XXIII.
Has querido hundir en la tierra
en esta noche que se presenta
tus manos que sueñan,
temblorosas cuando pueblan
un mundo de verdes y azules.
No ha dejado de ser el tiempo
el que te pierde,
el que te ubica,
y no es tan extraña
la razón que te está
acercando a mi suerte.
Los años me atravesaron
y me han henchido de vida,
me laten y me sonríen
mientras quito las cenizas
de otro cuerpo que ya no soy.