8/12/10

poetas en la roca

Una tarde de vacaciones en cabo de Gata. Al atardecer vimos unas sombras que miraban al sol desde la orilla de una calita escondida. Eran poetas en las rocas. Pensé que quizás era un precio demasiado alto el de permanecer atados allí, en silencio, sufriendo la erosión de cada golpe del mar. Está bien eso de hacer un trueque, sí, pero un trueque y nada más, pensaba. Sentí tristeza, pero fue fugaz porque no vi pena en sus rostros. Algo me llevé seguro, caer en la cuenta de que mis pensamientos no son míos.
Pasamos unos cuantos días más en aquella playa, algunos incluso nos acercamos y pudimos contemplar de cerca a los poetas enrocados, solemne su vista al horizonte. Pero llegó el momento de volver a nuestras exigencias. Nos despedimos de ellos. Su respuesta fue el chasquido de un cangrejo.

Hoy pienso en ellos y ellas, poetas en la roca. Si hay algo seguro, es la constancia de las mareas cargando contra las afiladas rocas, y los poetas seguirán sumergiéndose en el agua para vivir. Ya es otoño, las hojas se dejan caer con honor en un suelo estéril, aquí en la ciudad. En las calles iluminadas con antelación, pues en la playa aún será de día, pasean y se rozan bolsas de plástico de viandantes presurosos que buscan rebajas, ofertas, descuentos y paquetes de regalo. Muchos sueñan con lugares lejanos y estrellas, estrellas de hoteles, menús de pescados y mariscos, efluvios de otras culturas... Otras estrellas son, como las que bajo el agua véis, poetas en la roca, esas que yacen en el lecho arenoso y se abren con la noche reflejando chispas en su recreación. Bajo el mar no existe este otoño. Os imagino todavía y todavía allí, poetas, refrescando vuestros rostros con cada gotita de rocío, estáticos como balizas en la oscuridad total. Y sé que a pesar de vuestra inclinación y vuestras fantasías, necesitáis esas manos y esas estufas que descansan al pie de vuestras camas, sin cuyo tacto no seríais capaces de soportar tanto tiempo bajo las mareas; y tampoco podríais reír sin esas gamas de luces, consonantes todas, que la noche regala. Seguid bailando con la marea, aprovechad esas corrientes que os impulsan hacia arriba de vuelta a una realidad más, aunque sea por un momentito para atrapar el aire y ahondar de nuevo en pos de las perlas.