14/9/11

sniff V

La respiración abdominal completa se realiza en una suave y continuada expan­sión de los pulmones que comienza por abajo, no por arriba. Primero se inhala lentamente el aire hacia la parte inferior de los pulmones, dejando que el diafragma se dilate y se infle como un globo hacia la cavidad abdominal. Cuando el diafragma está completamente dila­tado, entran en acción los músculos intercostales para abrir la caja to­rácica y llenar de aire la zona media de los pulmones. Y cuando la caja torácica alcanza su mayor expansión, un pequeño esfuerzo final alza un poco las clavículas para que entre el aire en las angostas bolsas su­periores de los pulmones. En este punto, los hombros tienden a en­corvarse y el cuello a contraerse, de modo que, cuando la inspiración está completa, hay que relajar y aflojar deliberadamente los hombros y estirar el cuello. Acto seguido, deje que se hunda la «burbuja» de aliento pecho abajo, en dirección al ombligo, empujándola hacia el diafragma.
Al reducir el número de inspiraciones y espiraciones por minuto a menos de la mitad, la respiración diafragmática incrementa notable­mente el rendimiento respiratorio, ahorra esfuerzo al corazón y con­serva la energía vital. Los taoístas no miden la longitud de la vida con­tando cumpleaños, sino contando respiraciones y latidos del corazón: cada respiración y cada latido que ahorre ahora prolongará su vida más tarde. La respiración diafragmática proporciona un poderoso im­pulso a la circulación de la sangre, enviándola hacia todo el organismo sin provocar ningún esfuerzo al corazón, y aumenta en gran medida la capacidad pulmonar. Por cada milímetro de más que el diafragma se dilate durante la inhalación, la capacidad pulmonar aumenta en un volumen de 250-300 ml. Recientes estudios realizados en la China continental demuestran que la mayoría de los principiantes en el arte de la respiración profunda aumentan la dilatación de su diafragma en un promedio de 4 mm tras sólo 6-12 meses de práctica, lo cual signi­fica que en menos de un año han aumentado su capacidad pulmonar entre 1.000 y 1.200 ml.

Sea cual sea la postura que decida adoptar para sus ejercicios res­piratorios, tenga siempre en cuenta los siguientes puntos básicos:

• Antes de empezar, quítese todas las joyas, relojes y gafas, y afloje cuellos y cinturones. Evite cualquier opresión sobre la superficie del cuerpo, sobre todo en la cintura, y evite también todo material sinté­tico que pueda aislar su cuerpo del campo eléctrico de la Tierra.
• Siempre que le resulte posible, practique al aire libre, a poder ser descalzo o, al menos, con calcetines o zapatos de cuero. Ofrezca la máxima superficie descubierta a la acción ionizante del viento, el agua y el sol, pero evite las brisas frías. La práctica junto a una masa de vegetación resulta muy beneficiosa, porque las plantas enrique­cen el aire con oxígeno y exudan su propia clase de Qi. Por eso los chinos de las ciudades acostumbran a practicar en parques públicos. Cuando esté bajo techo, practique cerca de una ventana abierta en una habitación bien ventilada pero sin corrientes.
• El horario es importante. Las mejores horas para practicar la respi­ración son, con mucho, de las 3 de la madrugada a las 7 de la ma­ñana, cuando las energías Yang positivas se alzan con más fuerza en la atmósfera, y entre las 11 de la noche y la 1 de la madrugada, cuando las energías cósmicas Yin ceden su predominio a las Yang. Para obtener los mejores resultados, practique dos veces al día: por la mañana temprano, antes de desayunar, y por la noche justo antes de acostarse. No practique durante la hora siguiente a una comida y evite las bebidas frías hasta veinte o treinta minutos después de haber terminado la sesión. La respiración profunda acumula energía caliente en el «mar de energía» situado bajo el ombligo, y la inges­tión inmediata de un líquido frío puede ocasionar graves conflictos de energía.
• Las mujeres embarazadas y las personas que padezcan alguna clase de fiebre o de hemorragia interna no deben practicar la respiración profunda.
• Mantenga la columna recta, pero no rígida, todo el tiempo. Una co­lumna agarrotada o encorvada puede bloquear la circulación de la energía por los canales de la espalda, interrumpiendo así su libre flujo entre el sacro y la coronilla. Es especialmente importante man­tener estirada la parte posterior del cuello, pues por ahí llega la energía al cerebro desde los centros inferiores. La forma correcta de estirar el cuello es recogiendo la barbilla hacia el interior, hacia la garganta.
• Durante la respiración se debe mantener la mirada sin enfocar y los párpados entornados a fin de evitar distracciones visuales. Dirija la vista al suelo, sin esforzarlo, a cosa de uno o dos metros por delante de los pies. Vuelva la atención hacia el interior, mediante la visuali­zación mental de la región del ombligo y los órganos que hay de­trás.
• En la fase final de la inhalación, los hombros tienden a encorvarse, lo cual tensa el cuello y obstruye el flujo de energía hacia la cabeza. Asegúrese de mantener los hombros sueltos, relajados y bajos du­rante toda la sesión.
• Mantenga los labios cerrados pero sin apretar los dientes. La lengua debe estar firmemente apoyada en el paladar, tras los dientes supe­riores, a lo largo de todo el ejercicio. El hecho de levantar la lengua hacia el paladar estimula la secreción de saliva por dos conductos si­tuados bajo la misma. Esta saliva recibe el nombre de «rocío dulce» (gan lu) y debe ser tragada, pues contiene enzimas sumamente acti­vas y muy beneficiosas para el estómago. Por el contrario, cualquier mucosidad procedente de los pulmones o la nariz debe ser escupida, ya que, a diferencia de la saliva, los mocos son un producto de dese­cho. Asimismo, la lengua apoyada en el paladar forma un puente que conecta los dos canales de la órbita Microcósmica que se reú­nen en el velo del paladar. A no ser que la lengua esté firmemente apretada contra el paladar, la energía no halla ningún camino para cruzar desde el paladar a la garganta.
• Concentre el oído en los sonidos internos de la 'respiración y los lati­dos en vez de permitirle que distraiga su mente con los sonidos ex­ternos. Procure practicar en un lugar tranquilo sin ruidos artificia­les, aunque los sonidos naturales del viento, el agua, los pájaros, etcétera, pueden incluso facilitar la armonía del espíritu. Algunos adeptos utilizan tapones auriculares para favorecer la interiorización de la conciencia durante la respiración y la meditación.
• Puede mejorar considerablemente la respiración profunda mediante un ligero control consciente del aparato nasal. Durante la inspira­ción, ensanche deliberadamente las aletas de la nariz; esto aumenta el volumen de aire inspirado y aumenta su turbulencia en los con­ductos nasales, permitiendo una mayor extracción de Qi. Fíjese cómo los animales ensanchan y contraen rítmicamente las ventanas de la nariz a cada respiración, «probando» el aire a medida que lo «ingie­ren». Debido a la atrofia de la musculatura nasal en el hombre civili­zado, la respiración está inhibida. La apertura consciente de las ven­tanas de la nariz también ayuda a concentrar la atención en el proceso respiratorio.
• En el corazón de todo el proceso respiratorio se halla la mente. La mente es un diablillo escurridizo al que no le gusta concentrar la atención durante mucho tiempo, y muestra una poderosa tendencia a divagar a la ventura por los siempre cambiantes mares del pensa­miento y la fantasía. Los taoístas chinos la califican de «mono jugue­tón» y los yoguis de la India la comparan con un «caballo salvaje» que no quiere dejarse embridar. Ya sabemos que «el espíritu go­bierna la energía». Por consiguiente, si el espíritu está «ausente» du­rante los ejercicios respiratorios, la energía carece de gobernador y se limita a vagar sin objeto, dispersándose y fugándose en lugar de acumularse y circular. Estudios recientes llevados a cabo en la China continental demuestran que, cuando se practica la respiración pro­funda con la mente bien concentrada en determinado punto del cuerpo, este punto se calienta y registra una fuerte carga eléctrica. Esto está plenamente de acuerdo con las observaciones de Chang Rui, director del instituto médico imperial durante la dinastía de los Sung del Sur (1127-1279):



La mente es el general de la energía. Allí donde va la mente, la energía la sigue. Cuando cierta parte del cuerpo está enferma, uti­liza la mente para dirigir la energía a la zona afectada y la pertur­bación se corregirá.
Los maestros taoístas engloban a los ojos, oídos, nariz, lengua y cuerpo bajo la denominación de los «Cinco Ladrones» de la respiración y la meditación, pues literalmente le «roban» a uno la atención mental necesaria para controlar el aliento y la energía. Así pues, los adeptos deben aprender a «aprisionar» interiormente a los Cinco La­drones mediante la deliberada concentración de la conciencia senso­rial en el interior, fijándola en los órganos y centros de energía antes que en los objetos externos.
No se desaliente si al principio su mente sigue galopando en todas direcciones. La cosa es bastante parecida a educar a un niño: hay que aplicarse a la tarea con una combinación equilibrada de disciplina y paciencia, día tras día. Pronto aprenderá sus propios trucos para con­trolar la mente, tales como «sobornarla» para que se calle durante media hora a cambio de la promesa de un capricho favorito para más adelante. Cuando empiece a sentir calor en ciertos órganos o partes del cuerpo, y el cosquilleo de la energía que asciende hacia el cerebro por los canales dorsales, eso querrá decir que ha comenzado a lograr la unidad de mente y aliento, de espíritu y energía. Con el tiempo, podrá enviar una corriente de energía a cualquier órgano, glándula o miembro que necesite terapia, con sólo concentrar allí su atención mental mientras respira.
La armonía entre mente y aliento es la clave fundamental de los ejercicios respiratorios y del control de la energía. Sin claridad y pre­sencia de espíritu, la práctica de la respiración no pasa de ser un ejer­cicio físico higiénico que tonifica los pulmones, da masaje a los órga­nos y favorece la circulación de la sangre. A fin de alcanzar ese nivel de la práctica en que la respiración se utiliza para absorber, acumular y distribuir la energía por las redes de circulación del organismo, la mente debe poseer un dominio completo del cuerpo y la respiración, y usted debe tener el dominio completo de su mente.