Regularidad rítmica
Las transiciones entre retención y exhalación, y entre exhalación e inhalación, deben ser siempre lentas, suaves y deliberadas, no bruscas, repentinas e incontroladas. La duración real de cada fase no es tan importante como la duración relativa y la suavidad de la transición. Al principio, los pulmones, diafragma, abdomen y aparato circulatorio ofrecerán resistencia a los rigores de la respiración diafragmática pro¬funda, por falta de costumbre, pero con paciencia y perseverancia pronto se adaptarán a ella y funcionarán mejor que nunca.
Al empezar, lo más importante es concentrarse en la regularidad rítmica de las cuatro fases del control respiratorio, antes que tratar de prolongar cada una de las fases.
El universo entero y todas sus partes funcionan rítmicamente, y los organismos prosperan en la medida en que armonizan sus propios rit¬mos internos con las grandes pautas de la naturaleza. El ciclo sueño/ vigilia se ajusta al ritmo del día y la noche, los ciclos menstruales si¬guen los ritmos de la luna y los latidos del corazón siguen los ritmos de la respiración. La mente tiende naturalmente al ritmo y, por consi¬guiente, la respiración rítmica favorece muchísimo la capacidad de la mente para concentrarse hacia el interior y absorberse por completo en el proceso respiratorio.
Ir contando mentalmente los segundos es una forma de medir la duración relativa de las diversas fases del control respiratorio, pero puede distraer la atención. Resulta más aconsejable contar los latidos del corazón, para lo que hace falta bloquear la información sensorial externa, interrumpir el «diálogo interior» y concentrar la atención en los latidos y el aliento. Una de las mejores maneras de cultivar esta conciencia interior consiste en concentrar la atención en la región del ombligo Y tratar de visualizarla como expandiéndose y contrayéndose a cada respiración. Como un maestro taoísta solía decir a sus discípu¬los, «concentrad la atención en el abdomen inferior y acabaréis sa¬biendo todo lo que se puede saber sobre vuestro cuerpo».
En cuanto la mente se aparta de la respiración, la respiración pierde inmediatamente su ritmo, así que, al practicar ejercicios respi¬ratorios, hay que estar muy atento a lo que se está haciendo. Tras una larga práctica, llegará a familiarizarse tanto con los diversos ritmos in¬volucrados en la respiración que podrá juzgar la duración relativa de cada fase sin necesidad de contar los segundos y ni siquiera de pensar en ello.
Existen varias pautas rítmicas básicas que pueden utilizarse en la respiración profunda. Una consiste en hacer durar la exhalación el doble que la inhalación, con una breve retención y una breve pausa entre cada fase. Esta pauta de exhalación prolongada proporciona un vigoroso estímulo a la circulación de la sangre y de la energía, expulsa las toxinas de pulmones y torrente sanguíneo y estimula el nervio neu¬mogástrico. Otra pauta respiratoria que suele utilizarse con frecuencia es la de dar la misma duración a las cuatro fases. Esta pauta favorece la asimilación de Qi, regulariza los latidos del corazón, disminuye la presión de la sangre y mejora el intercambio gaseoso en los pulmo¬nes.
Al comenzar cualquier programa de respiración profunda, los prin¬cipiantes deben estar preparados para la aparición de diversos signos. Suele haber cierta tendencia a transpirar y a notar flashes de calor en varios puntos del cuerpo, sobre todo tras la retención. Esto se debe al calor liberado por la respiración celular y a la aceleración de la ener¬gía vital en la red de meridianos. Es probable que eructe y suelte ven¬tosidades durante los primeros minutos de la sesión respiratoria. Esto se debe al profundo masaje que reciben los órganos abdominales con el descenso del diafragma y las diferencias de presión entre tórax y ab¬domen, e indica que la práctica es correcta; además, es una buena forma de expulsar gases nocivos por ambos extremos del tracto diges¬tivo. A veces sentirá hormigueos o corrientes que se desplazan a lo largo de la columna, o por brazos y piernas, o por encima de la coro¬nilla: es el Qi que circula por los meridianos, impulsado por la fuerza de la respiración. Entre los posibles signos que más suelen molestar a los principiantes figuran esporádicas sensaciones de mareo, el entume¬cimiento de las extremidades y temblores musculares, pero tampoco aquí hay motivo de preocupación: son consecuencias directas de la apertura de canales de energía hasta entonces descuidados y de la cir¬culación de Qi a través de ellos. Cuando se activan partes del cuerpo crónicamente privadas de sangre y energía, suele sentirse un hormi¬gueo, lo mismo que cuando un pie «se ha dormido» y lo apoya usted en el suelo. Con la práctica, todos los canales acabarán abriéndose y la energía circulará de forma suave y regular por todo el organismo, en cuyo momento ya no volverán a notarse estas sensaciones.