- Maestro, ¿tiene sentido estar vivo?
- Estás vivo porque debes estarlo. Porque es posible. ¿Qué más quieres saber?
- Pero, que sea posible no significa que tenga sentido.
- Todos los que estamos aquí estamos porque debemos estar. Así lo ha dispuesto el Universo, por la sencilla razón de que es posible. Estamos en el Universo porque somos el Universo. ¿Qué más sentido puedes pedir?
- Pero puede que no seamos nada. ¿Y si todo esto no es más que una proyección, un sueño?
- ¡No me cabe duda de que todo esto es un sueño!
- ¿Y me lo dice así? A mi me inquieta profundamente la posibilidad de que no seamos nada. ¿Cómo puede saberlo?
- Lo sé porque lo experimento en cada segundo de mi vida. Y sin embargo, fíjate: tócate. Date unas palmadas en el pecho y luego mira a tu alrededor. Estás aquí, en esta maravilla. ¿A qué viene tanta preocupación con determinar si el Universo es real o no?
- ¿No le parece que es una determinación importante?
- Es la menos importante de todas.
- Me dice que la vida es sueño y luego me dice que estamos aquí. ¿No le parece eso un poco confuso?
- La confusión nace de hacerse preguntas inútiles. No te estoy diciendo que sea imposible determinar la existencia: te estoy diciendo que tal determinación no existe. Que tú decidas inventártela es algo bien distinto.
- Pero, ¿no se vuelve real en el mismo momento en que me la invento?
- Tómate unos segundos para escucharte a ti mismo. ¡Líbrese el mundo de los filósofos! Te aconsejo que dejes las preguntas y desarrolles tu atención. Querer agarrar el mundo constantemente con preguntas es una falta de respeto hacia el mismo. Las preguntas no están para eso. Procura contemplar lo que te ha sido dado y respétalo con alegría.