René: Buenas noches, querido amigo. ¿Qué se cuece por esos lares?
Litus: ¡Me temo que no mucho compañero! Cocer es un proceso verduril, habitual en gente sin alma que no conoce el valor de una buena chistorra a la parrilla;
más propio de una vaca, tal vez.
René: Me alegro mucho por ti. Por lo que veo, sigues interesado en los seres vivos.
Litus: Desde luego, y no sólo para comerlos. Me interesa profundamente este ser vivo que soy. Largas conversaciones hemos tenido tú y yo sobre la religión y,
aunque te suene extraño, ahora estoy ocupándome de la fe. ¿Acaso no incita esto en ti una pregunta/dilema/cuestión?
René: Pss,¡ la verdad es que no me matas, querido amigo! En mi opinión, hace mucho que estás con la fe. ¿Acaso no incita esto en ti desazón/alivio/sorpresa?
Litus: ¡Podría, si así lo considerara! Pero mi fe de antaño, aquella fe en lo que dicen otros, no es una fe que me sirviera de mucho. No, yo ahora prefiero tener
fe en mi mismo; en lo que puedo crear a mi alrededor. ¿Sabes de lo que te estoy hablando compañero?
René: ¡Cómo no podría saberlo! Hablamos de fe, al fin y al cabo. Y sé muy bien de ti que tu fe no existe en una religión dogmática y mucho menos en una secta de tipo
integrista. De tipo integral, quizá; ya sabes, hay que cuidarse.
Litus: Tu fe tampoco bebe de sucias fuentes, por lo que veo. Dime una cosa, tú que ya estás crecidito, tú, cuyo cuerpo ya produjo todo el manto capilar que debía:
¿Acaso no pierdes una gran cantidad de valiosa energía en ocuparte de lo que piensan los demás?
René: Mi fe, querido amigo, es católica sólo en sus formas. Y en cuanto a tu pregunta, no, no gasto mucha energía. Como bien sabes, en los últimos años ha habido
enfrentamientos (o cruces de ideas) con mis padres, por mi relación y posterior matrimonio (y ahora por mi futuro viaje a México, este destierro voluntario que he elegido), pero esos
enfrentamientos son muy esporádicos, breves y, déjame decirte, de poca intensidad. Podría decirse que no estoy hecho para el cuerpo a cuerpo. Unto mi alma en aceite
y se escurre entre manos ajenas; ¡se hace lo que se puede! En cuanto a la eterna cuestión de la fe, nunca discuto con nadie por eso. Por lo que a mi respecta,
que cada uno piense y crea lo que mejor le sepa. O deje de pensar y creer, claro…
Litus: Mm, comprendo. A veces pienso que yo, en mi juventud, espero a tener dinero, maldito y sagrado dinero, para sentir completa autoridad moral ante ciertas
decisiones. ¿Ante papá y ante mamá, quizá?¡ Qué frase tan ridícula, tan aberrante, la que te acabo de decir! Reiría de ella si no temiese que es bien cierta, compañero.
René: No te precipites, en nada es ridículo o aberrante. Baste decir que en este sistema, es la independencia económica lo que te hace un hombre, del mismo
modo que en ciertas tribus es volver al poblado con una buena y jugosa pieza de caza.
Litus: Pues fíjate que últimamente he llevado a casa una licenciatura y algún que otro título. Es posible que mi querido clan todavía lo esté digiriendo,
porque se les ve tranquilos y en calma. A lo que voy, compañero, es: ¿y si la voracidad de un clan nunca se sacia? Ahí entro yo, no me cabe duda; entro
yo y mi capacidad de liberarme de las expectativas de otros.
René: Ah, ¡cuánto me recuerdan tus frases a los escritos de mi querido Castaneda! Pero mira por donde, me da la impresión de que lo que llevas mucho
tiempo intentando sin conseguirlo es liberarte de tus propias expectativas.
Litus: ¡Ahora me perturbas, compañero! ¿Acaso crees que lo mío ya no tiene que ver con las expectativas de otros? Responde, ¡por dios y por la virgen!
René: Sí y no, piénsalo: de cierto modo, sería una liberación convencerte de que los demás están en lo cierto.
Litus: ¡Esclava liberación!
René: ¿Esclava? ¡Oh, desde luego! Pero nunca se sabe, ¿no es cierto? Hay quien prefiere librarse de sus expectativas propias y cumplir las de otros,
sin más. Visto de este modo, podría decirse que creer que nada merece la pena es liberador. No creas, a mi me ocurre algo de esto con mi padre,
en el sentido de que soy el único de sus tres hijos que no es músico como él.
Litus: Si tu padre estuviera descontento porque sólo dos terceras partes de su descendencia son como él, ¡sería preocupante!
Ya ha tenido bastante el hombre, te lo digo yo, que más que eso es vicio.
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