El mundo es aleatorio, imprevisible, y no tiene sentido por sí mismo. Frases como “no es justo”, “no me merezco lo que me pasa” y demás quejas del ser humano, no se aplican. En la vida no tenemos lo que merecemos… tenemos lo que tenemos, y darle vueltas a esto es una solemne pérdida de tiempo. Las leyes de la naturaleza van a seguir funcionando de la forma en que funcionan: impasibles, sin tener en cuenta la percepción personal de nuestra especie. Una especie de individuos que pueden ser una luz en la oscuridad o bien la maldad ignorante más dañina. Hoy pienso en mi vida… me parece importante, me parece que tengo un camino, que el karma hará lo que tenga que hacer, que todo mejorará… y cinco minutos después se desploma el techo en mi cabeza. Y se acabó mi vida porque el vecino de arriba ha tenido una inundación bestial y el fontanero no llegó a tiempo. O quizás llegue a vivir 120 años, no importa. Porque no existe nada (aparte del intento humano por mantener las cosas en orden) que haga que yo obtenga “lo que merezco”. Ni siquiera hay nada que garantice que obtendré lo que necesito. La naturaleza tiene un equilibrio, sí. Un equilibrio fascinante, incomprensible, delicado. Y puede romperse en cualquier momento sin importar a qué aspiremos. Y ni que decir tiene que si hay un Dios que vela por nosotros, que nos ama, su amor nos hace la vida un calvario. O puede que seamos felices… porque cualquier cosa es posible. Pero que ocurra lo uno o lo otro no responde a ningún motivo. Responde, simple y claramente, a que tengamos los cojones de seguir adelante y mejorar pese a todo.
Todos nuestros sentidos, nuestras intuiciones, nuestro conocimiento, nos dicen que si hay una fuerza que rige el universo, es una fuerza impersonal; porque pensar lo contrario es de una pedantería insoportable. Por tanto, todo lo que podamos desear o creer puede esfumarse tal y como surgió. Yo siento que sí existe tal fuerza. Que el Universo tiene un propósito. Pero ese propósito, sea cual sea, nada tiene que ver con lo que nosotros somos. Ni siquiera creo que, de conocerlo, sepamos identificarlo como un propósito. Que ese propósito nos sea ajeno tiene mucho sentido: si existe una fuerza, una causa primera, unos hilos tejiéndose en la realidad, tiendo a pensar que es la misma para todo el Cosmos. Y no va a cambiar en nuestro planeta por el hecho de que nosotros, los humanitos, estemos en él.
A mi, en lo personal, pensar así me resulta tremendamente liberador… en el día de hoy. Mañana, volveré a llenarme de cuentos y creencias “porque sí”, para así huir de la nada, del vacío al que tan pocas veces me enfrento. Siempre que pienso en esto, tengo pensamientos como los de este texto y pensamientos que buscan la fe y el propósito. Pero nunca me atrevo a pronunciarme ni en un sentido ni en otro. Normalmente, pienso: "tiene que haber una razón y una meta. Esperemos que sí", y ahí se acaba mi diálogo interno sobre el tema. Para que luego digan que ser optimista es lo complicado. Y lo más curioso, gracioso, ridículo, es que sintamos miedo sabiendo que el ser humano está completo: la vida está llena a rebosar así tal y como es, sin Dios ni justicia ni propósito, como un juego de dados. La aparente paradoja de la vida es que tiene sentido y nada le falta aunque pensemos lo contrario. Lo único que le falta a la vida es lo que nos empeñamos en añadirle. Por eso una antigua inscripción griega decía "Nada de más".
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