Somos caduca herramienta,
polen integrador del universo,
carne organizadora del caos primero,
mártires de las cosas
en simbiosis de existencia.
Y nuestro débito,
el enigma del contrato por ser
su anhelo,
barro con suerte, fruto de amor.
Se contemplan, se ordenan
y adquieren consciencia
en la transparencia de unos ojos.
Cada cual abraza su porción de nada,
y con una varita mágica
es chispa creadora.
Hilo, tobogán de la luz al mundo,
generosidad vital que trae cruces,
espigas y sonrisas de niños condenados.
¡Ah, libertad de celda inexplorada!
Aquí los días son montes de grano
en los que revolcarse desnudos,
mansiones de colores,
abismos amnióticos,
horizontes de esperanza
sin atisbo de muerte.
Todo confluye, conspira
y se alimenta en estas cuatro paredes;
piden, en su paciencia de labranza,
razón de ser, instante sacro,
el gozo de abarcarlas
con tacto de feto.
Nos pertenecen, pero nadie escapará
a su último reclamo más allá de la nada.
Mi corazón late, que ya es algo,
y reposo escuchando el rumor de ola
que embebe en su espuma a toda obra.
T