Abandonad toda esperanza,
la genética del mono no asume otro riesgo.
Como el astronauta a la deriva que espera
la llegada de un meteorito
que acabe con la incertidumbre,
devenir sufrimiento, cerrar los ojos.
Unificarse,
equilibrarse,
fornicar,
el dinero,
la estima,
palmadita o braguetazo,
el mono y su arma de paz,
la autodestructiva arma de paz,
la mona moda del “yo primero”,
pesar y guerra, la cotidiana rutina
de ocupar tu puesto,
saciar tu hambre,
invertir en la escala,
herir la humanidad,
morder la humanidad.
A los que sueñan otra vida,
a los hombres buenos,
a los que luchan y sus armas
son palabras,
a los que aún sonríen,
a los que aún lloran,
a los que aún regalan besos,
los guerreros, los valientes,
los amantes.
¡La revolución!
¡La revolución!
Abandonad toda esperanza.
Hay que dejar que mueran los niños,
hay que seguir exportando el hambre,
hay que explotar a los pobres
y a las putas, hay que vender armas
y hacer la guerra,
patear estómagos y partir los cráneos,
porque vivimos en el dogma
del mono de moda.
Y es que esto de la evolución,
si no cotiza en bolsa,
es un menester poco rentable.
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