30/4/11

Hilario's nightmare night

En la calle, la luna vigila con su luminosa mirada. En mi dormitorio, legiones de espectros despliegan una huracanada danza alrededor de mi cuerpo inmóvil tapado por las mantas. Casi puedo sentir su frío tacto en mi tembloroso rostro. Escucho en el pasillo unos pasos. Ya se acerca. Es el hombre de los ojos permanentemente en blanco, que contrastan con su atuendo siempre negro. Mi mujer duerme inquieta a mi lado, tal vez viviendo en pesadillas lo que yo estoy soñando despierto. Mientras tanto, el eco de las pesadas botas golpeando contundentemente las baldosas se aproxima. ¡Que no se la lleve! A ella no. A través de los visillos de la puerta de la habitación, no puedo ver su enorme y amenazante sombra… todavía.
Y saber que se aproxima, sentir esa presencia acechando todo por lo que he luchado durante años, me resulta fríamente terrorífico… mucho más que encontrarme en frente de mi una sombra violenta, como un animal rabioso que está a punto de alimentarse. Y es entonces cuando siento lo ensordecedor del terror; es ese silencio escalofriante que hace que un sollozo desesperado no sea más que un susurro. Es entonces cuando ella me toca el hombro, suavemente, como quien no sabe lo que acontece, y me pregunta:
- ¿Ha llegado la hora ya? Vamos a tener que irnos?
- No podemos irnos, ya no. Es demasiado tarde. Ese ser viene a llevarte… y a acabar con mi vida. No sé qué destino es peor, y no dejaré que pase.
Corro hacia la ventana, y sé que debo hacerlo en silencio; esa sombra no nos persigue, nos acosa discretamente esperando el momento… así que decido no hacer ruido mientras abro la ventana corrediza; hace meses que no la abría por las bajas temperaturas. Y ella, a mi lado, me observa con fe mientras busco nuestra huida. La veo girar la cabeza hacia la puerta, y entonces comprendo que no hay tiempo que perder. Ese ser, esa presencia que aún no comprendo, respira contra las maderas de la puerta del dormitorio. Me gustaría haber reaccionado antes… pero un escalofrío me paraliza.
- "Hilario..." - ella me habla, la oigo - "¿qué te pasa?"
De repente la miro, no lo puedo creer. Introduce una mano por debajo de su blusa y saca su pecho izquierdo. Con la otra agarra la única luz de la estancia, una Velita Casi Agotada. Se quema con ella el pezón.
- "Sé que me hará el amor" - su pezón crepita pero ella no se mueve- "me hará el amor y mi hijo se alimentará de mi sangre con leche"
A ella también le patinaba la mandarina, lo supe en aquel momento. Abro al fin la ventana y, asiéndola por la cintura, la arrojo al oscuro acantilado de cemento.
Ojalá hubiera tenido otra alternativa; pero ante la imagen de mi amada diciendo algo que mis oídos se negaban a escuchar, mi realidad acaba de cambiar por completo. Mi realidad y mis calzoncillos, teñidos ya de marrón barniz. Y sé que he hecho lo correcto lanzándola al foso del jardín con abandono. De alguna manera, el mundo ha adquirido una atmósfera neblina, onírica… pero sé que estoy despierto. Lo sé, más que nunca, cuando miro a mis espaldas y veo que la puerta del dormitorio está abierta. Bajo su marco, delante de mi, me encuentro al ser mirándome fijamente, avanzando lento y en silencio. No puedo describir su rostro; un solo segundo de contemplar al acechador ha inundado mis ojos de lágrimas. Cegado, con el pánico invadiendo mis venas, desapegado de todos y del mundo, salto por la ventana para unirme a mi amada en la muerte. Mi amada; esa criatura dulce que hace sólo unos minutos era todo mi mundo… convertida en algo que no era ella. Convertida en algo mejor (pechos de “quita y pon”, qué lujo), quizá… pero algo inesperado. Caigo lento, lento y en silencio… y temo que de alguna manera, ese ser de ojos vacíos y macabros ha envenenado mi espíritu con algo que ningún hombre en este mundo desearía llevar consigo; ni en vida, ni hacia la muerte.
Y, de repente, el gran océano blanco. Como tantas y tantas veces, no hay más que luz. Esa luz que es la esencia de todo cuanto existe parece sólida ante mis ojos. Es un todo fluorescente, sólido y etéreo, más allá de la nada tangible que se llama realidad. Un canto de sirena parece venir de todas partes, succionando el veneno con tiernos labios que enmarcan la placentera punzada de un éxtasis no místico.
Mi cuerpo ya no cae en el vacío. Ahora, el abismo me envuelve y me hace flotar como una medusa que, cadenciosamente, se mece en el fluido de la desidia. Ya no temo el veneno, porque yo soy el veneno. Frente a mí, la parca alarga sus huesudas manos y me cede su guadaña, cuyo opaca tonalidad escarlata contrasta con el blanco circundante del mar de las esencias. Revestido de muerte, miro al cielo, que no es más que la nívea extensión de un infinito homogéneo, y veo una bandada de horrendas arpías, que, volando en círculos, graznan el mismo canto que antes entonaban con voces de sirenas. Sé que me llaman por mi nombre en un lenguaje de gritos que hielan la sangre. He de seguirlas. ¿O no? Una voz familiar, a mi espalda, parece no estar de acuerdo. Todo a mi alrededor gira con estrépito, gira tan rápido que parezco estar dentro de un plano cinematográfico donde se suceden miles de flashback, miles de recuerdos anteriores que inciden sobre mi maltrecho corazón. ¿Qué me está pasando? ¿Acaso esa voz está guiando mi camino hacia un final preestablecido? Por más que mi mente luche, tengo que aceptar que no hay vuelta atrás? Yo no quiero seguir a nadie. No quiero ser uno más de esos mercenarios que van detrás de aquel al que creen su superior. No quiero seguir unas voces que no sé de quien provienen. Pero ¿quién me garantiza que esos sonidos que tanto me martirizan, no sean mi propia voz?
"¿Qué hora es? lo llevo claro, ya no importa. Todo es tiniebla aquí fuera". Una sensación lasciva le invade el espinazo, las purulentas lenguas de la sombra lamen su piel.. "mi estómago, tengo acidez, la boca me sabe dulce..." ( en su mano un paquete de Kinston lleno de hierba)
"YA NO ERES TÚ". Un reptil bífidus activus, de la tribu de las kefiroides, se descuelga de la rama de un árbol.
Hilario detiene su paso, hipnotizado por su infinita mirada. "YA NO".





Cadáver exquisito. Los autores nunca aparecieron