La práctica de la meditación -y en este caso de la Meditación Zen, nos aporta importantes beneficios, similares a los cambios generados con la práctica de la oración profunda y la contemplación.
Haremos referencia a algunas de las tantas modificaciones que se generan, a partir de la práctica de la Meditación Zen, aportando datos extraídos del libro “BENEFICIOS DEL ZEN PARA UN OCCIDENTAL” de Marco Antonio de la Rosa Ruiz Esparza.
Desde el punto de vista científico se pueden observar cambios fisiológicos relacionados con la actividad mental del practicante. Entre los efectos fisiológicos podemos mencionar los siguientes:
Reducción de la tasa metabólica a 25-30 %.
Reducción del consumo de oxígeno total en 20 por %.
Reducción de la frecuencia respiratoria de 12-14 a 4-6 respiraciones por minuto.
Aumento cuantitativo de las ondas alfa en el E.E.G. (electroencefalograma).
Aparición de ondas zeta.
Reducción de la presión arterial a una medida de 20 % en los pacientes hipersensibles.
Aumento (hasta quintuplicarse) de la resistencia cutánea.
Modificaciones del Ph y del bicarbonato de sodio en la sangre.
Reducción en la producción de uropepsina.
Disminución del flujo cardíaco (flujo de sangre en el corazón) de un 25 %.
Entre los efectos psicológicos mencionaremos los más habituales:
Mayor capacidad intelectual y aumento de la energía y de la eficacia en cualquier tipo de actividad.
Mayor capacidad de reacción psicofísica.
Mayor calma e eliminación de la tensión mental y física.
Sensación y sentimiento de mayor seguridad y de prudencia al hablar y actuar.
Aumento de la capacidad creativa, de la productividad inventiva, del discernimiento, de la intuición y de la concentración (en el estudio, por ejemplo). O facilitación del aprendizaje y la memoria.
Pérdida del deseo de alucinógenos o de drogas depresivas, del alcohol, del tabaco, del café, o total eliminación de estos estupefacientes en las personas viciadas.
Atenuación de síntomas de algunos condicionamientos corporales, insomnio, hipertensión.
Retraso de variables relacionadas con el envejecimiento.
Mejor movilización de los recursos corporales para afrontar circunstancias intensas como accidentes, monotonía sensorial, infortunios, etc.
Disminución de la respuesta fisiológica a situaciones de estrés agudo y crónico. El estrés crónico afecta a niveles de cortisol, testosterona, THS, GH y LH. Los niveles de estas hormonas responden diferencialmente al estrés agudo y crónico. Se ha encontrado que en meditadores la respuesta hormonal es menor tanto en situaciones de estrés agudo como crónico.
Sumado a ello puede notarse cómo el practicante reconoce una serie de manifestaciones ajenas él, antes de iniciarse en su práctica meditativa:
Un notable ensanchamiento del margen de libertad interior en los procesos resolutorios (decisiones y opciones personales).
Un profundo sentimiento de armonía y equilibrio interior.
Una mejoría en las condiciones generales de su salud.
Un crecimiento de la sensación de felicidad y de alegría de vivir.
Se podría decir que la meditación puede ayudar a que la mente y el cuerpo sean más flexibles y, por tanto, se adapten mejor a las nuevas circunstancias tanto internas como externas; y que los cambios biológicos y psicológicos bruscos (respuestas biológicas y psicológicas a situaciones difíciles o muy estresantes) produzcan un “menor impacto” en los meditadores. Llegando incluso a sugerir que la flexibilidad y/o adaptabilidad biológica podría constituir uno de los correlatos biológicos de la expansión de la consciencia y, por tanto, del crecimiento personal.
Así la meditación podría definirse como atención vigilante, plena, sostenida y, desde esta perspectiva, el aprendizaje de la misma consistiría en un entrenamiento de la mente en su capacidad de dirigir y focalizar voluntariamente la atención. Este aprendizaje, en el que el entrenamiento de la voluntad forma una parte esencial, permite llegar a controlar el discurso interior mental. Este control permite percibir que el yo no es el pensamiento y este descubrimiento, a la vez que es esencial en los procesos de crecimiento personal, podría ser una de las puertas de entrada a la experiencia de otras formas de consciencia. A esto puede añadirse que la transformación se da en muchos aspectos de la personalidad: en lo moral, psicológico y hasta en el aspecto físico y fisiológico. Resultados que muchos consiguen sólo elaborar penosamente a lo largo de meses o años de psicoterapia.
El Zafu es apreciado y respetado en el Zen. No es un cojín vulgar, sino el asiento del Buda. El origen del Zafu se remonta al Buda Shakyamuni. Se cuenta que antes de inmovilizarse en Zazen, el Buda se fabricó un cojín de hierbas secas, con el fin de poder bascular la pelvis hacia adelante y poder apoyar con fuerza las rodillas en el suelo. De esta manera se consigue una postura estable y equilibrada y una curva lumbar justa.
Cuando llegamos delante del Zafu saludamos con las palmas de las manos juntas a la altura del pecho -Gassho-, manifestando así nuestro respeto hacia el lugar donde vamos a practicar.
Nos sentamos tranquilamente sobre el centro del Zafu, con la columna erguida en la Postura de Loto, Medio Loto o Postura de Diamante.
Haremos referencia a algunas de las tantas modificaciones que se generan, a partir de la práctica de la Meditación Zen, aportando datos extraídos del libro “BENEFICIOS DEL ZEN PARA UN OCCIDENTAL” de Marco Antonio de la Rosa Ruiz Esparza.
Desde el punto de vista científico se pueden observar cambios fisiológicos relacionados con la actividad mental del practicante. Entre los efectos fisiológicos podemos mencionar los siguientes:
Reducción de la tasa metabólica a 25-30 %.
Reducción del consumo de oxígeno total en 20 por %.
Reducción de la frecuencia respiratoria de 12-14 a 4-6 respiraciones por minuto.
Aumento cuantitativo de las ondas alfa en el E.E.G. (electroencefalograma).
Aparición de ondas zeta.
Reducción de la presión arterial a una medida de 20 % en los pacientes hipersensibles.
Aumento (hasta quintuplicarse) de la resistencia cutánea.
Modificaciones del Ph y del bicarbonato de sodio en la sangre.
Reducción en la producción de uropepsina.
Disminución del flujo cardíaco (flujo de sangre en el corazón) de un 25 %.
Entre los efectos psicológicos mencionaremos los más habituales:
Mayor capacidad intelectual y aumento de la energía y de la eficacia en cualquier tipo de actividad.
Mayor capacidad de reacción psicofísica.
Mayor calma e eliminación de la tensión mental y física.
Sensación y sentimiento de mayor seguridad y de prudencia al hablar y actuar.
Aumento de la capacidad creativa, de la productividad inventiva, del discernimiento, de la intuición y de la concentración (en el estudio, por ejemplo). O facilitación del aprendizaje y la memoria.
Pérdida del deseo de alucinógenos o de drogas depresivas, del alcohol, del tabaco, del café, o total eliminación de estos estupefacientes en las personas viciadas.
Atenuación de síntomas de algunos condicionamientos corporales, insomnio, hipertensión.
Retraso de variables relacionadas con el envejecimiento.
Mejor movilización de los recursos corporales para afrontar circunstancias intensas como accidentes, monotonía sensorial, infortunios, etc.
Disminución de la respuesta fisiológica a situaciones de estrés agudo y crónico. El estrés crónico afecta a niveles de cortisol, testosterona, THS, GH y LH. Los niveles de estas hormonas responden diferencialmente al estrés agudo y crónico. Se ha encontrado que en meditadores la respuesta hormonal es menor tanto en situaciones de estrés agudo como crónico.
Sumado a ello puede notarse cómo el practicante reconoce una serie de manifestaciones ajenas él, antes de iniciarse en su práctica meditativa:
Un notable ensanchamiento del margen de libertad interior en los procesos resolutorios (decisiones y opciones personales).
Un profundo sentimiento de armonía y equilibrio interior.
Una mejoría en las condiciones generales de su salud.
Un crecimiento de la sensación de felicidad y de alegría de vivir.
Se podría decir que la meditación puede ayudar a que la mente y el cuerpo sean más flexibles y, por tanto, se adapten mejor a las nuevas circunstancias tanto internas como externas; y que los cambios biológicos y psicológicos bruscos (respuestas biológicas y psicológicas a situaciones difíciles o muy estresantes) produzcan un “menor impacto” en los meditadores. Llegando incluso a sugerir que la flexibilidad y/o adaptabilidad biológica podría constituir uno de los correlatos biológicos de la expansión de la consciencia y, por tanto, del crecimiento personal.
Así la meditación podría definirse como atención vigilante, plena, sostenida y, desde esta perspectiva, el aprendizaje de la misma consistiría en un entrenamiento de la mente en su capacidad de dirigir y focalizar voluntariamente la atención. Este aprendizaje, en el que el entrenamiento de la voluntad forma una parte esencial, permite llegar a controlar el discurso interior mental. Este control permite percibir que el yo no es el pensamiento y este descubrimiento, a la vez que es esencial en los procesos de crecimiento personal, podría ser una de las puertas de entrada a la experiencia de otras formas de consciencia. A esto puede añadirse que la transformación se da en muchos aspectos de la personalidad: en lo moral, psicológico y hasta en el aspecto físico y fisiológico. Resultados que muchos consiguen sólo elaborar penosamente a lo largo de meses o años de psicoterapia.
El Zafu es apreciado y respetado en el Zen. No es un cojín vulgar, sino el asiento del Buda. El origen del Zafu se remonta al Buda Shakyamuni. Se cuenta que antes de inmovilizarse en Zazen, el Buda se fabricó un cojín de hierbas secas, con el fin de poder bascular la pelvis hacia adelante y poder apoyar con fuerza las rodillas en el suelo. De esta manera se consigue una postura estable y equilibrada y una curva lumbar justa.
Cuando llegamos delante del Zafu saludamos con las palmas de las manos juntas a la altura del pecho -Gassho-, manifestando así nuestro respeto hacia el lugar donde vamos a practicar.
Nos sentamos tranquilamente sobre el centro del Zafu, con la columna erguida en la Postura de Loto, Medio Loto o Postura de Diamante.