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sniff VIII

El cerrojo abdominal

Junto con la columna, que forma una pared rígida en la espalda, el diafragma, que al descender ejerce presión desde lo alto, y el cerrojo anal, que mantiene la presión desde abajo, el cerrojo abdominal cons­tituye la cuarta barrera contra la pérdida de presión abdominal y de Qi durante la retención del aliento.
Por lo general, es en el control de la pared abdominal donde suele equivocarse la mayoría de los recién llegados a las técnicas orientales de respiración. A fin de favorecer la respiración diafragmática, los principiantes tienden a mantener la pared abdominal completamente
relajada durante las cuatro fases del control respiratorio. Ciertamente, esto vuelve más fácil la extensión del diafragma hacia abajo, pero tam­bién provoca una dilatación anormal de los músculos abdominales (véase la figura 3.8a), que a la larga puede ocasionar la aparición de una «barriga prominente». Esta distensión durante la fase de retención también contrarresta los beneficios de la mayor presión abdominal sobre los órganos. Además, la respiración profunda aumenta el volu­men y la circulación de la sangre dentro de la cavidad abdominal, con lo que los órganos se llenan de sangre. Si no se aplica el cerrojo abdo­minal durante la retención, no habrá suficiente presión abdominal para exprimir de nuevo el exceso de sangre y, por tanto, los órganos pueden quedar congestionados.



(a) Inhalación: el abdomen se expande, el diafragma urogenital desciende.
(b) Retención: la parte inferior de la pared abdominal se contrae ligeramente y el diafragma urogenital asciende por acción del cerrojo anal.

He aquí la forma correcta de aplicar el cerrojo abdominal durante la retención del aliento: cuando los pulmones estén llenos, el dia­fragma extendido y el cerrojo anal aplicado, contraiga deliberada­mente hacia adentro la parte inferior de la pared abdominal (la parte situada debajo del ombligo). (Figura 3.8b.) Esto empujará los órganos abdominales hacia arriba y adentro, contra la presión hacia abajo y afuera ejercida por el diafragma, de modo que se mantendrá el au­mento de presión en el interior de la cavidad abdominal. Advierta que la contracción de la parte baja de la pared del abdomen provoca una ligera extensión de la pared abdominal superior, justo por debajo del esternón. Esto es perfectamente normal y correcto. La parte superior del abdomen es mucho más rígida que la inferior, y esta ligera exten­sión durante el cerrojo abdominal no disminuye la presión interna.

Debido a su situación encima de los riñones, son las glándulas su­prarrenales las que reciben la más directa estimulación por parte del diafragma cuando la pared abdominal queda «bloqueada» como se ha descrito. Entre las secreciones de las glándulas suprarrenales figuran las vitales hormonas sexuales y la cortisona, que alivia la inflamación artrítica de las articulaciones. El cerrojo abdominal también estira y estimula las vértebras y los ganglios de la columna, pues proporciona a esta última una especie de tracción interna.
Examinemos de cerca el funcionamiento del diafragma como «se­gundo corazón» cuando se aumenta la presión abdominal y se man­tiene gracias al cerrojo. La vena cava es una de las principales venas del cuerpo, que atraviesa el diafragma para conducir la sangre gastada desde los órganos hasta el corazón y los pulmones. Por consiguiente, sirve de válvula de escape para el incremento de presión que experi­menta la sangre del abdomen durante la retención del aliento. La re­tención con aplicación de cerrojos aumenta considerablemente la pre­sión de la cavidad abdominal, mientras que la presión del pecho se mantiene normal. Esta diferencia impulsa naturalmente la sangre a lo largo de la vena cava, desde la zona de alta presión en el abdomen a la de presión normal en el pecho. La fuerza de esta propulsión, que actúa como una bomba de succión, es muchas veces superior a la de los latidos cardíacos, y se extiende por todo el aparato circulatorio. Cuando la diferencia de presión entre el abdomen y el pecho se in­vierte a causa de la exhalación y de la relajación de los cerrojos, la sangre oxigenada inunda de nuevo los órganos abdominales. Este efecto de bombeo resulta especialmente importante en invierno y a primeras horas de la mañana, cuando hasta. un 50 por ciento del volu­men de sangre del cuerpo permanece almacenado en el hígado y el páncreas.
El cerebro es irrigado por 2.000 litros de sangre cada día, y esta sangre debe pasar por muchos kilómetros de capilares. La corteza ce­rebral, por ejemplo, contiene 1.000 metros de capilares por cada gramo de su peso. Normalmente, el corazón debe realizar un intenso y constante esfuerzo para mantener la irrigación del cerebro a través de esta vasta red circulatoria, tarea que resulta aún más agotadora de­bido a la gravedad. En las personas sedentarias que hacen poco ejerci­cio, el esfuerzo circulatorio del corazón es todavía mayor, sobre todo cuando efectúan algún trabajo cerebral. La respiración diafragmática profunda alivia la carga del corazón y la traspasa al diafragma, que ejecuta esta tarea de forma mucho más eficaz y prácticamente sin es­fuerzo alguno, gracias al aprovechamiento de las diferencias de pre­sión entre el abdomen y el pecho.
No confunda el control abdominal con rigidez abdominal. Algunas personas poseen una pared abdominal tan rígida que no son capaces dé dilatarla ni contraerla. Esta rigidez paraliza el diafragma en su lugar y no permite sino una respiración muy superficial con la parte superior de la caja torácica. Entre los síntomas más comunes de la ri­gidez abdominal y la paralización del diafragma se encuentran el estreñimiento crónico, la indigestión, la mala circulación, falta de aliento, fatiga crónica, insomnio, jaquecas, inhibición de la libido, baja resistencia a las enfermedades y ansiedad habitual.
Por otra parte, una pared abdominal blanda y fofa resulta tan difí­cil de controlar como una rígida. El abdomen blando tiende a sobresa­lir durante la retención y es demasiado débil para aplicar el cerrojo abdominal. Para llegar a desarrollar el control del aliento y la energía hace falta poseer unos músculos abdominales fuertes pero flexibles. Todos los practicantes de la respiración profunda deben incluir en su régimen algunos ejercicios específicos para el fortalecimiento de los músculos abdominales. Las flexiones, por ejemplo, son un excelente medio para tonificar el abdomen.


El cerrojo de cuello

El tercer cerrojo es el del cuello, y resulta el más fácil de aplicar ya que no participa en el mantenimiento de la presión abdominal. Para aplicar el cerrojo de cuello, primero ha de contraer los músculos de la garganta y cerrar la glotis sobre los tubos bronquiales. Luego encoja ligeramente la barbilla en dirección a la garganta sin do­blar el cuello hacia adelante. Esto cierra la garganta y al mismo tiempo estira la parte posterior del cuello. Compruebe que mantiene los hom­bros relajados, pues de otra forma tienden a encorvarse y a tensar la nuca.
El cerrojo de cuello ofrece varios efectos beneficiosos. Comprime parcialmente las arterias carótidas en la garganta, con lo que impide que la presión abdominal aumentada provoque un excesivo aflujo de sangre al cerebro, cosa que podría originar mareos, molestias y una presión indeseable en los sensibles capilares cerebrales. El cerrojo de cuello desvía el exceso de sangre que acude al cerebro y la dirige hacia las extremidades y otras partes del cuerpo, aunque manteniendo siem­pre una abundante circulación cerebral. Asimismo, el cerrojo de cue­llo produce una extensión adicional de toda la columna vertebral du­rante la retención del aliento, con lo que estimula todos los centros nerviosos y de energía situados a lo largo de la misma, y favorece el ascenso de la energía por el Canal Gobernador desde el sacro hasta el cerebro. Al cerrar la glotis y tensar la garganta se «bloquea» literal­mente el aliento en el interior de los pulmones, lo que hace mucho más fácil su control. Sin la aplicación del cerrojo de cuello, el aliento retenido ejerce una presión exhalatoria en todo el conducto hasta las aberturas nasales y las trompas de Eustaquio, lo cual resulta desagra­dable e indeseable. Al comprimir las arterias carótidas, el cerrojo de cuello ayuda a regular el corazón, pues lo hace latir más lenta y pro­fundamente. También ejerce una leve presión sobre el nervio del seno carótido, cosa que ayuda a dirigir la atención hacia el interior durante el control de la respiración.
El mejor ejercicio para realizar el cerrojo de cuello es una clásica postura de yoga denominada el «Arado», que se expone en el capítu­lo 4. Este ejercicio, además, estira y flexibiliza toda la columna verte­bral, desde la cabeza hasta el cóccix, abriendo centros de energía y es­timulando nervios esenciales. Adopte el Arado como parte integrante de su programa cotidiano.