiento, la crueldad que sufren, simplemente para comérnoslos? El 98% de los animales que se maltratan y se matan en este planeta son víctimas de la industria de la carne, los huevos y los productos lácteos. En EEUU, una persona que consume carne se come durante toda su vida unos 3.000 animales terrestres y miles de animales marinos, según estadísticas de la propia USDA. Y lo hacemos porque siempre se nos ha dicho que el ser humano es omnívoro o carnívoro.
En realidad, el cuerpo humano es 100% herbívoro. Nuestros intestinos miden de 7 a 13 veces más que nuestro torso, al igual que los de todos los animales herbívoros del planeta. Sin embargo, la longitud del intestino de los verdaderos carnívoros tales como las hienas, los coyotes, los osos, tigres, leones, etc. es de 3 a 6 veces superior al de su torso. La razón de poseer un intestino corto es librarse de forma rápida de la carne en descomposición, de todas las proteínas, grasas saturadas, colesterol, triglicéridos… Por este motivo, los verdaderos carnívoros no tienen problemas de obstrucción en las arterias. ¿Y cuál es la enfermedad número uno de los seres humanos que escogen comer carne y productos lácteos? Fallo cardiaco debido a las arterias obstruidas. Ateroesclerosis. El ser humano, al igual que otros herbívoros, suda a través de los poros para refrigerarse. No jadeamos, como hacen los perros, los gatos o los leones para refrigerarse. Tampoco tenemos garras, la huella dactilar de los carnívoros y los omnívoros. Tenemos encimas digestivas de carbohidratos en la saliva, algo que solamente tienen los herbívoros, que se supone que tienen que comer toneladas de carbohidratos como frutas y hortalizas. Nuestros dientes son anchos, cortos y planos, como los de los demás herbívoros (los herbívoros cuentan con dientes caninos también, sin los que nos sería imposible comer ciertas frutas como manzanas, etc.) Nuestra mandíbula inferior puede moverse lateralmente, para mascar alimentos.
(...)
¿Por qué soy vegano? (Gary Yourofsky, verano 2010)
El motivo de que, si a un niño de dos años lo sientas en una guardería con un conejo y una manzana se comerá la manzana y no al conejo es que el ser humano no tiene instintos carnívoros ni omnívoros. La necesidad de comer productos lácteos y cárnicos es un hábito adquirido, no un instinto. Así que yo os reto: comed los productos que provengan de la tierra. Todos los minerales, nutrientes y vitaminas, proteínas, calcio, hierro, potasio, todo está disponible en su fuente original, antes de que se las hayan comido los animales. ¿Os dais cuenta de que las personas que comen animales lo hacen después de que aquellos hayan comido los alimentos que les ofrece la tierra? Mi propuesta es que dejéis de filtrar vuestros nutrientes en el cuerpo de otros seres. Id directamente a la fuente: frutas, verduras, nueces, semillas, gramíneas, leguminosas… Ninguno de estos alimentos os hará daño, no os provocarán enfermedades y tampoco estaréis dañando a otros seres en el proceso.
Sin embargo, si consumimos algo que camina, vuela o nada, esto es anormal. ¿De dónde creéis que vienen las enfermedades, del brócoli? ¿De los melocotones, las fresas, las manzanas, los pepinos? Si estáis pensando en los raros brotes de e.coli o salmonelosis, tened en cuenta cuál es la única fuente de estas bacterias: la mierda humana y animal. El problema es que los comedores de carne quieren miles de millones de animales para comer, por lo que tenemos que producir a gran escala. Y por favor, tened en cuenta que la cría de miles de millones de animales no tiene nada que ver con dios, ni con la evolución, es solamente un negocio.

Lo que nos lleva al motivo de por qué tenemos cursos de ganadería en la universidad: porque cuando criamos miles de millones de animales, estos producen billones de toneladas de heces que se introducen en las capas freáticas y se filtran en los cultivos, acabando en el agua con que regamos nuestros alimentos.
Pero todas nuestras dolencias más graves, las enfermedades y paros cardíacos, la mayoría de los cánceres (cáncer de próstata, de colon, de mama, de páncreas, de ovarios…), las enfermedades renales, la diabetes, osteoporosis, hipertensión, obesidad, asma… Todas vienen provocadas por cuatro factores principalmente, que se encuentran en la leche, el queso, la carne y los huevos: colesterol, grasas saturadas, ácidos trans y proteína animal.

Cuando uno se hace vegano elimina de forma completa el colesterol de su dieta, ya que este proviene exclusivamente de los huevos, la carne, la leche y el queso. El cuerpo, por su parte, produce colesterol él mismo, el denominado “buen” colesterol. Cuando te haces vegano eliminas el 95% de las grasas saturadas de tu dieta, y puedes eliminar todos los ácidos trans naturales. La proteína animal es demasiado ácida para el ser humano, que no la procesa adecuadamente. Este es el motivo de que una de cada tres personas que se alimentan con productos cárnicos contraerá cáncer. También es uno de los mayores causantes de osteoporosis. Cuando la proteína de la carne entra en el cuerpo, hace que la sangre se vuelva ácida de forma instantánea. Para neutralizar esta acidez, el cuerpo tiene que recurrir al fosfato de los huesos. El calcio y el fosfato son los componentes del hueso: si uno desaparece el otro también. Cuando el cuerpo utiliza el fosfato, el calcio es eliminado a través de la orina. Por eso, todos los estudios epidemiológicos muestran que las sociedades que consumen gran cantidad de proteína animal tienen los peores índices de osteoporosis, fracturas óseas y cáncer. Sin embargo, las sociedades que consumen muy pocas o ninguna proteína animal, las culturas veganas o vegetarianas como la hindú, budista, rastafaris, etc. tienen muy bajos índices, si no cero, de osteoporosis, fracturas óseas y cáncer.
(…)
He aquí las mentiras de la industria de los productos lácteos: según ellos, el motivo de su existencia es proveernos a todos de calcio. Gracias a su publicidad y al apoyo del USDA, EEUU tiene el mayor consumo de productos lácteos per cápita del mundo entero. Ni siquiera puedes comerte un sándwich sin queso o una ensalada a la que no le hayan puesto queso encima. En esta sociedad enganchada al queso, en la que no podemos pasar ni una sola comida, por no hablar de un día entero o una vida entera sin él, ¿cómo puede ser que en la actualidad haya tres anuncios distintos de suplementos de calcio? Si obtenemos todos los nutrientes que necesitamos de la carne, ¿cómo puede ser que todos los supermercados cuenten con una sección de complejos vitamínicos y suplementos de calcio? La respuesta es que la proteína animal no permite que asimilemos todos estos nutrientes y, al acidificar la sangre, nuestro cuerpo se desprende del calcio de los huesos. ¿Por qué tenemos que tomar fibra aparte de nuestra dieta? Si nos comiéramos una pera o una manzana de vez en cuando, todos nuestros problemas de estreñimiento se solucionarían.
Así que, resumiendo, solamente existen cuatro motivos para comer carne, queso, leche y huevos: costumbre, tradición, comodidad y sabor.

Por otro lado, las sociedades consumidoras de carne son la causa raíz del hambre en el mundo: el 65% de la producción anual de cereales de todo el mundo se destina a alimentar a los 53.000 millones de animales terrestres que se matan cada año en este planeta. Eso sin contar con las decenas de miles de millones de animales marinos de las actuales piscifactorías. ¿Por qué no utilizar esos cultivos para alimentar a los 6.500 millones de habitantes del planeta? Si, además, añadimos la contaminación de la tierra, las aguas, la deforestación, las emisiones de gas de efecto invernadero… la causa número uno es la ganadería.
Volviendo entonces al motivo del sabor para comer carne: a mí también me encantan el sabor de la carne, los huevos, la leche, el queso. Yo no dejé de consumirlos porque no me gustaran, sino por una cuestión moral. Por decencia, por compasión hacia los animales con los que comparto el planeta. Y he aquí lo bueno de ser vegano hoy en día: que puedes lograr el mismo olor, sabor y textura de la carne, el queso y los huevos. Existen un montón de empresas que producen la versión vegana de los alimentos que os gustan a partir de soja, trigo, arroz y cáñamo. Existen los alimentos étnicos: la comida india, mexicana, de oriente medio, italiana, asiática… lo único que hay que hacer es sustituir la carne por tofu y tenemos una increíble variedad de platos y sabores entre los que elegir. Ser vegano no quiere decir comer aburrido.
Entiendo que hasta ahora muchos de vosotros podíais no contar con esta información. Pero ahora todo ha cambiado. Después de esta conferencia, cuando salgáis por esa puerta, podéis escoger ser radicalmente bondadosos y nunca más dañar de forma premeditada a otro animal para vuestro desayuno, comida o cena. Esas criaturas nunca se han aprovechado de vosotros ni os han hecho ningún tipo de daño, así que lo menos que podéis hacer es tratarlas por igual. También podéis seguir siendo radicalmente crueles, mantener el estado de las cosas tal y como está, aseguraros de que los animales no tienen libertad, de que se les roban sus bebés, se les cortan los picos y los cuernos, que pasan toda su vida amenazados por el cuchillo. Solamente espero vuestra decisión sea la acertada.

Tened en cuenta que el veganismo no se practica por cuestiones de salud. Un vegano come lo que come por altruismo, liberándose de su egoísmo, haciendo algo generoso por otros sin esperar nada a cambio.
 



Fuente: ladyverd.com - ¿Por qué soy vegano?

18/7/13

gastar

Spend your money on the things money can buy. Spend your time on the things money can’t buy.

11/7/13

Trascripción Conferencia del economista americano Lyndon LaRouche el pasado viernes



CRÉDITO HAMILTONIANO:

El aumento de la productividad del hombre

8 de julio de 2013 -– Los siguientes son extractos de la videoconferencia de Lyndon LaRouche que transmitió LaRouchePAC el viernes 5 de julio, en donde LaRouche ilustra de manera pedagógica el principio elemental del crédito de acuerdo a como lo entendía originalmente el fundador del Sistema Americano de economía, Alexander Hamilton.
LAROUCHE: Primero que nada, sobre el crédito: no se confundan el crédito. Tomemos el caso del agricultor estadounidense que operaba de acuerdo a las políticas de nuestro prócer descubridor [Alexander Hamilton]. Lo que sucede es lo siguiente: se parte del proceso de la agricultura, de producir alimentos. Porque lo primero que tiene que hacer la humanidad es producir alimentos, ¡a menos que se quieran comer a su vecino o cosas por el estilo!
Entonces, digamos que eres un agricultor del siglo 18. ¿Qué haces? Bueno, producir alimentos. Desarrollas los medios para producir alimentos, sobre la base de lo que puedes obtener de la tierra de cultivo, y de los utensilios y demás que puedes utilizar para ayudarte en el cultivo. Entonces, ese es el punto de partida.
Ahora bien, cuando produces alimentos, tienes un período: cuando empieza la estación, plantas la semilla, luego la cultivas, y luego cosechas los alimentos. Ahora, estás en una sociedad, una sociedad que va a progresar. ¿Por qué va a progresar? Porque va a desarrollar cosas que son útiles para los productores de alimentos, en efecto. De manera que se pueda obtener maquinaria y otras cosas que te permitan como agricultor hacer cosas que aumenten la productividad.
Pero luego, digamos, si quiero aumentar mi productividad más aún, tengo que ir con mi vecino y elaborar un acuerdo en cuanto a tecnología, para producir cosas que sean útiles para la comunidad agrícola, la comunidad que produce alimentos; la actividad forestal también, todo. Entonces, se empieza con la siembra de acuerdo con la estación; llega el momento en que se tiene que cosechar, digamos en octubre; ¿y luego que se hace? Se llevan los alimentos al mercado, ¡muy sencillo!
Ahora, ¿qué sucede? ¿Pero cómo se paga? ¡Ah! Bueno, la persona que hace los utensilios y cosas similares a esas para la producción, aparte de la agricultura, le va a pagar por lo que produce como alimentos. No solo al agricultor, sino para el que procesa el producto del trabajo del agricultor y todo lo demás, o al proveedor.
Así que, la característica inherente de una sociedad no oligárquica, es que todos contribuyen a la profesión de todos, una parte necesaria de todo el asunto, y amplía la cantidad de profesiones disponibles. Esto significa que como resultado, ahora produces alimentos; ese es el valor. Pero también vas a utilizar ese valor para hacer maquinaria y todo lo demás, lo cual aumenta la productividad de la sociedad.
Entonces, no se trata de una política de "vas a hacer esto o vas a hacer lo otro". Se trata de una política de ¿cómo tomas en cuenta el esfuerzo total de la humanidad para mantener y aumentar la productividad de la vida, de la vida humana y de otras formas de vida? Esto significa que la cantidad total de lo que te pagan, en términos de producto, incluye esta interacción.
Así que no es el misterio de que tenga que haber alguien que viene por ahí con un palo golpeando a la gente y diciendo "este va a ser el precio". Sale como un precio natural, como lo señalaba el fundador de nuestro sistema [Hamilton], y ese es el sistema.
Así que, lo que tenemos que preguntar es: ¿Qué es lo que no necesitamos? ¿Qué es eso que estamos pagando y no lo necesitamos en la sociedad? ¿Algo que podríamos eliminar y haría que las cosas costaran menos para la mayoría de la gente...? ¡Wall Street, por ejemplo! ¡Eliminar Wall Street! Y cualquier sistema bancario que no haya eliminado a Wall Street, se le debe eliminar, por métodos naturales: No vale la pena pagar por ellos.
Así que la idea es eliminar Wall Street, y eso es lo que tenemos que hacer ahora. Si queremos salvar a Estados Unidos, lo primero que tenemos que hacer es eliminar a Wall Street. ¡Eliminarlo simplemente! No produce nada para alimentar a la gente; más bien al contrario, no son más que chupasangres de la humanidad. ¡No necesitamos ese tipo de bancos! ¡Nunca ha habido necesidad de ellos! ¡Y no vamos a pagar por ellos!
Hay componentes de la productividad que conocemos como seres humanos; como sociedad, sabemos que estas cosas interactúan y son interdependientes. Queremos que esas cosas interdependientes se mejoren, que crezcan, para mejora. Porque va a haber una política que se b asa en esto. Y ese es nuestro sistema. Ese es el sistema de Alexander Hamilton.
Si recuerdan, cuando se implementaba la Constitución y trataban de convertir a esa constitución en un sistema [nacional], esto es exactamente lo que se hizo: Y los documentos están ahí todavía, todas las recetas están ahí. No hay ningún misterio. Alexander Hamilton entendía todo esto. El lo planteó, ¡y eso es lo que funciona!
Pero el problema era que, los europeos que estaban atados en gran medida, sumamente, a los sistemas oligárquicos, y estos sistemas oligárquicos, que son depredadores por naturaleza, depredadores por naturaleza de manera instintiva, crearon una situación en la que nosotros, en las Américas antes y luego en Estados Unidos, nos enfrentamos a un sistema europeo que estaba podrido, y que era enormemente derrochador, con sobreprecio, todo. Podíamos hacerlo de manera más económica.
Por ejemplo, nuestra producción, nuestro crecimiento en la agricultura y en otras cosas, en el transcurso de la Guerra Civil, generó uno de los mayores aumentos y más rápidos en la productividad que haya visto el mundo. Y eso lo hemos hecho un par de veces. Bajo [Franklin] Roosevelt, por ejemplo; la manera como Roosevelt enfrentó el problema, funcionó de manera similar. No se planteó de la manera como yo lo planteo aquí, exactamente, pero la mayoría de la gente que estaba haciendo eso, como [Henry] Wallace y demás, entendían exactamente que era esto.
La fuente de ingreso de la humanidad produce el tipo de cosas que la hace más productiva. Ese es un concepto muy sencillo, el cual los europeos tienden a no tener. Los europeos han sido influidos por el progreso en esa dirección, a menudo, en diferentes partes del mundo. Pero nosotros, en Estados Unidos, fuimos únicos en este respecto. Y lo que sucedió en la Colonia de la Bahía de Massachusetts, en la época anterior a que la aplastaran los holandeses, fue una cosa similar.
Este concepto se ha difundido hacia Europa, donde se encuentran partes enteras de Europa que han sido influidas por fuentes americanas, por las cosas similares que se desarrollaron de otra manera dentro de Europa. Entonces, este es nuestro sistema. Este es el Sistema Americano, en donde hay culturas europeas y otras que hacen, o tratan de hacer, más o menos lo mismo.
El problema ha sido el interés de los británicos: todo el tipo de gente en Estados Unidos que han tratado de aplastar este concepto. El problema es que nuestra gente ha perdido este concepto, porque están lavadas de cerebro, creen en el lavado de cerebro, y por lo tanto no se dan cuenta de que tan elemental es este principio, cuando menos en este nivel. Lo mismo se aplica en nivel superior, pero sin ir a esos niveles de sofisticación, esa es la situación.
Si entendemos lo que hizo Alexander Hamilton para hacer posible que funcionara realmente la economía de Estados Unidos, y simplemente nos empapamos de esa comprensión, no tiene nada que ver con cómo se maneja el dinero. Se trata de encontrar una idea natural del uso del dinero, exactamente como lo planteó Alexander Hamilton en sus documentos publicados. Todo está ahí.
Y es natural, en el sentido de que las relaciones de producción, o las interrelaciones de producción y progreso, dictan eso. Es la única manera de hacer las cosas.