- Buenas tardes compañero. Dale un golpe de ojo a este enlace: http://www.portaloaca.com/articulos/politica/931-el-chollo-de-ser-politico-cosas-que-todas-las-personas-deberian-saber.html?sms_ss=facebook&at_xt=4de4071eb592ebdd%2C3
- Nos hace ver qué es lo que nos gobierna en realidad: una especie de empresa deshonesta y desorganizada.
- Interesante, me hago una idea… y aun así, Felipe Caledrón, presidente de Mexico, cobra el doble que Zapatero. Eso en un país donde la Renta per cápita es la tercera parte que en España. Total, que el político bueno es el político muerto. ¿Me he pasado?
- Psss, hay cosas peores con las que pasarse, pienso yo. Y es cierto que, sin duda, los hay que están peor.
- Sí. Eso nos lleva al tema que dejamos pendiente el otro día: ¿qué se puede hacer?
- Acampar en la calle no, desde luego. Más bien, entrar en el sistema y usar el cerebro para mejorarlo… y para variar.
- Se notan claramente tus influencias libert-arias, amigo mio.
- No te lo discuto. Aunque no quiero aparentar convicciones ideológicas. Hay personas que son incapaces de defender ideas que no son las suyas, y no sólo por rechazo sino por pura incapacidad. Yo estoy casi en el otro extremo.
- Hay personas de principios, sin duda. Ya cambiarán si saben lo que les conviene, diría una amiga mía. Ojalá no cambien tanto, diría yo. Y sí, tú eres lo contrario, todo un Marxista. Porque ya sabes lo que dijo Groucho Marx, “esto son mis principios; si no le gustan, tengo otros.”
- Así se habla. Aunque, según una amiga mia, soy un “borrego ignorante que pasa de todo mientras el mundo se viene abajo.”
- No, tú no eres de los que pasan y no creo que seas ignorante. A pesar de que tú y yo no somos iguales, creo que para ambos sirve eso de “barre tu cuarto y espera que los demás hagan lo mismo.”
- Cierto, cierto. Pero hay quien entiende la conciencia social como algo más disperso; nos piden barrer nuestro propio cuarto y el de los otros.
- Que enseñen el suyo primero, que les haré la prueba del algodón. A mi me sorprende que más de una persona me ha dicho que tengo mucha conciencia social. Cosa curiosa, para alguien con tintes misántropos como yo. Mónica, que me conoce mucho mejor, diría más bien algo como “tú amas a la gente, pero no a las personas.”
- Creo que ahí Mónica exageraría. El problema, al menos en mi caso, es que hay muchas personas estúpidas en este mundo.
- Ahí coincidimos sin problemas. El gran problema de la sociedad es la ignorancia. O la estupidez, si lo prefieres.
- Depende de lo amable que uno se sienta. Y es verdad. Aunque precisamente por eso, cuando veo a una persona que está en sus cabales, lo aprecio y agradezco lo máximo posible.
- El problema es que el hecho de que una persona no sea ignorante no te garantiza que sea buena. Podríamos dividir (mal verbo, pero qué le vamos a hacer) a las personas en tres grupos: los buenos, los malos y los tontos. Los malos dominan a los tontos y los buenos, en muchos casos, se hacen el tonto.
- Ya. Es que estoy seguro de que cualquier persona mala es ignorante. Una persona mala puede que sepa, pero no utiliza lo que sabe como debe.
- Muy amigo de Platón tú. Puede que tengas razón: conocimiento no es lo mismo que sabiduría. De la misma forma, educación no es lo mismo que enseñanza.
- Exacto.
- Yo soy de la opinión que cada uno tiene que superar sus propios obstáculos. Una cosa es educar y enseñar, y otra sacar las castañas del fuego. Lo que me pregunto ahora es hasta qué punto son los ignorantes culpables de su propia ignorancia.
- Para eso hay que preguntarse, ¿podría yo o cualquiera haber hecho las cosas en esta vida de otra manera? Y ahí entramos en el tema de la libertad. Un tema angosto. Yo creo que la libertad es una ilusión. Pero como ilusión, hay que disfrutarla.
- Veo que la temática empieza a globalizarse. Confieso que creer en un determinismo absoluto es, paradójicamente, liberador.
- El otro día leí que el sabio es aquel a quien ninguna verdad pertuba.
- Será porque las conoce de antemano.
- O porque el hecho de que sean verdades es suficiente para estar satisfecho. Lo que es, es. O así rezan los libros de autoayuda.
- Los libros de auyoayuda se resumen todos en una sola palabra: actitud. Y autoestima, pero esto depende de aquello.
- Dijo Juan Matus que cambiar simplemente la actitud no sirve de nada. Pero claro, él habla de un cambio en el hombre mucho más profundo que eso. Yo, por lo contrario, creo que la actitud es una herramienta humana con poder.
- Lo es. Y, ¿en qué consistiría ese cambio más profundo?
- En olvidarnos de nosotros mismos en todos los sentidos posibles.
- Eso lo podría haber dicho también Siddharta Gautama, por ejemplo.
- Sí, quizás Siddharta esté más cerca de lo que he dicho. Matus diría más bien que consiste en olvidarse de uno mismo, sí, pero luchando interiormente hasta conseguirlo.
- Ya sé que tú no eres portavoz de Matus, pero haré la pregunta de todas formas: si luchas contra ti, ¿quién eres tú, el que lucha, o aquel contra el que luchas?
- Tú eres aquel que lucha. Y no me refiero al tipo de lucha interna que todos tenemos, juzgándonos buenos o malos, justos o injustos, importantes o prescindibles, etc. Aquel que lucha no lucha por cambir nada. Simplemente por superarlo y luego, olvidarlo. Podría decirse que es el yo personal.
- ¿Podría decirse también “el yo potencial”?
- Según Matus, sí. Y también el yo esencial. Pero eso sería afirmar que sólo somos el que lucha, porque el otro no debe existir. Y yo aún no estoy seguro de si aquel contra el que se lucha es también nosotros, o simplemente una fachada superficial.
- Ya veo.
- Lo que está claro es que, sea una fachada o no, en este mundo nos ha tocado vivir con ella. Así que es mejor usarla y pulirla, en mi opinión. La vida es corta y no es producente considerar una enemiga esta estructura que hemos construido durante años. A menos, dice Matus, que sigamos el “camino del guerraro” y nos preparemos para una constante lucha “a vida o muerte” con nosotros mismos. Yo, de momento, me abstengo.
- Sin rechazar del todo a Matus, Buda o Chopra, que viene a decir lo mismo también, me parece mejor esto que dices ahora. Esto enlaza con lo que decíamos el otro día sobre Jesús. Me preguntabas si Jesús era un hombre. Yo venía a responderte que sí era un hombre... nada menos.
- Matus dijo, “un guerrero es sólo un hombre; un hombre humilde. Dejémoslo en que todo se reduce a ser lo más humano posible y dejemos de darle vueltas.
- Estoy de acuerdo, aunque el término “humano” se suele utilizar como excusa para muchos males. Como si ser humano significara sólo tener derecho a equivocarse.
- Sí, como si significara debilidad. Ese es el concepto más extendido, sí. Matus se reía de Castaneda cuando éste se quejaba diciendo “pero don Juan, yo soy sólo un hombre.”
- Curiosamente, no hay nada más alejado de la humildad que el complejo de inferioridad.
- Exacto, ahí iba. Cuando Matus se burlaba de eso, preguntaba “¿es que acaso sabes tú lo que es un hombre?” Me pregunto cómo casa todo esto con eso de que somos “hijos de Dios.”
- Pues creo que casa perfectamente, desde mi punto de vista. ¿Qué incoherencia ves?
- Ahora que lo pienso, ninguna. Si Dios no es humilde, que venga Él mismo y lo vea.
- Por supuesto que lo es. A no ser que te creas ciertas ideas de Dios que la sociedad cristiana en la que vivimos nos inculca desde pequeños.
- Yo creo que a estas alturas ya me las he descreído todas. En el fondo, la verdadera humildad es la característica más impersonal que podemos tener. Conoce lo bueno y lo malo de nosotros por igual, sin hacer más énfasis en esto o aquello.
- Ya sé que no te pareces mucho a un cura, pero te confieso que esta mañana tuve (sin motivo aparente) el arranque ateo más feroz que, tal vez, he tenido en mi vida.
- Vaya por Dios. Ah no, que por Dios no… ¿y eso?
- Pues ya te digo que no hay motivo aparente. Ni estaba deprimido ni nada por el estilo. De hecho, fue en ese momento en que uno está entre el sueño y la vigilia, justo antes de despertar del todo. Me puse a pensar en la muerte y empecé a sentir (más que a pensar) que no hay nada más allá de ella. ¿Por qué? Suelo tener pensamientos negativos casi incontrolables justo antes de levantarme todas las mañanas. No sé si eso tendrá algo de patológico, pero suelen tener que ver con el pasado o la economía.
- Cosas del furo interno. Me parece bien explorar ciertos terrenos más allá de lo acostumbrado de vez en cuando, a propósito o no. A mi me pasa igual por las mañanas, con más frecuencia de lo aconsejable. Pero, ¿acaso no me dijiste una vez que las mañanas son el momento del día en que te encuentras mejor?
- Así es. Ya te digo que eso suele ocurrir durante la fase más ligera del sueño. Una vez que estoy totalmente despirto y despejado, la cosa cambia y me encuentro en el momento más creativo y dimámico del día.
- Pues ahí no coincidimos, amigo. A mi esos pensamientos me persiguen toda la mañana, y sólo llegada la noche se han esfumado del todo. Eso en un día normal, claro. En un mal día, a veces no hay escapatoria hasta el momento de dormirse.
- Y tus sueños suelen ser agradables o eres propenso a las pesadillas?
- Casi siempre agradables, y las pesadillas las olvido pronto. Pero precisamente por eso, despertarme puede ser un fastidio a veces. Y no por las historias en sí, sino por ese estado de paz tan particular que tiene el sueño, independientemente de lo soñado.
- Ya imagino. Yo casi nunca recuerdo lo que sueño, pero cuando lo hago, no suelen ser más que versiones ligeramente alteradas de lo cotidiano. Hechos vividos algo deformados por el subconsciente.
- Mis sueños rozan lo extrañísimo a veces. En tu caso, quizás por ser más o menos normales es que no los recuerdas. O eso, o que sólo recuerdes los normales y los extraños los olvides…
- Me inclino más por lo primero. Nada que ver con un amigo de toda la vida que tenía la costumbre (inconsciente, claro) de soñar con helicópteros, situaciones propias de una película de Bruce Willis, y conmigo muerto.
- Inquietante. Yo aún sueño a veces con personas de mi infancia de vez en cuando. Lo que quiere decir, por extensión, que yo seguramente sigo apareciendo en los sueños de más de uno.