12/3/12

auxilio

Agrego a mi vida sin solemnidad, en la que cada quiebro de la cotidianeidad se hace a posta, siendo no otra cosa que más plan, otro olvido más, y con un breve gesto de rechazo me avento de vez en cuando dejando escapar al aire el miserable subproducto de mi pensamiento.
Y todo por no saber comprender el por qué no poder controlarlo todo ni abarcar tanta variedad inconcebible tan prolija en ceros. El resultado es la catarsis por el camino recto, un reinicio en toda regla, un formateo de raíz que anula todo hecho pasado.
Ni el licor más agresivo puede con este método sulfúrico.
Así actúa en mi frustración la individualidad desfragmentada en pequeños, efímeros y aleatorios proyectos de ceniza que no abarcan sustancia ni pregonan querencias. Lo llamo desperdicio del don. Y mira que hace tiempo que con gusto saboreo esta extraña agilidad del alma que me embarga y con satisfecho goce alzo mi cuello de gallo y me felicito en la brevedad de la aportación, y hasta eso, hasta a eso me acostumbro.
Y a lo mejor puede que dure dos o tres jornadas; a lo peor se convierte en la misma obra aciaga con que el paso de un día que parece el mismo me prohibe caer en aburrimientos y que me alienta a revisar mis concepciones para poder ver lo que antes no era capaz... y me olí que aquello que sucedió sin apenas percatarme, [ocurrió de noche cuando dormía, en la playa de las musas de velos de espumas] y que creía que era irreversible no era al fin y al cabo sino la adición de un tropiezo y otro en el mismo bache de lo perentorio, en el errar constante en mis relaciones con lo ajeno... pero próximo.
Todo esto mismo, lo sé [solo estás, solo estás], se repite indefinidamente en otras mentes pero persiste el peso de lo único. Con lógica frustración me recreo en una sola afirmación, que por instantes me parece tan coherente como este muro contra el que ya me golpeo, para encontrar un consuelo:
la existencia me es incolora, la esperanza es un órgano cubierto de un tejido frágil sujeto a la oxidación de cada cual, y su intensidad la mido a latidos por segundo. Muerto el músculo, muerta la ilusión. Mi esperanza suele callarse a menudo extrañada porque escucha un eco helado proveniente de lo más profundo de una caverna. Retumba en la capilla de mis tímpanos, es el grito desgarrador de un explorador moribundo. Ese loco no soy yo, es una arritmia del mundo que yo también noto.

kristoffer beltz