Un individuo de espinilla volvía a la ciudad tras un viaje largo y agotador. En el último tramo antes de alcanzar el extrarradio, allí donde suelen prodigarse las chabolas de latón, el individuo fijó la vista en una maravillosa y exuberante florecilla que crecía en el borde el camino.
Engatusado por ella, olisqueándola en todo momento, llegó a la ciudad. Venía sucio, pero su rostro era el de un enamorado, sus mejillas eran dos hornos y sus ojos golosinas. Pero... ¿cuál sería el nombre de aquella hermosa flor? Aquella dama que esperaba al autobús sabría decírselo:
- Disculpe oh bella damisela que espera al autobús... ¿sabría usted decirme el nombre de esta púrpura flor?
- Es un cardo, hijo mío, un cardo borriquero.