Esta postura es sin duda el más eficaz sistema que se
haya concebido jamás para que las personas sumamente tensas puedan aprender
por sí mismas a relajarse. Quienes dominen este método obtendrán rápido acceso
a un estado de relajación más profunda incluso que el sueño; un estado de
relajación que mucha gente no experimenta nunca hasta el momento de la muerte.
Retírese a una habitación donde no vaya a ser
molestado durante un mínimo de media hora. Lo ideal sería una habitación
silenciosa, bien ventilada, con una temperatura suficiente y más bien oscura.
En la oficina, limítese a correr las cortinas, cerrar la puerta y decirle a su
secretaria o a sus colegas que no desea ser molestado durante un rato. En casa,
asegúrese de que no va a ser interrumpido por niños, animales domésticos ni
llamadas telefónicas. En un hotel, pídale al telefonista que no le pase
ninguna llamada hasta nuevo aviso.
Quítese los zapatos, la corbata, el reloj, el cinturón,
las joyas y cualquier otra cosa que oprima el cuerpo. Tiéndase de espaldas en
el suelo o sobre una alfombra (las camas y los sofás son demasiado blandos).
Las piernas deben estar ligeramente separadas, y los brazos sueltos a los
lados. En caso necesario, puede cubrirse con una manta ligera para no coger
frío. Extienda cuidadosamente el cuello de forma que la cabeza descanse
cómodamente sin contraer los músculos. Si hace falta, ponga un cojín pequeño o
una toalla enrollada debajo de la nuca, para evitar que el cuello se contraiga.
Respire lenta y profundamente desde el abdomen, pero con el mínimo esfuerzo
consciente: no se trata de un ejercicio respiratorio, conque no hace falta que
cuente, retenga o sincronice las respiraciones. Procure, sin embargo, que la
exhalación sea más o menos el doble de larga que la inspiración, y respire
únicamente por la nariz. Cierre los ojos y concentre su atención en las subidas
y bajadas del abdomen.
Cuando la postura le resulte cómoda y su respiración
se haya vuelto pausada y natural, estará preparado para empezar a aflojar todos
esos músculos tensos. Comience concentrando la atención en los músculos y
articulaciones de los pies, y en seguida proceda a ablandarlos y relajarlos
mentalmente. Se trata más de «dejarse ir» que de «hacer» nada. Desplace
gradualmente la atención hacia los tobillos y las pantorrillas, y luego a los
muslos, caderas y abdomen, «observando» mentalmente cómo los diversos músculos
se ablandan y se suavizan. Continúe subiendo hacia el pecho, la garganta y,
por fin, la cara. Le sorprenderá descubrir cuántos músculos hay en la cara y
cuán tensos están. Deje que le cuelgue ligeramente la mandíbula inferior, pero
sin separar los labios. Sienta cómo se ablandan y se «derriten» los diminutos
músculos de las mejillas y alrededor de los ojos a medida que los va relajando.
A continuación, empiece por los dedos de las manos y vaya subiendo por brazos y
hombros hasta llegar otra vez al cuello y la cara, que merecen una segunda
pasada debido a la tensión crónica que padecen.
La primera vez que lo intente, es posible que no
alcance los resultados apetecidos. Repita el proceso tantas veces como haga
falta en cada sesión hasta conseguir la relajación total del cuerpo. La relajación
de los músculos permite que los vasos sanguíneos se dilaten, lo cual posibilita
el acceso de un abundante suministro de sangre oxigenada que calienta los
músculos y hace que los note más pesados. Cuando vaya acercándose a esta fase
de la relajación, es de la mayor importancia que permanezca absolutamente
quieto, pues el menor movimiento físico tensa al menos varios músculos, y esta
tensión se extiende rápidamente por todo el organismo como una involuntaria
reacción en cadena. Una vez le haya «cogido el tranquillo» a este ejercicio,
generalmente le bastará con 20 o 30 minutos para alcanzar el estado de
relajación total.
Pase lo que pase, no abandone la postura del Cadáver
de un salto brusco para atender el teléfono o una llamada a la puerta. Esta
brusca tensión de un organismo completamente relajado no sólo contrarresta por
completo los beneficios terapéuticos del ejercicio, sino que incluso puede
resultar nociva para el corazón. Cuando esté preparado para «volver a la vida»,
comience agitando rítmicamente los dedos de pies y manos, luego accionando las
muñecas y los tobillos y luego flexionando los principales músculos de brazos
y piernas. Estire el rostro y la garganta, contraiga la cara en una mueca,
estírela de nuevo. Siéntese y respire hondo unas cuantas veces. Levántese poco
a poco. En este momento, debería sentirse tan descansado como tras una siesta
de un par de horas, tan elástico y flexible como un gato, tan calmado como una
tortuga.