21/1/12

Púas de Acero - Capítulo III




3.

En un lugar del averno de cuyo nombre no me acuerdo se lleva a cabo una entrevista crucial:

H (viajero que llega a las puertas de la sala de torturas)
G (Guardián demoníaco encargado de la entrevista)

H - Hola, buenas, ¿es por aquí?
G - Si, tome asiento.
H - ...
G - Debe usted responder solo y solo a las preguntas que le plantee. Dependiendo de estas respuestas, será usted reenviado a los fuegos del sufrimiento o a la sala de prórroga, ¿de acuerdo?
H - Está bien.

El guardián tiene un aspecto casi humano, o al menos su forma recuerda a la de un humano, pero su tez cenicienta y sus movimientos evocan ciertos rasgos de una metadimensionalidad forzosa. En completo silencio, se da media vuelta y busca algo en un armario forjado en acero. El viajero observa el tatuaje tribal de su espalda y sus dos muñones a la altura de las costillas que indican que en el pasado debió haber sido capaz de volar.
Finalmente, el guardián saca un formulario y lo deposita sobre la mesa.

G- Adelante. ¿Cuáles son sus credenciales?

El viajero busca en el bolsillo de su chaqueta un impreso que, antes de llegar a la frontera con el túnel blanco, una señorita enclaustrada en una cabina de peaje le remitió a cambio de sus últimas pertenencias. Saca el documento del bolsillo y se lo entrega al guardián:

G- Veamos (despliega la hoja) Nº de expediente 1357-666. Agudo e insensible. Incongruente. Desorientado y desleal. Fugitivo de facultades, precursor del más avieso teísmo, tendencia antisistema, individualista. ¿Su número de prisión?
H - 5544346543, península de iberia, traslado forzoso en 2001 d.d.JC
G - Por favor, no vuelva a mencionar eso.
H - ¿El qué?
G - ¿Razones de su relegamiento?
H - Renuncié a los requerimientos legales necesarios para optar a una vida mortal eficiente y de provecho. También dejé de pagar algunos impuestos, todo sea dicho.

El guardián no deja de anotar, concentrando su ceño en la hoja.

G - ¿Y el cargo concreto por el que fue acusado?
H - No fui acusado. Se me eligió como ejemplo de antidinamismo, ya se lo he comentado a la señorita de los cuernos.

El guardián deja de escribir y levanta la cabeza sorprendido:

G - Entonces su caso ha de ceñirse a un expediente de carácter extraordinario. En otras palabras, usted no es candidato a entrar en los fuegos del sufrimiento.
H - Ciertamente, confieso que se trata de una elección propia.
G – ¿Cómo dice? (frunce el ceño) Déjeme consultar con el encargado de la forja.

Dicho lo cual, el Guardián introduce una mano por debajo del escritorio y, acto seguido, se abre una de las puertas de la sala. Aparece un enorme y corpulento ser (D), de amplio vientre y con gafas. Su armadura, ennegrecida por el humo del carbón, parece estar al rojo vivo y sus ojos sin pupilas son como dos pelotas empapadas en sangre clara.

D - ¿Vamos a ver, no le han dicho a usted que se dirigiera a la estancia K?
H - Sí, pero estaba cerrada y no había nadie.
D - Entonces espere su turno, es posible que haya habido un error en las credenciales. Vuelva a la sala de espera y aguarde a que el Centollo de pared proclame su nombre.
G - Pero Ignaitius, este hombre dice que quiere ser reasignado a los fuegos del sufrimiento.

El obeso ser encargado de la forja estalla en una carcajada prolongada que retumba en la bóveda metálica de la sala.

D - Eso es imposible. Es a través de su expediente como determinamos su destino de traslado definitivo.
H - Pero...
D - De ninguna manera. ¿Cree usted que va a venir aqui a decirnos como tenemos que trabajar? No piense ni por un segundo que vamos a romper dos mil años de tradición luciferiana porque a usted le de la gana. No hay más que hablar y no nos haga perder el tiempo. Vuelva a la sala de espera.

El demonio corpulento vuelve por donde había aparecido y el viajero no tiene más remedio que esperar a ser adjudicado a la sala K.
En la sala de espera se encuentra con dos mujeres y tres hombres. Uno de ellos se queda mirándole fijamente. Respira agitado y nervioso, algo que no cuadra con su aspecto corpulento y tranquilo. Sus grandes manos acentúan sus palabras con sobriedad, "de altos hornos", dice él (B) tras una breve presentación.

B- Y yo le dije a la señora del túnel que debía ser un error, pero consultó en el ordenador e imprimió una hoja que me entregó diciendo: "nosotros no nos equivocamos nunca, señor"
H - Pero no hay derecho, ya que nos espera una eternidad de castigo, debemos actuar por nuestros intereses.
B - Eso le dije yo, pero me respondió secamente que habíamos tenido toda la vida para eso...

El viajero se sienta e inspira el aire sulfatado de aquella sala roja para armarse de paciencia... Tras un tiempo indeterminado, empiezan a formarse en su memoria imágenes que nunca había recordado en vida... las de su nacimiento.

Recordó cómo se abrían las puertas al final de un túnel negro. Unas extraños individuos vestidos de blanco formaban un particular comité de bienvenida al mundo. Pero no sólo aquellos seres. TODO era blancura. Percibió un olor bastante desagradable, un aséptico aroma de algo que parecía querer herir su frágil piel, y con horror se vio maniatado por seres irreconocibles que vestían disfraces y máscaras transparentes. Con ojos calculadores practicaron en él experimentos de corte y análisis. Ejercían un control pulcro y perfecto, pues conocían en cada momento cada fase de la operación. De fondo escuchaba los jadeos de su madre, la loba amamantadora que tragaba sus aullidos consolada por unas manos de látex.
Más afiladas herramientas pujaron por su ser, desahuciado, indefenso... Allí recibio también el primer cachete de su existencia. Otros plásticos, cables y aparatos electrónicos indicaban su estado vital. Casi al comienzo, su consciencia grabó aquello como un hito impalpable, y a lo largo de su existencia, el olor de la extrema pulcritud y la mirada de aquellos ojos extraños y dilatados provocarían en él enfermizas obsesiones.

EL viajero deshace estos recuerdos, transformándolos en una nube que pasa (toda su vida casi no bastó para aprender a hacer eso) y echa una ojeada a aquellos seres que le rodean, en la sala de espera roja, desnudos como él. Todos aspirantes a arder eternamente, ajenos al hecho de haber nacido un día tan lejano que no merecerá la pena recordar. El viajero piensa que, al fin y al cabo, los muertos superan a los vivos en una cantidad imposible de concebir.

"Tus entrañas serán tu juez y tus fluídos arderán con ellas", clamó el centollo de la pared a modo de versículo satánico, y todos asintieron como si supieran de qué iba la cosa...