2/12/10

predominio

Preludio de una emoción...
Cuando se atisba la caída del otoño, el cambio de estación. En ti pienso, Granada menuda, chiquilla graciosa y caprichosa, que manejaste a tu antojo mis voluntades.
Ya vienen los espíritus de la melancolía, ese humor musical emparentado con las bajas presiones, que acuden a reclamar sus honorarios. Sostienen su factura, al final de la cual impresa en grandes letras puede leerse: total de decisiones incorrectas "equis". Algunos corazones resisten sus ataques, pero en otros, la soledad que antes trotaba de alegría por las calles se vuelve contra sí, acorralada en una esquina como si vinieran en su busca los bustos de piedra ignorados por su estulticia.

Estas líneas quieren rendir homenaje a los estudiantes, que vuelven [de seguro otra vez, aunque yo no esté] tantos como estas gotas de lluvia, en cada callejón se respira ese candor de exculpación. Alguien se asoma desde el segundo piso de una fachada vieja y mira, con envidiosa alegría, en la calle un hombre cabizbajo vuelve la espalda mientras se aleja, los mira a sabiendas de su juventud marchita. Y es que acabada esa etapa, el horizonte cambia de color, ya no es esa línea recta que intercede entre el cielo y la tierra, sino que ahora es el sabor agrio de la cuenta atrás, curvo. El espejo roto es el futuro no contemplado, y que se evidencia de forma abrupta.

Así, tú, incierto provenir, inmundo para unos cuantos, sempiterno para el resto, debes retroceder. Cuando nos alcanzas nos zarandeas, nos golpeas el estómago y nos dejas sin respiración. Las moscas repelentes, las mensajeras del miedo, aprovechan la ocasión para picar con ansia en nuestra arcilla, sus ojos están rojos por el reflejo del crepúsculo, se embadurnan con ella y se marchan sonrientes, vuelven a tu refugio. Como el sudor que provocas, eres frío. Tu tacto quiebra el espacio dejando al hombre en su isla desesperado, incapaz de actuar, buscando amparo. Tus tretas son eso, tretas. Uno ha de morir maniatado por la indulgencia para esquivarlas.

Para finalizar el breviario, ya que sólo te he nombrado [Granada granadina], pues volveré a ti [no sé si en persona, sí en escritura], yo te fui [tú me fuiste] y me diste una victoria más [una ilusión más] .

Adiós de momento digo pues, a esos tiempos de volubles intenciones y brillos de vidrio [de birra] bajo la luna. El estadio académico no me guarda rencor, pues se han evacuado los rehenes sin heridos.
Ya sólo queda el más grande de los enemigos, incertidumbre destructora, pero ella tiene mi cariño, pues goza de popularidad y se deja derrotar en alguna que otra ocasión.