Yo creía que el Sol bañaba el rostro del valle
y empapaba de gracia los cristalinos sauces.
Pero ah, cuán equivocado estaba.
Yo pensaba que el amor fulgiría con locura,
y se fundirían la sangre y el fuego.
Pero ah cuán grande era mi error.
Yo sentía que la pureza me guiaría
como el cayado a Moisés.
Pero ah qué fatal desilusión.
Yo sabía que el dolor y la pena
helarían mis huesos hasta el alma
Y ay, cuánta razón…
S. Platón