Aunque viva usted en un clima saludable, con un poderoso campo eléctrico natural, igualmente puede verse privado de sus beneficios si calza zapatos de goma, se viste con fibras sintéticas y vive en un recinto cerrado entre muebles de plástico, pues todo esto aísla el cuerpo de la electricidad atmosférica tan completamente como su revestimiento de goma aísla los cables eléctricos. Para hacerse una idea de la auténtica vitalidad, pruebe a caminar descalzo, sin sombrero y ligeramente vestido con prendas de algodón por un campo o jardín abierto cuando la hierba aún conserve el rocío de la mañana, respirando al mismo tiempo rítmica y profundamente. Como nuestros cuerpos sirven de conductores para el Qi atmosférico que desciende continuamente desde lo alto, debemos descargar el exceso de energía hacia la tierra a través de nuestros pies. La hierba húmeda de rocío actúa como un poderoso polo magnético cuando se camina descalzo sobre ella, absorbiendo la energía del cielo a través del cuerpo. Por eso es preferible practicar Qigong al aire libre, a ser posible descalzos y vestidos con ligeras prendas de alguna tela natural.
Los tejidos que asimilan la energía iónica negativa del Qi del aire durante la respiración son los que revisten los senos y cavidades nasales, siendo éste el motivo de que, en los ejercicios respiratorios, la inhalación deba hacerse siempre por la nariz. Aunque la piel y los pulmones también absorben pequeñas cantidades de Qi, cuando se trata de detectar y extraer la energía biónica del aire, «la nariz es la reina». Por ejemplo, la nariz es lo bastante sensible como para captar los efluvios de una rosa desde el extremo opuesto del jardín y distinguirlos del aroma de un clavel. Eso es porque el aroma es Qi y posee propiedades bioactivas cuando se aspira a través de las sensibles terminaciones olfativas de la nariz.
La energía bioactiva de los olores y la capacidad de la nariz para absorberla y utilizarla terapéuticamente quedan puestas de relieve por la eficacia de la aromaterapia, que en Oriente se viene practicando desde hace milenios para la curación de enfermedades. Los médicos árabes de la Edad Media comprobaron las notables propiedades de los aromas cuando observaron que los perfumistas y fabricantes de incienso rara vez sufrían los estragos del cólera que regularmente asolaba las regiones del Cercano Oriente. La aromaterapia utiliza los aceites esenciales de ciertas plantas aromáticas para curar dolencias específicas, presentando los aromas en forma volátil a los nervios olfativos de la nariz, que están directamente conectados con el cerebro y con los meridianos de energía. Estos aceites esenciales son segregados por glándulas especiales que las plantas poseen en su raíces, tallos, hojas y flores. Los botánicos comparan tales secreciones con las hormonas que segregan los animales.
El Clásico del Emperador Amarillo declara: «la esencia se transforma en energía». En otras palabras, cuando los aceites esenciales de una planta aromática se evaporan en el aire, liberan su energía en forma de fragancia, y esta energía es absorbida por los nervios olfativos cuando una vaharada de aroma llega a la nariz. La aromaterapia funciona únicamente con aromas derivados de fuentes naturales vivas, tales como flores, semillas y raíces. Los aromas sintéticos poseen «olor», pero no energía, y cualquier nariz sensible puede percibir claramente la diferencia. En 1960, la revista médica francesa L'Hôpital publicó un artículo del Dr. J. Valent sobre aromaterapia, que explicaba este mecanismo de la siguiente manera:
Transportado por el torrente circulatorio, el aroma ionizado de las plantas impregna todos los rincones del cuerpo, revitaliza poderosamente las células polarizadas y descargadas, corrige las deficiencias electrónicas al recargar las baterías biomagnéticas y dispersa los residuos celulares al disolver las sustancias viscosas y enfermas de los líquidos corporales. También oxida los residuos metabólicos tóxicos, refuerza el equilibrio energético, libera el mecanismo de la oxidación orgánica y la autorregulación y llega a los pulmones y riñones, por donde es eliminado o exhalado sin dejar restos.
Ésta es una forma rebuscada de decir que los aromas naturales llevan una potente carga concentrada de energía bioeléctrica activa que entra en el cuerpo por las mucosas de la nariz y rápidamente ejerce marcados efectos terapéuticos en todas las células y tejidos. Un ejemplo obvio lo vemos en el hecho de oler sales: basta una vaharada de este poderoso agente aromático para revivir al instante a las personas desmayadas, sacudiendo su cerebro con una fuerte descarga de bioenergía absorbida directamente por la nariz.
Así empezamos a comprender la importancia de la nariz para una correcta respiración y para el equilibrio energético, y la importancia del aire como fuente de la bioenergía vital. Veamos ahora más de
cerca el maravilloso pero mal comprendido aparato nasal. Los rinólogos (especialistas de la nariz) enumerán hasta 30 funciones vitales diferentes en la nariz, tales como humedecer y calentar el aire absorbido filtrar el polvo, modular el paso de aire, percibir los olores y muchas otras. El esfuerzo de respirar por la nariz es aproximadamente un 150 por ciento superior al de hacerlo por la boca, con que resulta evidente que la Madre Naturaleza tenía pensada alguna razón concreta cuando diseñó ese aparato, pues de otro modo no habría permitido tal derroche de energía.
En el interior de la nariz hay tres grandes protuberancias, con convoluciones como las de una concha marina, que agitan y desvían las corrientes de aire que entran para volverlas «turbulentas», con lo que
cubren una superficie interior mucho mayor. Estas protuberancias, llamadas «turbinados», también humedecen y calientan el aire para que no afecte negativamente a los sensibles pulmones con su frialdad y sequedad. Ésta es la razón de que los naturales de los fríos países nórdicos y las secas regiones desiertas suelan tener una nariz prominente y alargada, con estrechos agujeros: el aire frío y/o seco de su medio ambiente entra en la nariz más lentamente y debe recorrer una mayor distancia sobre los cálidos y húmedos turbinados antes de llegar a los pulmones. En cambio, los naturales de regiones calurosas y húmedas tienden a poseer una nariz corta y aplastada, con amplios agujeros, porque el aire que respiran ya es de por sí húmedo y caliente. En los climas fríos y/o secos, los adeptos deben exhalar siempre por la nariz a fin de reponer el calor y la humedad extraídos de los turbinados durante la inhalación con el calor y la humedad procedentes de los pulmones. En los climas calurosos y húmedos, exhalar por la boca no sólo resulta permisible, sino a veces incluso preferible, como método idóneo para expulsar el exceso de calor del cuerpo.
Toda la cavidad nasal está recubierta de membranas mucosas que retienen el polvo, las partículas y los microbios del aire, y los eliminan por la nariz junto con el aire gastado o por la garganta, enviándolos hacia el estómago con las mucosidades. Cuando la nariz está sana, esta capa de mucosidades se mantiene en constante movimiento gracias a unos finos cepillos denominados «cilios», que barren las mucosidades sucias hacia la garganta para que sean digeridas y eliminadas en el estómago. Cuando la capa de mocos se vuelve demasiado seca, se forma el característico «tapón» de una nariz obstruida, y a los cilios les resulta imposible barrer las mucosidades. Esto provoca una acumulación de residuos tóxicos en los conductos nasales, lo cual, a su vez, hace que el aparato respiratorio se vuelva vulnerable a los resfriados y a la gripe. Cuando los mocos son excesivamente líquidos, la consecuencia es el «goteo posnasal».
La capacidad de las membranas nasales para absorber Qi y resistir las infecciones viene determinada por la calidad y la cantidad de las mucosidades, que a su vez depende mucho de la dieta y la eliminación.