16/12/10

another city

hoy el tiempo está como me gusta: suave ventisca, frente nuboso con fina lluvia oblicua que empapa el rostro del sudor de los cielos. Este frío de montaña agrieta y reseca la piel.
El ocaso se despide ya remilgado, los ceniceros tras las paredes no dan abasto. Jungla de conversaciones, cháchara que se funde con el humo.
Tras una dura noche en un rincón infestado de hormigas, allá fuera, aún persisten los ecos de gargantas irritadas de irritar. Hubo un momento en que hasta las farolas desistían de iluminar. Todo quedó en profundo silencio por un instante.
Alguien aprovechó para acostarse pero no fue suficiente. Las luces volvieron para indicar el camino a casa a los berreantes insolentes. Así pues, cansado empezaba un nuevo día.
Otro alguien recoge un desayuno del alféizar, una botella de licor y algo de queso que reposaban al fresco del rocío.
Afuera, restos moribundos al amparo exclusivo de la lluvia, pisoteados, pateados y barridos. Fue una reunión en torno a un botellón, el recuerdo durará poco, a este ritmo.
El humo vuelve a la escena en las calles, los expulsan los coches y los tragan aquellos que los conducen (y los que no)
En la habitación de al lado se escuchan roces y pasos... alguien durmió muy cerquita, quizás a tan sólo un metro.
No había lugar tan sórdido como aquella habitación, no había otra cosa que ver, mas que tejados, chimeneas e iluminadas ventanas tras las que se movían, como títeres, miembros de familias decentes.