1/3/12
anédota de sal
Era ya más de medianoche. Volvíamos a casa tras una velada de copas. A lo lejos, divisamos una figura inmóvil apoyada en la barandilla que da a la playa. Había niebla y la brisa soplaba fresca. El mar tan sólo susurraba pequeños hilos blancos que anunciaban crines de olas que van a deshacerse en la arena. A veces le acompañaba el murmullo de algunos arbustos y crestas de palmeras que se agitaban solas y altaneras en mitad de la noche, en mitad de la playa. Nos acercamos a la figura poco a poco, bajando el tono de la conversación y susurrando como el mar, como los arbustos.
"Qué le pasa?"
"Está triste..., no, no lo parece, sí, su mirada..."
"Yo diría que piensa en algo"
Un policía se acercaba por el otro lado. También miró a la figura con amenazante aire de sospecha.
"Es un poeta y trata de desentramar el misterio de las olas para convertirlo en palabras..."
"Debe ser un físico que evalúa la acción de los vectores en los fenómenos naturales..."
"Es un filósofo y en el mar ensueña y reflexiona sobre la epopeyas de la antigua Grecia..."
"Es un astrónomo que comprueba los efectos de la luna sobre las mareas..."
"Es un malhechor que busca las sombras para perfeccionar su plan escondido..."
Nosotros, el policía y la figura coincidimos a la vez y, tras la breve alineación, seguimos nuestro camino. Nos alejamos, el policía también. Pero todos nos volvimos a mirar. Algo en aquella pose nos inquietaba, algo no encajaba con aquel señor que miraba el mar sin aparente emoción. Tan sólo miraba y sus labios esbozaban algo así como... una sonrisa.