La ciudad se cubrió de paraguas a última hora de la tarde, aunque el cielo de algodón mostró un atardecer rosado a los pocos que disfrutaban de una bebida en las terrazas de los pisos más altos. Dentro de un apartamento cualquiera, tras una ventana rodeada de otras muchas ventanas, un reloj anunciaba una hora en punto. Cuando las sombras se hacían ya dueñas de la estancia, ¡flash!, un haz anaranjado proveniente del sistema Autoluz penetró por la rejilla. “Y aquí pueden ustedes contemplar el romántico atardecer de Huerto Cano”, se dijo Denkel con sarcasmo.
Una silueta apareció repentinamente en el umbral de la puerta.
“No recuerdo haberte llamado…” -dijo Denkel sorprendido.
“Disculpe señor, pero tengo el deber de recordarle que no puedo retirarme sin antes…”
“No tenía que haberte comprado esas malditas Zeiser. Te comportas de manera extraña, el modo sigilo es demasiado sigiloso”
“Disculpe señor. Antes de retirarme señor, le recuerdo que ha de encomendarme las tareas para mañana, puesto que usted estará de viaje”.
Denkel se dejó caer en la cama y apoyó la cabeza sobre las manos. "maldito saco de circuitos... ahí puede quedarse, durante horas, en silencio, a la espera de una respuesta. Es algo siniestro. Aún recuerdo cómo me asustaban de pequeño, desde que los ví por primera vez, pero la fascinación no duró mucho y se desvaneció sin más... supongo que han llegado a formar parte de nuestras vidas casi sin darnos cuenta: en los sloks, en las tabernas, en los centros de rehabilitación y, por último, en nuestras casas... ¡ROBOTS DE ÚLTIMA GENERACIÓN!, recuerdo haber escuchado en la TV, amigables, obedientes, ¡EFICACES! Incluso he llegado a encariñarme con Flaca, no sé si porque lleva ya muchos años con nosotros o porque simplemente es una Bot de segunda mano, lo cual me resulta todavía extraño. Nunca me he atrevido a preguntar por qué a los robots se les tiene que distinguir, cuando al final todos acaban en el desguace o, peor aún, en el mercado nocturno".
Tras unos minutos de espera, Denkel se levantó y abrió un cajón. Allí guardaba su nanoagenda y la abrió con cuidado, muy despacio, para tratar de impacientar a WO7. Se rascaba de vez en cuando la cabeza aparentando indiferencia y cansancio mientras tecleaba la fecha correspondiente, tratando de adivinar, a través del silencio, las ráfagas que atravesaban el procesador del Bot. "Esa especie de ronroneo, esa aparente quietud delatada por sus propias entrañas, el constante maquinar de una máquina…"
“Disculpe señor. Le recuerdo que mañana ha de estar de vuelta a tiempo para hacerme un chequeo. Le estaría muy agradecido por ello, señor”.
“Claro, haré lo posible por llegar cuanto antes… pero creía que los de tu serie tenían incorporado el sistema de análisis”.
Se acercó a WO7 y le introdujo la información de la nanoagenda en uno de los puertos de su cabeza. En ese momento se vio en el espejo, al lado del Bot. Sintió que se le nublaba la vista, que se debilitaba… era la imagen de aquella máquina, de perfil, junto a él, lo que le estremecía. Le asaltó la duda de si el Bot tendría la capacidad de captar de alguna manera las sensaciones que le invadían en aquel momento. No lo anunciaban por TV, tampoco era una característica propia de sus capacidades y funciones, pero...
“Bueno, ya está. ¿Todo correcto?”
El Bot asintió y, mientras se dirigía al ascensor, articuló algunas palabras de despedida que Denkel no se esforzó en escuchar, asomando sin embargo la cabeza, mirándolo mientras se alejaba poco a poco. De repente, WO7 se paró en seco y dio media vuelta:
“Disculpe señor. ¿A qué hora quiere que me active mañana?”
“Supongo que hasta que no arreglen a Flaca tendrás que despertarte antes”, Denkel miró su reloj con apremio, “de hecho como no te des prisa vas a descansar realmente poco”, dijo, y cerró la puerta. Pero no pudo evitar seguir observándo a través de la mirilla mientras WO7 esperaba al ascensor. Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando le pareció verle mirando a su vez de reojo hacia la puerta.en homenaje a "blade runner" y "un mundo feliz"