20/11/13

On fait la sourde oreille ou on s'épanouit

Sí, eso es justo lo que quiero decir: no sería mala idea hacerlo así, que tú respondas a mis comentarios filosóficos, onanistas, de la forma que mejor te parezca. Puedes extenderte si quieres; que el término "parrafada" adquiera todo su significado de una forma notable, irritante. La palabra, hoy en día, no es más que pasatiempo en el 90% de los casos. Pero algo que me preocupa más es, ¿verdad que resulta pedante asignar un porcentaje a una afirmación difusa? Las palabras, para el hombre moderno, representan una forma de comunicación unilateral disfrazada de bilateralidad. No hablamos, escupimos; en cada afirmación hay una disculpa velada, una excusa entre líneas, una queja constante, una demanda anhelante, compasión por uno mismo, o la euforia de un castañear transitorio de médula. Y nuestro interlocutor hace lo mismo, en un acto de disparar perdigones al aire, a nadie en concreto. Porque en realidad tenemos a alguien delante, sí, lo estamos mirando, pero no importa. Porque lo que importa no es estar vivo y crear conexiones con el mundo, lo que importa es la angustia, ese velo denso, molesto, inútil, sin fundamento, entre uno mismo y el mundo. Y hay que darle voz a diario, sacarla, alimentarla, ahuecarle la almohada para que descanse tranquila una noche más. Quien consigue afinar en su ser este sentido de fachada de la palabra hablada, puede darse cuenta de hasta qué punto esto es cierto. ¿Cuántos se dan cuenta de esto? No lo sé. Pero existe otra forma de comunicarse, que es la forma del ser humano. Podría haber decidido lanzarme a explicar esa forma natural de comunicación en este escrito, de no ser porque lo que estoy haciendo en este segundo es escupir. Pero estaba a punto de hacerlo, oye.



Un tío hablando solo