13/2/12

ay! ya no hay

Hoy del mundo se fue otro perro
que estaba más cojo que ciego;
una inyección de médico hosco
le llevó dirección cielo,
más allá de donde
vuelan los vencejos.
Aún siento pasear mis dedos
por su pelo suave, matoso y negro,
pero no noto más que polvo,
resignado a que se fuera
esta bestia bella y serena.

A pesar de estar domesticado,
su instinto en acción
me dio siempre la lección
con su fugaz indiscreción
cuando el asunto
se antojaba serio.
Su horá llegó a mediados de febrero,
cuando ya saludan las flores
y nacen los secretos.
Sin embargo,
ahí yace mientras tanto
inerte, en una sala oscura
donde solo gotea un grifo,
esperando a la ceniza
en completo silencio,
ser caído en sacrificio.

Su presencia sin respiración,
segada por una letal solución,
muestra su cuerpo ingenuo.
Sufrió mucho por culpa de la cadera,
pero ahora su rostro se muestra,
de ajeno, tan impávido,
que mi terror por la eutanasia
se esfumó con su último aliento
a través de su lengua cobriza.