El consensus sapientum - yo lo he entendido siempre mejor - no prueba, en manera alguna, que los sabios tuviesen razón en aquello en que coincidían. Lo que en realidad prueba es que esos sabios tenían entre sí cierta comunidad fisiológica que les hacía colocarse en esa actitud de negación frente a la vida. Los juicios y las apreciaciones de la vida, en pro o en contra, no pueden ser jamás verdaderos. El único valor que tienen es el de síntomas, y solo como síntomas merecen ser tenidos en consideración; en sí, tales juicios no son más que idioteces.
Por lo visto hay que alargar mucho la mano para poder atrapar esa sutilísima verdad de que el valor de la vida no puede apreciarse. No puede ser apreciado por un vivo, porque es parte y hasta objeto de litigio, y no juez; ni puede ser apreciado por un muerto, por otras razones. Tratándose de un filósofo, el ver un problema en el valor de la vida es una objeción en contra suya, es una falta de discernimiento, y hace que se ponga en duda su sabiduría.
F. Nietzsche