Envejecemos,
nos alejamos irremediablemente
del vientre de nuestras madres
en un pentagrama que la inercia
escribe hacia lo indecible
del tiempo desbocado
del estúpido Prometeo;
Es la cruz donde conspiran
el todo y la nada:
vivo, fugaz, frágil y leve.
La negación conduce al silencio
y así lloramos más la incertidumbre
que al exhalar el aliento certero que nos lleva;
¿Dónde está el camino que nos prometieron?
En esta encrucijada,
ningún poder salvará tu calavera.
Ladrones de tiempo y esfuerzo
asaltaron nuestro templo,
y mancillaron la memoria de los caídos.
Nos contaminaron,
nos llenaron las venas de plomo vacuo,
hijos de la tierra condenados al yugo de lo innecesario,
hijos del sol y sólo son
manadas de figurantes adictos al placebo
en la ruleta trucada de sí mismos.
¡Nos contaminaron las venas!
La dictadura del bienestar decapita el cambio,
la dictadura del bienestar decapita el cambio.
Tanto callamos,
que las palabras huyeron desbocadas
a un lecho de hojas secas.
Tanto permitimos,
que nos vedaron la entrada
al bosque de la fruta fresca.
Tanto resignamos,
que nos gusta ya el sabor
de la comida rápida
como pitanza diaria de mentira.
Los hombres sienten luz y calma tras el denso relámpago
que anuncia el final de una batalla perdida.
Hablo de aquellos que guardan impacientes una espada
mientras agachan la luna triste de sus ojos,
aquellos que conocen del león maldito
que siempre acecha el curso de la historia.
Un corazón inquieto,
que bailando entre las redes
aguarda el momento de las manos abiertas.
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