Términos en contradicho aparecen al acecho,
como de repente, inusitados,
delante de tu rostro a bofetadas se matan
y pintan cuadros de paisajes que no existen.
Al sobrepasar una barrera que solo ellos mismos conocen,
desisten, tiran la toalla, pues nada de nada
les termina de convencer.
Los verás siempre en grupo
haciendo piruetas de arena en la arena.
Las flores tiñen sus pétalos para atraer
mariposas e insectos que zumban
y giran, mas la flor a todos caso
no puede hacer y, quizás en alguna ocasión,
cuando hayan marchado,
deje entrever alguna maravilla
de esas que guarda en la azotea.
le oirás reír y reír, hablar y reír, cantar incluso,
pero las notitas no se detendrán ahí,
y seguirán subiendo
hasta la azotea,
donde la ropa tendida
en la brisa ondea,
y se deslizarán entre las telas
y saltarán al cielo para convertirse en gargantas de mirlos
y por las calles en humo de hierbay posos de café, alimentos y revistas pasados de fecha
harina integral, cenizas de tabaco.
no hay mucho más allí arriba,
todo desemboca en la boca de la gaita perezosa
esa que no suena hasta que la infle un pecho airado,
la gaita perezosa no suena y con tal de no seguir sonando
todo lo cuestiona:
la gaita dice, no es necesario que...
y se queda tan pancha esperando
a que alguien se atreva
a poner sus labios en su cuerpo y sacar una nota disonante.