27/11/10
La dentadura (I)
La noche del 31 de noviembre de 1988, una noche amable según los partes de la época, el anciano Berndt Groesch, honorable ciudadano de Praga, salía de su casa bien abrigado con piel de camello. En el bolsillo del chaquetón, junto a algunos puros artesanos, guardaba con celo un paquetito embalado con algo de comida. Atravesó un barrio adyacente, de farolas viejas y y cristales rotos, y tras tomar una larga calle recta llegó al parque Blummenkopf. Su idea, como la de todas las noches de domingo, era disfrutar de la compañía de un manso gato blanco del que se había hecho amigo, sobre todo por la sabrosa selección de sobras de pescado con que solía obsequiarle. El primer día que lo vio, paseaba su blancura entre los matorrales floridos. Berndt se dirigía a casa con el periódico bajo el brazo, como cualquier otro día, pero se detuvo en seco sin darse cuenta. "Un gato bien hermoso y dócil, sí señor"; pero días más tarde, acomodándose en su sillón, desde el que podía contemplar una callejuela empedrada donde solían charlar algunos empleados del supermercado durante su descanso, pensó que aquel gato guardaba un rasgo de naturaleza extraña, pero no acertaba a dar con el motivo exacto. Pensó que aquella noche iría de nuevo al parque y lo averiguaría.