TEORÍAS Y MOVIMIENTOS EDUCATIVOS CONTEMPORÁNEOS
Hoy en día existe un número importante de enseñantes que sienten insatisfacción con lo que hacen y que desean educar de otra manera. Muchos de ellos están decididos por el cambio pero no dejan de preguntarse cómo llevarlo a cabo. Dicho cambio no debería quedar a la espera de la inspiración pedagógica de cada uno sino que las respuestas están ahí y se pueden conocer y valorar. El educador consciente no debería ignorar esos modelos anteriores fundamentados en la reflexión y en la práctica de otros. La tarea del educador tiene por lo tanto un margen de creatividad amplio pero también necesita del conocimiento científico acumulado al respecto.
El fracaso de las escuelas a la hora de enseñar se debe a que, lejos de facilitar el aprendizaje, lo dificulta, reduciéndolo a fórmulas y datos totalmente alejados de las preocupaciones y la problemática de quienes asisten a clase. Por un lado las escuelas suelen ser ghettos aislados de la sociedad que empujan al niño a desarrollar comportamientos diferentes para cada una de ellas. Por el otro, la escuela suele ser punto de partida o reforzadora de trastornos, síntomas y problemas e incide más en el individualismo que en la colaboración, poniendo de esta forma trabas a un adecuado desarrollo psicosocial de los individuos.
El autoritarismo que caracteriza a la escuela tradicional produce sumisión y amaestramiento, inhibe el diálogo, sujeta al niño en la escuela y resalta las labores de vigilancia sobre las de educación. El clima predominante es de temor y de miedo, lo que impide el florecimiento de la espontaneidad, que se ve obligada a desarrollarse fuera de la escuela.
Por último la escuela tradicional ha cumplido un papel social y políticos específicos, reproduciendo la realidad social que la ha originado y perpetuando por tanto la dominación y la discriminación social. El punto de partida de la educación de la escuela nueva es el “ aprender haciendo”, una idea que se centra en la actividad creadora y constructiva del niño, garantizando así un aprendizaje auténtico, vivo y real. Esta confianza, este respeto y esta libertad se hacen extensivos al grupo-clase. El maestro será el guía que va abriendo camino y mostrando las posibilidades a los niños, enseñándoles que el ejemplo vale más que la palabra. Las clases y las escuelas se entenderán más como grupos y comunidades que como la suma de entes aislados. En la práctica, se liberan tensiones a través de la discusión honesta y consigue que los niños eviten asociar a los maestros con otros adultos disciplinarios. Se trata de despertar el interés a través de las experiencias cotidianas de la vida, lo cual requiere un cambio radical tanto en los contenidos como en la forma de trasmitirlos.
TENDENCIAS RENOVADORAS DE LA ANTIGUA ESCUELA
1) Los reformistas: la Escuela Nueva
El movimiento de reforma está ligado al desarrollo de la Nueva Escuela. Esta línea de pensamiento traslada el eje educativo del adulto al niño, las necesidades de la sociedad a las necesidades del individuo y la educación a la medida de los educadores es adaptada a la medida de los alumnos. Los orígenes históricos de la nueva escuela se remontan al auge del capitalismo y sus consecuencias. Los nuevos educadores estaban convencidos de que los males sociales eran una consecuencia de los errores educativos y por ello insistieron en subrayar la importancia de la infancia, sus intereses espontáneos, su actividad, libertad y autonomía.
Por consiguiente, la escuela nueva se centró en preparar al niño para el triunfo del espíritu sobre la materia; respetar y desarrollar su personalidad; formar su carácter y desarrollar su intelecto mediante el trabajo manual; organizar una disciplina personal libremente aceptada y desarrollar su espíritu de cooperación. Para llevar acabo esta concepción del niño y del proceso educativo, se revisaron las antiguas estrategias educativas y se idearon nuevos procedimientos didácticos y unos nuevos objetivos.
2) El antiautoritarismo
Los autores afines a esta tendencia entendían que el peor mal de la escuela tradicional era su autoritarismo y consideraron que para edificar una escuela diferente hay que romper sumisiones y obediencias, instaurar un nuevo modelo pedagógico que tenga como eje fundamental la exaltación de la libertad del niño y del grupo en el que está integrado. Los anti-autoritarios se fijan la libertad como principio, como medio y como fin.
Ante todo, se trataría de suprimir todo tipo de coerción en la escuela, suprimiendo los exámenes, los premios y los castigos y el estilo magistral y autoritario. Para estos autores, educar en libertad exige utilizar métodos de enseñanza y de aprendizaje no impositivos y que quiebren la vieja jerarquía del conocimiento. El maestro es un instrumento más a disposición de los alumnos. Se considera que la naturaleza de los niños es fundamentalmente buena y se orienta por sí misma en una dirección positiva, la cual exige no construir barreras innecesarias, no actuar contra natura, la espontaneidad y los intereses de cada uno. La virtud de la comunidad educativa es que permite al individuo presentar sus problemas y al mismo tiempo le proporciona medios que le permiten enfrentarse a su resolución. Quien cura es el ambiente, el intercambio, el consejo de cooperativa o de asamblea y el papel del educador estriba en facilitar la creación de ese contexto. El estudiante aprende también a cambiar, a estar abierto a la evolución de su propia personalidad y a estar preparado a la incorporación de nuevos valores e ideas.
Bajo esta concepción el grupo se convierte en soberano y se hace hincapié en la toma de decisiones colectivas. La característica mas básica de las reuniones del grupo-clase es que en ellas el maestro renuncia a la palabra para cedérsela a quien no la tiene. De esta manera el profesor es uno más del grupo que alienta de manera sistemática el proceso de la toma de decisiones. En definitiva, la posibilidad de autogestionarse adquiere más valor educativo para los niños que un programa semanal de materias escolares.
3) El análisis socio-político.
Esta tendencia se centra en el sentido social y político de la escuela, proponiendo una escuela de talante socialista que una el trabajo intelectual con el trabajo material productivo y buscando la formación polivalente de los alumnos. El objetivo principal de las escuelas socialistas seria invertir su funcionalidad de modo que dejaran de servir a la reproducción de la división social del trabajo y la cultura. Esta perspectiva se centra sobre todo en liberar de la opresión ejercida por la ignorancia y la incultura. La realidad es que el sistema educativo es injusto y discriminatorio porque lleva a los hijos del proletariado directamente de la escuela a la producción y los trabajos subalternos. El sistema escolar es un poderoso filtro por el que atraviesan sin grandes dificultades los hijos de la burguesía y que retiene y expulsa a los hijos de las clases trabajadoras. Se puede decir entonces que la escuela no produce sino que reproduce. Es importante que esta nueva revolución escolar se lleve a cabo desde los diferentes estratos de la sociedad. Como Marx solía decir: “El único método que permite producir hombres plenamente desarrollados se realiza mediante una educación politécnica a través del trabajo”. La unilateralidad de la educación queda pues descartada, ya que el trabajo es la condición que posibilita una educación polivalente e integral.
ASÍ
Las tres tendencias aciertan en sus críticas a la vieja escuela de enseñanza y creo que hoy en día se dan en muchas escuelas elementos de todas ellas. Se podría decir que se han entendido, llegando a formar parte de la frustración del profesor, muchas de las facetas positivas pero no se ha podido prescindir de las antiguas maneras, y es que la infraestructura sobre la que se apoya la enseñanza es muy poco maleable. Y no es sólo la escuela moderna sino la sociedad moderna o la economía moderna.
A medida que iba leyendo el artículo, me sentía contagiado por una sensación de utopía, elemento que utilizan los que están en desacuerdo y que postulan con la idea del contrario extremo. Me surgió la idea de que lo que quieren hacer con los niños no puede conseguirse en este caldo de cultivo y que, antes de nada, habría que limpiar el polvo acumulado con una aspiradora muy potente y revolucionaria. Es evidente que la formación generalizada de individuos plenos y confiados conllevaría un cambio y un lavado de cara en la sociedad, sobre todo porque el crecimiento de ésta se debe en gran medida a la mengua de aquéllos, pero ¿hasta qué punto estará la sociedad dispuesta?
En mi opinión, y ya que la filosofía de la escuela está supeditada a las necesidades de la sociedad, es ésta la que tiene que dar el primer empellón (y de momento ya se han dado los primeros pasos), y luego ir tirando de la escuela hasta ponerse ambas a la misma altura y seguir de la mano. Supongo que este hecho se hará realidad con el paso constante de las generaciones y las nuevas ideas vayan sustituyendo a las anquilosadas, aunque derribar las diferencias sociales resulta tan recomendable como improbable.
Tendría que darse por fin una transición de la relación entre profesor-alumno, poco próspera en todas sus formas, a la relación real entre maestro-aprendiz. Por lo tanto tendríamos que echar la mirada atrás y aprender de los hechos pasados, del sentimiento de las antiguas civilizaciones. AsÍ pues enseñar, no educar, a los niños del presente, para buscar un futuro más transparente.