Mi fe es fe, nada más que eso.
Un desatino en la caverna de las verdades
que rumian en la oscuridad las vacas sagradas,
una niebla que se siente hasta en los huesos
en la noche del alma,
una confirmación lejana de lo que ya es:
aquí soy la encarnación de la nada,
aquí soy la encarnación del tiempo,
aquí soy con mi amigo miedo
y mi compañera muerte
que arañan en las tripas, y me aparto
a descansar a la linde del camino.
Aquí soy nítido y dispuesto,
como los dioses quieren que sea,
como polvo de estrellas en búsqueda constante
de la palabra esférica.
Algún día, y mi fe está en ello,
hablarán de amor los ángeles decapitados,
ya libres, en paz,
confirmados en guerreros de la luz,
multiplicando en su dicha todos los colores.
Pero mi fe es fe, y nada más tengo que eso.
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