La navaja de Ockham (a veces escrito Occam u Ockam), principio de economía o principio de parsimonia (lex parsimoniae), es un principio metodológico y filosófico atribuido a Guillermo de Ockham (1280-1349),
 según el cual, «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla
 suele ser la correcta». Esto implica que, cuando dos teorías en 
igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más 
simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja.1
En ciencia, este principio se utiliza como una regla general para 
guiar a los científicos en el desarrollo de modelos teóricos, más que 
como un árbitro entre los modelos publicados. En el método científico, 
la navaja de Ockham no se considera un principio irrefutable, y 
ciertamente no es un resultado científico. «La explicación más simple y 
suficiente es la más probable, mas no necesariamente la verdadera», 
según el principio de Ockham. En ciertas ocasiones, la opción compleja 
puede ser la correcta. Su sentido es que en condiciones idénticas, sean 
preferidas las teorías más simples. Otra cuestión diferente serán las 
evidencias que apoyen la teoría. Así pues, de acuerdo con este 
principio, una teoría más simple pero menos correcta no debería ser 
preferida a una teoría más compleja pero más correcta.
Qué ha de tenerse en cuenta para medir la simplicidad, sin embargo, es una cuestión ambigua.1
 Quizás la propuesta más conocida sea la que sugirió el mismo Ockham: 
cuando dos teorías tienen las mismas consecuencias, debe preferirse la 
teoría que postule la menor cantidad de (tipos de) entidades.2 Otra manera de medir la simplicidad, sin embargo, podría ser por el número de axiomas de la teoría.1
La navaja de Ockham se aplica a casos prácticos y específicos, 
englobándose dentro de los principios fundamentales de la filosofía de 
la escuela nominalista que opera sobre conceptos individualizados y casos empíricos.
 
