28/2/12
nocturne
Ya se disponía a dormir cuando por la pequeña apertura de la ventana vio que asomaba una esfera reluciente. Agarró los prismáticos y brincó hasta la cama. Quería observarla desde un lugar único e íntimo bajo la manta. Pero lejos de mostrarse, la esfera se ocultó con un antifaz de neblina, su superficie palideció y se desplomó hasta desaparecer tras la silueta de un tejado en ruinas. El mundo entero sin ruido, sin luz, sin seres, nocturno...
Enchufó la lámpara fluorescente de emergencia que guardaba en su guarida para las noches de intenso escalofrío. La forma alargada de ésta le servía para apoyarla entre el colchón y la manta, improvisando así una pequeña tienda de campaña. Sacó su estilográfica y un cuaderno amarillento y se acomodó para escribir, mientras por una pequeña apertura se aparecía de nuevo la hermosa y la llena.
Algo afuera acarició, luego rasgó, luego palpó los troncos de la cabaña. El horizonte devoraba la luna con la insana parsimonia de una araña. Un ciprés con la punta recortada se revolvía agitado a través de la ventana, pillándose las ramas, como queriendo refugiarse dentro.
Era muy tarde ya... y lo vio por casualidad. Una presencia inmóvil encaramada en aquel tejado, junto a la chimenea. Un merodeador de las madrugadas delatado por el fulgor astral. Una sombra sigilosa, un testigo de otro mundo que escrutaba sus dominios. Y se descubrieron mutuamente. Su mirada se cruzó con la de aquel ser de tiniebla transparente, ampliada por la óptica de la lente y el prisma de su mente magnificó el terror. El escalofrío le petrificó los músculos.
Fue aquella noche... le vio saltando del tejado a una rama y de la rama al vacío. De pánico se mordió la lengua y degustó su sangre con placer. "Esto vienes a buscar"
Agradecido, a la luna le otorga voluntad. Su resplandor le sugiere mundos reales de fuerzas supranaturales. Su oscilar soberano ayuda a vislumbrar el dominio de las bestias errantes. Un rasguño en el cielo que deja traspasar la luz sempiterna con la que se proyectan los espectros, un ámbar áspero semejante a la bilis que rezuma este planeta, un cuajo iridiscente que guarda su secreto tras las cortinas de la noche... ahora la mira y sabe que está viva. La criatura huye de la mirada humana y astral, vaga por los campos entre las ciudades buscando alimañas con las que alimentarse escondido en un bosque, en silencio y oculto entre la vegetación... aunque aquella noche estuvo realmente cerca.
¡Qué arriesgado buscar luz en la tiniebla sin la guía de la fiel compañera!