- Escucha Enotea -le contestó la vieja-. Este joven que ves nació con mala estrella. No encuentra chico ni chica a quien colocar su mercancía. Nuca pudiste ver hombre tan desgraciado. Lo que tiene entre las piernas no es una picha, sino una correa en remojo. ¿Qué quieres que te diga? ¿Quién te imaginas que es el que salió de la cama de Circe sin hacerle el amor?
Al oir esto, Enotea se sentó entre nosotros dos.
- Esta enfermedad -dijo, meneando un buen rato la cabeza- yo sola la sé curar. Y no penséis que hablo por hablar. Tan solo os pido que tu jovencito duerma conmigo esta noche. ¡Ya veréis si no se la pongo más tiesa que un cuerno!
Petronio, Satiricón