10/12/11

poeman


Hoy aún estoy esperando
en este tirar de la noria
que sigue obligándome,
este mundo de asuntos prácticos
cuando la satisfacción y la utilidad
no es aún evidente.
Durante el día me llega el mundo de la academia,
del bien saber de las lenguas modernas
y el ruego silencioso, de rodillas, entre llantos,
de un ser desesperado en petición masiva
de reafirmar su inteligencia,
de un ser que por asuntos de risa
llegó a la clase al altar mayor,
a donde ser llamado ¡profesor!
es tres cuartas partes de su tarea.
Lleva a sus espaldas, en sus hombros
un sistema de mil toneladas,
tal peso que causa bostezo,
y desea la compra y venta de todos nosotros.
La comunicación, si así se llama, degrada;
es un  negocio fingido, sucio,
de intenciones de fachada,
de tanta o cuanta frecuencia
con que vea nuestra cara: boquiabierta
como atenta a su sapiencia;
es la visión de un alumno
perdiendo su tiempo a conciencia.
Maldito el mundo de las palabras,
sin padre, sin madre, bastardo, perdido;
¿Cuántas evidencias mal explicadas,
desviadas por la torpeza de un adulto
del continuo tiempo,
nos llevan una vida entera?
No vais a robar más siglos de tiempo a mi vida,
que como todas acaba de nacer y
como a todas poco tiempo le queda;
un mundo de mentirosos que hurtan el espíritu,
un mundo niño, confuso, torpe;
hay días que toco y no siento mi piel,
mi piel de camaleón que se hace basta, gruesa, ajena;
amanezco como amanecer pueden mis motivos,
y camino sin quererlo
porque al no hacerlo lo echo de menos,
y reposo sin quererlo
porque al andar me siento un esclavo;
esclavo ficticio de morales carentes de vida,
verdadero preso de papeles que pasan de manos,
 del deber de ganarse la vida,
del comer para ser, del hacer para sonreír,
de ganarse poder no morir
en un mundo que no sabe de la muerte
y nada sabe de las heridas.

Durante la noche, que vuelvo a ser yo,
los asuntos de la vida rebosan vacuidad.
Sonrío ante lo que pienso,
como quien tiene cuidado al pensar.
Es lucidez de dejar la vida
al desnudo, arma de doble filo,
de acero oxidado o diamante:
lucidez depresiva a veces,
otras veces de alegría exaltada;
algunas noches consigo que
ni lo uno ni lo otro ocurra,
es ahí donde encuentro la vida;
ya no la dejo en pañales grises
como vida que pare suciedad,
ni es pañal bordado en flores
inundado en litros de perfume,
y es sólo la vida desnuda,
que sabe de importar sin importancia,
que sabe lo que yo no sé,
que me dice de no ser
sastre torpe de emociones.
No tengo nada que decir
porque todo la vida lo dice,
porque sólo lo que no se expresa
se hace comprender como debe:
disensiones, rodeos y reflexiones
que sólo buscan ahorrarse a sí mismas.




J