17/9/11
Parloteo inane
Hola, buenas tardes. Como le decía, voy a explicarle el asunto para que quede claro: si todo resultara ser como usted dice, entonces no tendríamos ningún problema con esta cuestión. Pero claro, si resulta que al final me viene usted y me dice que si tal, que si cual, yo en verdad le digo que no es oro todo lo que reluce. Porque, de acuerdo, usted ha dicho lo que ha dicho y no es que yo le diga que no; lo que ocurre es que si, después de todo, aquella persona no ha querido, resulta que estamos en las mismas. Que sí… que no se me ha ocurrido otra cosa. Que sí… que a usted tampoco. Pero, ¿acaso había otra alternativa? ¿Lo sabe usted? ¿Lo sabe él? La respuesta es obvia: puede que sí. Pero mire, todo es relativo en esta vida excepto la propia vida y la muerte. Pero no se apure: de charlatanes está lleno el mundo. Lo que a mi me gustaría es que, si no me ve nadie, yo pueda acercarme al sitio o quedarme en casa por igual. Estamos como siempre pero nada sigue igual, ¿sabe? No obstante, el “quid” de la historia lo estamos pasando por alto. Es lo siguiente: cada día que usted descuente una hora a la hora de mañana, dos horas menos serán incluidas en su haber. ¿Por qué? Pues porque así está establecido. Lo que tiene que entender es que esto no es un “aquí te pillo aquí te mato”, porque esto es un proceso, ¿entiende? Lo que sí puede decirse es que esto es un “no parar”. Pim, pam, pim, pam, usted ya me entiende. Pero bueno, si queremos cambiar la forma de proceder, pues… ¡hágase!. Porque, si usted tiene dos euros y yo tengo quince, ¿quién sale ganando? Lógicamente, el vecino de en frente. Aquí no hay medias tintas, ¿sabe? Una cosa es que yo le diga que no puede ser, y otra bien distinta que usted diga lo mismo. Las cosas en papel, obviamente, son más reales que en persona. Pero, ¿qué me dice de internet? Yo le digo que nada, absolutamente nada. Como le dije, vayamos por partes: primero, todo tiene su bueno y su malo. Segundo, no hay nada tan seguro como que nada es seguro. Tercero, las hojas caen en otoño. Habiéndolo planteado yo de esta forma, ¿qué duda le cabe a estas alturas? Mañana me pasaré por el lugar y, si usted no decide hacer lo mismo, nos veremos allí. Quedamos en esto entonces. Y es que hay gente para todo, mire usted. ¿Estamos o no estamos? En menuda coyuntura nos hemos puesto, siempre llegando hasta el fondo sin rozar la superficie.