XXI.
Mi mente es un sueño
que ya nunca olvido,
perdido en el fuego celeste
que me ata a la madrugada,
nacida del llanto
de quien espera en vano
que llegue el final
de la noche.
No son las espadas
ardiendo en mi pecho
lo que en estos tiempos me angustia,
no son inquietudes de aquél
que la vida entiende,
es el grito nacido en susurros
de un absurdo temor sin nombre.
Y así divago por los rincones.
No es disperso quien no está unido,
sino el que busca un eco lejano
nacido de un norte olvidado
ubicado en el vientre,
de la pánica felicidad,
del miedo a sentirse alegre.