10/10/11

XXII.

He cruzado montañas de niebla

y ríos de muerte y de vida,

he alcanzado mi ansiada pureza;

y llegado a las puertas del alma

mis manos lloran y esperan.

Esperan milagros del mundo,

de un misterio que se desvela,

esperan a estar preparadas.

Y sólo cuando abra la puerta,

sabré que todo ello ya estaba.