8/12/10

una farsa

Estaban ebrios de esperanza, dando golpes en la mesa emanando sudor, salieron de juerga y se partieron de la risa, comieron, bebieron, comieron y bebieron sin cesar. Tras el despilfarro volvieron a sus casas, borrachos como estaban de ilusión, se acostaron para encontrarse con la luz que siempre llega, momento en que la resaca de felicidad les golpeó en la cabeza. Y ocurría a menudo. Sus planes caían así en saco roto. Siempre se miraban a través de vasos vacíos de café, sus rostros inflamados, bajaban sus cabezas de nuevo y quedaban en silencio, quizás el último momento de pureza antes de una nueva ronda.
Como colofón a otra noche, corta pero reveladora, una vez más todo se manifestó tarde y a descompás. Como esos canales que atraviesan las ciudades, testigos de la vida de sus habitantes, tragaderas de desechos que transcurren sin protestar hasta evacuar en algún pobre afluente y que suelen dejar un rastro de espuma amarillenta en esquinas de agua estancada y en bocas de recipientes de plástico; como esas espumas de exceso, siempre sale a flote el cadáver, más o menos descompuesto, tarde o temprano los farsantes se arrepienten, los indecisos se inventan algun pretexto y los inocentes compran más boletos a ver si les toca algún premio de rebote: aunque sea un trago de alguna bebida espumosa.