Amo el modo que tienes de licuarte cuando, al aproximarme a tu presencia, me entregas a beber las aguas de tu sangre. Pero me quemas, antes de que me sacie del pecado comienzas a bullir en tu delirio. Cierro los párpados, inmóvil, sintiendo entre mis poros tu estado gaseoso y cuando a lo más alto se evaporan tus ansias sobre mí te desprendes, aguacero de dicha.
Amaya Blanco