28/12/10

edú k me


TEORÍAS Y MOVIMIENTOS EDUCATIVOS  CONTEMPORÁNEOS

Hoy en día existe un número importante de enseñantes que sienten insatisfacción con lo que hacen y que desean educar de otra manera. Muchos de ellos están decididos por el cambio pero no dejan de preguntarse cómo llevarlo a cabo. Dicho cambio no debería quedar a la espera de la inspiración pedagógica de cada uno sino que las respuestas están ahí y se pueden conocer y valorar. El educador consciente no debería ignorar esos modelos anteriores fundamentados en la reflexión y en la práctica de otros. La tarea del educador tiene por lo tanto un margen de creatividad amplio pero también necesita del conocimiento científico acumulado al respecto.

El fracaso de las escuelas a la hora de enseñar se debe a que, lejos de facilitar el aprendizaje, lo dificulta, reduciéndolo a fórmulas y datos totalmente alejados de las preocupaciones y la problemática de quienes asisten a clase. Por un lado las escuelas suelen ser ghettos aislados de la sociedad que empujan al niño a desarrollar comportamientos diferentes para cada una de ellas. Por el otro, la escuela suele ser punto de partida o reforzadora de trastornos, síntomas y problemas e incide más en el individualismo que en la colaboración, poniendo de esta forma trabas a un adecuado desarrollo psicosocial de los individuos.

El autoritarismo que caracteriza a la escuela tradicional produce sumisión y amaestramiento, inhibe el diálogo, sujeta al niño en la escuela y resalta las labores de vigilancia sobre las de educación. El clima predominante es de temor y de miedo, lo que impide el florecimiento de la espontaneidad, que se ve obligada a desarrollarse fuera de la escuela.

Por último la escuela tradicional ha cumplido un papel social y políticos específicos, reproduciendo la realidad social que la ha originado y perpetuando por tanto la dominación y la discriminación social. El punto de partida de la educación de la escuela nueva es el “ aprender haciendo”, una idea que se centra en la actividad creadora y constructiva del niño, garantizando así un aprendizaje auténtico, vivo y real. Esta confianza, este respeto y esta libertad se hacen extensivos al grupo-clase. El maestro será el guía que va abriendo camino y mostrando las posibilidades a los niños, enseñándoles que el ejemplo vale más que la palabra. Las clases y las escuelas se entenderán más como grupos y comunidades que como la suma de entes aislados. En la práctica, se liberan tensiones a través de la discusión honesta y consigue que los niños eviten asociar a los maestros con otros adultos disciplinarios. Se trata de despertar el interés a través de las experiencias cotidianas de la vida, lo cual requiere un cambio radical tanto en los contenidos como en la forma de trasmitirlos.

TENDENCIAS RENOVADORAS DE LA ANTIGUA ESCUELA

1) Los reformistas: la Escuela Nueva 

El movimiento de reforma está ligado al desarrollo de la Nueva Escuela. Esta línea de pensamiento traslada el eje educativo del adulto al niño, las necesidades de la sociedad a las necesidades del individuo y la educación a la medida de los educadores es adaptada a la medida de los alumnos. Los orígenes históricos de la nueva escuela se remontan al auge del capitalismo y sus consecuencias. Los nuevos educadores estaban convencidos de que los males sociales eran una consecuencia de los errores educativos y por ello insistieron en subrayar la importancia de la infancia, sus intereses espontáneos, su actividad, libertad y autonomía.

Por consiguiente, la escuela nueva se centró en preparar al niño para el triunfo del espíritu sobre la materia; respetar y desarrollar su personalidad; formar su carácter y desarrollar su intelecto mediante el trabajo manual; organizar una disciplina personal libremente aceptada y desarrollar su espíritu de cooperación. Para llevar acabo esta concepción del niño y del proceso educativo, se revisaron las antiguas estrategias educativas y se idearon nuevos procedimientos didácticos y unos nuevos objetivos.


2) El antiautoritarismo

Los autores afines a esta tendencia entendían que el peor mal de la escuela tradicional era su autoritarismo y consideraron que para edificar una escuela diferente hay que romper sumisiones y obediencias, instaurar un nuevo modelo pedagógico que tenga como eje fundamental la exaltación de la libertad del niño y del grupo en el que está integrado. Los anti-autoritarios se fijan la libertad como principio, como medio y como fin.

Ante todo, se trataría de suprimir todo tipo de coerción en la escuela, suprimiendo los exámenes, los premios y los castigos y el estilo magistral y autoritario. Para estos autores, educar en libertad exige utilizar métodos de enseñanza y de aprendizaje no impositivos y que quiebren la vieja jerarquía del conocimiento. El maestro es un instrumento más a disposición de los alumnos. Se considera que la naturaleza de los niños es fundamentalmente buena y se orienta por sí misma en una dirección positiva, la cual exige no construir barreras innecesarias, no actuar contra natura, la espontaneidad y los intereses de cada uno. La virtud de la comunidad educativa es que permite al individuo presentar sus problemas y al mismo tiempo le proporciona medios que le permiten enfrentarse a su resolución. Quien cura es el ambiente, el intercambio, el consejo de cooperativa o de asamblea y el papel del educador estriba en facilitar la creación de ese contexto. El estudiante aprende también a cambiar, a estar abierto a la evolución de su propia personalidad y a estar preparado a la incorporación de nuevos valores e ideas.

Bajo esta concepción el grupo se convierte en soberano y se hace hincapié en la toma de decisiones colectivas. La característica mas básica de las reuniones del grupo-clase es que en ellas el maestro renuncia a la palabra para cedérsela a quien no la tiene. De esta manera el profesor es uno más del grupo que alienta de manera sistemática el proceso de la toma de decisiones. En definitiva, la posibilidad de autogestionarse adquiere más valor educativo para los niños que un programa semanal de materias escolares.

3) El análisis socio-político.

Esta tendencia se centra en el sentido social y político de la escuela, proponiendo una escuela de talante socialista que una el trabajo intelectual con el trabajo material productivo y buscando la formación polivalente de los alumnos. El objetivo principal de las escuelas socialistas seria invertir su funcionalidad de modo que dejaran de servir a la reproducción de la división social del trabajo y la cultura. Esta perspectiva se centra sobre todo en liberar de la opresión ejercida por la ignorancia y la incultura. La realidad es que el sistema educativo es injusto y discriminatorio porque lleva a los hijos del proletariado directamente de la escuela a la producción y los trabajos subalternos. El sistema escolar es un poderoso filtro por el que atraviesan sin grandes dificultades los hijos de la burguesía y que retiene y expulsa a los hijos de las clases trabajadoras. Se puede decir entonces que la escuela no produce sino que reproduce. Es importante que esta nueva revolución escolar se lleve a cabo desde los diferentes estratos de la sociedad. Como Marx solía decir: “El único método que permite producir hombres plenamente desarrollados se realiza mediante una educación politécnica a través del trabajo”. La unilateralidad de la educación queda pues descartada, ya que el trabajo  es la condición que posibilita una educación polivalente e integral.

ASÍ

Las tres tendencias aciertan en sus críticas a la vieja escuela de enseñanza y creo que hoy en día se dan en muchas escuelas elementos de todas ellas. Se podría decir que se han entendido, llegando a formar parte de la frustración del profesor, muchas de las facetas positivas pero no se ha podido prescindir de las antiguas maneras, y es que la infraestructura sobre la que se apoya la enseñanza es muy poco maleable. Y no es sólo la escuela moderna sino la sociedad moderna o la economía moderna.

A medida que iba leyendo el artículo, me sentía contagiado por una sensación de utopía, elemento que utilizan los que están en desacuerdo y que postulan con la idea del contrario extremo. Me surgió la idea de que lo que quieren hacer con los niños no puede conseguirse en este caldo de cultivo y que, antes de nada, habría que limpiar el polvo acumulado con una aspiradora muy potente y revolucionaria. Es evidente que la formación generalizada de individuos plenos y confiados conllevaría un cambio y un lavado de cara en la sociedad, sobre todo porque el crecimiento de ésta se debe en gran medida a la mengua de aquéllos, pero ¿hasta qué punto estará la sociedad dispuesta?
En mi opinión, y ya que la filosofía de la escuela está supeditada a las necesidades de la sociedad, es ésta la que tiene que dar el primer empellón (y de momento ya se han dado los primeros pasos), y luego ir tirando de la escuela hasta ponerse ambas a la misma altura y seguir de la mano. Supongo que este hecho se hará realidad con el paso constante de las generaciones y las nuevas ideas vayan sustituyendo a las anquilosadas, aunque derribar las diferencias sociales resulta tan recomendable como improbable.   

Tendría que darse por fin una transición de la relación entre profesor-alumno, poco próspera en todas sus formas, a la relación real entre maestro-aprendiz. Por lo tanto tendríamos que echar la mirada atrás y aprender de los hechos pasados, del sentimiento de las antiguas civilizaciones. AsÍ pues enseñar, no educar, a los niños del presente, para buscar un futuro más transparente. 

16/12/10

pasión

¿No será cierto que, en determinados tipos de personas se da lo que vendría a ser la pasión escatológica? En lo que se refiere a los hombres, la pasión sexual se vuelve, si cabe, más fogosa cuando entra en escena un factor corporal ligado a nuestras necesidades más comunes y ordinarias, el líquido, la excreción y sus olores correspondientes, pues son aquellos elementos con los que más nos identificamos precisamente, los que conectan con nuestra génesis. De ahí que sea verdadera asimismo la afirmación que clama: "cuanto más decoro y escrúpulo, cuanto más artificio y fragancia, más alejado me siento de tu esencia femenina". Ya que tanto se habla del eterno desencuentro e incomprensión entre los representantes de ambos sexos, ¿no debería ser la paridad de nuestras necesidades más básicas, las más primordiales y viscerales, un buen punto de fuga para el encuentro sexual? Las mujeres sienten algo más cercano a esta propuesta pero, curiosamente, también es más acentuado ese refinamiento aristocrático suyo con el que pulen y asean este instinto que algunas deben sentir como repugnante.

another city

hoy el tiempo está como me gusta: suave ventisca, frente nuboso con fina lluvia oblicua que empapa el rostro del sudor de los cielos. Este frío de montaña agrieta y reseca la piel.
El ocaso se despide ya remilgado, los ceniceros tras las paredes no dan abasto. Jungla de conversaciones, cháchara que se funde con el humo.
Tras una dura noche en un rincón infestado de hormigas, allá fuera, aún persisten los ecos de gargantas irritadas de irritar. Hubo un momento en que hasta las farolas desistían de iluminar. Todo quedó en profundo silencio por un instante.
Alguien aprovechó para acostarse pero no fue suficiente. Las luces volvieron para indicar el camino a casa a los berreantes insolentes. Así pues, cansado empezaba un nuevo día.
Otro alguien recoge un desayuno del alféizar, una botella de licor y algo de queso que reposaban al fresco del rocío.
Afuera, restos moribundos al amparo exclusivo de la lluvia, pisoteados, pateados y barridos. Fue una reunión en torno a un botellón, el recuerdo durará poco, a este ritmo.
El humo vuelve a la escena en las calles, los expulsan los coches y los tragan aquellos que los conducen (y los que no)
En la habitación de al lado se escuchan roces y pasos... alguien durmió muy cerquita, quizás a tan sólo un metro.
No había lugar tan sórdido como aquella habitación, no había otra cosa que ver, mas que tejados, chimeneas e iluminadas ventanas tras las que se movían, como títeres, miembros de familias decentes.

8/12/10

¿Lo quiere con azúcar o con arsénico, señor?

Al fin había llegado el momento: 18 relucientes años a mis espaldas, cual patena pulida con cera y aliñada con brillantina. Era el momento de elegir una carrera, esa decisión crucial en mi vida que marcaría un camino lleno, sin duda, de impulso vocacional y grandes éxitos. “Voy a ser un hombre de letras, sólo pensarlo me llena de orgullo y me define. Iré a otra ciudad a realizar mis estudios, vivir por mi cuenta. Va a ser una maravilla. ¡Qué maravilla!
Bueno, ahora que la vida universitaria ha quedado atrás (y se aleja), puede decirse que efectivamente ha sido una maravilla; por lo bien que me lo he pasado más que por otra cosa. Sólo por todo lo que me he metido deberían darme la licenciatura en química. Y justo antes de acabar, empezó a oírse la palabra crisis en la televisión a diario. Más de dos años después, se sigue oyendo. ¡Qué mal momento para acabar la carrera! Pues no… patrañas. Quien busca trabajo lo encuentra, sólo hay que tener algo de paciencia. En Rumanía se mofan y befan, cual gallinas balcánicas, cuando ven a otros países quejarse de la crisis. Aquí la situación difícilmente podría ponerse peor, y ha sido así durante muchos años ya.
Así que uno decide empezar a mandar currículums por doquier, hasta que algo surge. Me llaman de una empresa, acudo a la entrevista. Allí me esperan tres mujeres que, tras verme pasar satisfactoriamente un test de C.I, se meten en un cuarto conmigo para saber quién soy mediante un bombardeo de preguntas; mira que tengo dicho que no me pregunten cosas que no sé, pero nada… arre que arre. Quieren saberlo todo: qué motivaciones tengo, si he trabajado antes (dónde, cómo, cuándo, por qué), cuáles son mis expectativas de carrera profesional, cuántos idiomas hablo, si soy ambicioso y tengo aptitudes de líder, cuántas veces me la meneo en mi orinada matutina… etcétera.  Luego me preguntan, “sólo por curiosidad”, cómo reaccionaría si un cliente estuviera al otro lado del teléfono gritándome al oído, colérico, con la vena del cuello del tamaño de un morcón de lomo de bellota, exigiendo una satisfacción.
Entonces me doy cuenta de que se trata de un trabajo infernal. Sólo aguantar a un ser humano que no quiere hablar contigo, sino tener resultados prácticos so pena de bronca, sólo tenerlo que aguantar una vez, hacía de ese trabajo una basura maloliente. El ambiente que se respira en la empresa nada más llegar,  las instalaciones, la gente, las prisas, todo indica que llegar 20 minutos tarde un día me costaría una reprimenda. El horario,  de 10 a 7 de la tarde. Y eso sin contar los 40 minutos necesarios para llegar al edificio a diario y otros tantos para volver a casa. TODO EL DÍA.
Decir que trabajas todo el día cada día de la semana, es decir que trabajas un mes entero sin descanso. Extendamos el proceso a años de trabajo en un lugar así, y nos encontramos con media vida dedicada a la productividad de una puñetera marca. Nadie va a decirme a qué hora trabajar, nadie va a exigirme dotes como liderazgo, carisma, trabajo en equipo, competitividad si quiero que me aumenten el sueldo… y por supuesto, nadie va a echarme una bronca por algo tan normal y tan humano como llegar tarde una mañana o quererme ir un rato antes porque ese día estoy hasta el rabo de trabajar. Una empresa es la versión “adulta” y magnificada de un jardín de infancia, así tratan al empleado. Claro que, el que sea feliz haciendo lo que le dicen, bienaventurado sea. El que sea feliz volviendo a casa cada día siendo de noche, a pasar su poco tiempo libre hasta que la hora del catre vuelva a llegar, esperando que llegue el viernes con anhelo, bienaventurado sea. Las empresas, especialmente las multinacionales, son así: trabajar en un despacho gigantesco con 30 personas más a tu alrededor, forjando la sociabilidad. “¿Puedes venir un momento, por favor?” “ ¿Te importaría hacer las cosas de otra manera? En la empresa no funcionamos así” “Este sábado vamos a quedarnos haciendo horas extra porque el proyecto tiene que estar acabado para el Lunes. Pero no te apures, esas horas se pagan el doble de lo normal”… “Vas a por un café, ¿puedes traerme uno a mí?” Sí señor, sí señor, no señora, mis disculpas señor, faltaría más señora. El café, ¿lo quiere con azúcar o con arsénico?
Volvamos al momento en que me encuentro ahí sentado con tres mujeres indagando en mi ser (cosa que no pueden hacer, porque les miento constantemente como un bellaco). En un momento dado se hace evidente la realidad: ellas no me están analizando a mí más que yo a ellas y a su forma de ganarse la vida. Que mire usted, a mi me parece bien, pero no la quiero en mis carnes. Entonces, repentinamente, me llega la certeza de que jamás trabajaría para ellos. Eso sí, la que está sentada a mi izquierda tiene unos ojos que sí que me gustaría ver en mis carnes. Siento como una corriente eléctrica que me nace en el pecho y se desplaza hasta mi rostro… ¡zasca! Y entonces me veo a mi mismo interrumpiendo su charla, levantándome, diciéndoles “quedarme un segundo más sería un crimen para mi alma; ni siquiera siento interrumpiros, como no siento haberos mentido para parecer lo que no soy. El sentimiento es indiferencia”, y salir por la puerta sonriendo, pero esta vez honestamente. Pero todo eso está en mi florida imaginación… la realidad es que ahí sigo, sentado, sonriendo en el momento oportuno y asintiendo con la cabeza. Poco sospechan ellas la escena llena de brutal sinceridad, autenticidad y, por qué no decirlo, falta de respeto, que se desarrolla en mi cabeza. Cuando la telepatía exista en un futuro, acabaré viviendo debajo de un puente y en la miseria. Aunque no creo que llegara a eso… el mundo se acabaría mucho antes.
Con todo esto no quiero decir que no sea amigo de la disciplina, de un cierto control, del trabajo duro CUANDO haga falta. De hecho me parecen cosas que una persona debe tener en mayor o menor medida. Lo que ocurre es que no tolero que todo eso me venga impuesto por otra persona. Sólo yo me permito inculcarme esas cosas a mí mismo, nadie más tiene ese derecho. Si esas cosas me vienen desde fuera, la virtud se acaba convirtiendo en una imposición contra la que lucharé haciendo justo lo contrario.  Para bien o para mal, así es como funciono; y empiezo a sospechar que hay cosas de mí que no van a cambiar ya.
A la semana de haber tenido aquel agradable cacareo de sobremesa con mis entrevistadoras, me llega un email de una de ellas. Lo empieza con el cálido saludo de “Querido candidato/a”, y me informan de que “vamos a buscar a otros candidatos”, como si no hubieran elegido ya a uno de entre los 15 que se presentaron conmigo para ese puesto. El hecho de que el email empiece así me hace pensar si realmente sabían mi sexo, si no debería haber marcado más paquete en mis oscuros pantalones de algodón… pero no. Es sólo un email prefabricado para rechazar candidatos, para no molestarse ni en mencionar mi nombre. Voy al supermercado a comprar una botella de aguardiente para ponerme fino. Pero que nadie se equivoque: lo hago para celebrarlo. Tan justo y necesario como saber lo que quiero y me gusta hacer, es descubrir aquello que no quiero hacer ni a golpes de látigo.
¿La solución? Bueno, soy traductor, y los traductores pueden trabajar de forma autónoma, incluso desde casa. El proceso para llegar a vivir de ello es duro, complicado, pero no importa… porque sería mi proceso. En este mundo donde muy pocos trabajos merecen la pena, al menos para mí, donde parece que la realidad económica nos ha hecho olvidar que vivimos en un mundo de seres humanos, la mejor idea que encuentro es la de montarme mi pequeño negocio; un espacio donde la capacidad de elegir vuelve a tener nombre. No soy ni mucho menos la única persona que piensa así, y muchos viven con una actividad y una rutina que en el fondo no quieren tener. Con una punzada de insatisfacción y fastidio cuando toca cumplir la jornada, pero intentando llenar su tiempo con pequeños alivios que anestesien lo que sienten para poder levantarse otro día más. Yo no quiero vivir acostumbrándome, porque con el tiempo el malestar se empieza a olvidar y se disfraza de otras cosas. Y quien así vive cree estar bien. Pero la verdad es que, en la mayoría de los casos, uno no sabe que ha vivido con dolor durante años hasta que ese dolor desaparece y se da cuenta de que se puede vivir mejor. Las grandes tragedias de la vida pasan, se superan. Igual que los momentos de alegría eufórica no duran, se apagan… por suerte, porque el verdadero estado de plenitud no es la fiesta permanente, sino la paz interior. Pero hay un malestar más grave que todo eso: es esa desazón sutil, constante, de fondo, discreta, de la que hay que ocuparse si no queremos que se quede con nosotros hasta el final de nuestros días.
Al final he conseguido un trabajo, con una actividad que me gusta; lástima que trabaje prácticamente gratis.  Esto es temporal y, como me dijeron hace poco, las cosas al final caen por su peso. Entonces miro a través de la ventana de mi oficina… ha empezado a nevar, los primeros copos del año. Hay maravillas que no entienden del pensamiento y detienen el mío propio. Así que me quedo de pie, mirando por la ventana. Y mañana ya se verá.

J


poetas en la roca

Una tarde de vacaciones en cabo de Gata. Al atardecer vimos unas sombras que miraban al sol desde la orilla de una calita escondida. Eran poetas en las rocas. Pensé que quizás era un precio demasiado alto el de permanecer atados allí, en silencio, sufriendo la erosión de cada golpe del mar. Está bien eso de hacer un trueque, sí, pero un trueque y nada más, pensaba. Sentí tristeza, pero fue fugaz porque no vi pena en sus rostros. Algo me llevé seguro, caer en la cuenta de que mis pensamientos no son míos.
Pasamos unos cuantos días más en aquella playa, algunos incluso nos acercamos y pudimos contemplar de cerca a los poetas enrocados, solemne su vista al horizonte. Pero llegó el momento de volver a nuestras exigencias. Nos despedimos de ellos. Su respuesta fue el chasquido de un cangrejo.

Hoy pienso en ellos y ellas, poetas en la roca. Si hay algo seguro, es la constancia de las mareas cargando contra las afiladas rocas, y los poetas seguirán sumergiéndose en el agua para vivir. Ya es otoño, las hojas se dejan caer con honor en un suelo estéril, aquí en la ciudad. En las calles iluminadas con antelación, pues en la playa aún será de día, pasean y se rozan bolsas de plástico de viandantes presurosos que buscan rebajas, ofertas, descuentos y paquetes de regalo. Muchos sueñan con lugares lejanos y estrellas, estrellas de hoteles, menús de pescados y mariscos, efluvios de otras culturas... Otras estrellas son, como las que bajo el agua véis, poetas en la roca, esas que yacen en el lecho arenoso y se abren con la noche reflejando chispas en su recreación. Bajo el mar no existe este otoño. Os imagino todavía y todavía allí, poetas, refrescando vuestros rostros con cada gotita de rocío, estáticos como balizas en la oscuridad total. Y sé que a pesar de vuestra inclinación y vuestras fantasías, necesitáis esas manos y esas estufas que descansan al pie de vuestras camas, sin cuyo tacto no seríais capaces de soportar tanto tiempo bajo las mareas; y tampoco podríais reír sin esas gamas de luces, consonantes todas, que la noche regala. Seguid bailando con la marea, aprovechad esas corrientes que os impulsan hacia arriba de vuelta a una realidad más, aunque sea por un momentito para atrapar el aire y ahondar de nuevo en pos de las perlas.

ensamblarse?

Un ensamblaje que subyace bajo toda construcción,
visible en este cosmos urbanita.
La multitud vive azorada entre las calles,
en muchas mentes tintinean monedas,
así como rotan ellas sobre la barra metálica de un café de esquina.
[el orgullo del espejo] Institución lo es todo.
Mientras que sobre frondosos árboles procrean las aves,
abajo en la acera se especula.
Hoy vi una gaviota despedazando una criatura,
recién llegada paloma al mundo,
en el escalón de un portal ¡Cuánta es la belleza
que ni siquiera existe! El simio actual calcula
y me invita a escudriñar, aunque siempre habrá una pantalla
de color verde césped a la que se puede mirar con disimulo.
Así, el simio sobrio rige también en mí.
Todos van de aquí allí, sobre una jungla de insectos.
Sólo están todos ahí, muchas veces así:
ojos que amedrentan bajo arrugadas frentes,
gestos de opinión callada, como una burla fagocitada.
¿Esto es todo? ¿O decir todo es como no decir nada?
"Intentas explicar lo que no comprendes,
-decía un aliñado joven a una camarera-
¿intentas vivir sin vivir enredada? Ten la boquita cerrada".
El acto de comparar es desafortunado, licencioso;
Lo mismo que muchos regalos y consejos que más bien parecen
declaraciones mudas, acusaciones soeces y livianas.
¿No será por eso que algunos andan siempre esforzándose en...

una farsa

Estaban ebrios de esperanza, dando golpes en la mesa emanando sudor, salieron de juerga y se partieron de la risa, comieron, bebieron, comieron y bebieron sin cesar. Tras el despilfarro volvieron a sus casas, borrachos como estaban de ilusión, se acostaron para encontrarse con la luz que siempre llega, momento en que la resaca de felicidad les golpeó en la cabeza. Y ocurría a menudo. Sus planes caían así en saco roto. Siempre se miraban a través de vasos vacíos de café, sus rostros inflamados, bajaban sus cabezas de nuevo y quedaban en silencio, quizás el último momento de pureza antes de una nueva ronda.
Como colofón a otra noche, corta pero reveladora, una vez más todo se manifestó tarde y a descompás. Como esos canales que atraviesan las ciudades, testigos de la vida de sus habitantes, tragaderas de desechos que transcurren sin protestar hasta evacuar en algún pobre afluente y que suelen dejar un rastro de espuma amarillenta en esquinas de agua estancada y en bocas de recipientes de plástico; como esas espumas de exceso, siempre sale a flote el cadáver, más o menos descompuesto, tarde o temprano los farsantes se arrepienten, los indecisos se inventan algun pretexto y los inocentes compran más boletos a ver si les toca algún premio de rebote: aunque sea un trago de alguna bebida espumosa.

monsergas

Que levante la mano la última víctima. Por aquí, por favor, no se me agolpen. Que levante la mano el que quiera ser verdugo. Hagan cola por favor, por aquí. No salgan de este umbral. Las víctimas-verdugos en la fila de la izquierda, los nuevos verdugos, saquen ticket, ticket por aquí, habrá concurso oposición. No susurren que puedo oirles. Qué mala estrella esta, faltan muchos por suicidios, maldiciones, malfechorías y locuras varias. Elegidos por naturaleza para perecer. ¡Monsergas!. Ningún animal muere de locura. El sufrimiento amolda el alma, se abraza a la desavenencia, conoce el aroma de su cuerpo. Los verdugos disfrutan de su existencia, de los subyugados que piensan en ellos, ¿en qué ellos? En ellos y en aquellos.
Pero, ¡pobre de aquel verdugo que por accidente cayera en el pozuelo que manda limpiar cada semana, ese pozuelo donde flotan ya nosecuántas cabezas!
Cada noche el verdugo sufre febriles pesadillas: sueña con pavor que esas cabezas, flotando en la oscuridad del pozo con los ojos abiertos, brillantes mirando hacia la luna cuando asoma, donde su silueta sola se recorta, empiezan a susrrarle, todas al unísono, con su tono retorcido: "sólo hay un sufrimiento peor que envejecer arrepentido, verte aquí con nosotras cuando despiertes"

dos en uno

- Si me permite un consejo, usted debería dejar de ser tan educado a la manera en que usted se comporta con los demás. pues si me permite, me resulta usted un poco cortante, y todo por culpa de sus esfuerzos por no serlo. Por contra, los que le rodean no le piden ese respeto desmedido, que roza la falsa humildad, sino algo más de cariño y empatía. No debería pues vivr como si los demás no le importaran un pimiento. Ahora, si ese sentimiento es verdadero , si usted es tal y como se comporta (asunto espinoso, a mi entender, porque lo interpreto como un corazón duro al que le falta calor, pues todos los corazones son semejantes), amigo mío, permítame expresarle mi admiración y mi dolor, pues cominezo a comprender cómo es usted: usted todo lo desea pero nada para sí quiere por miedo a perderse. La contradicción ocupa un gran lugar en usted, pues se mezclan dos tendencias imperantes y opuestas, usted quiere olvidarse de sí pero no puede. Todo lo desea pero nada para sí quiere, quiere olvidarse de sí, pero se siente impotente.

símbolo

Un atardecer cualquiera de un lluvioso noviembre en un lugar del mundo cualquiera. Un muchacho vuelve del supermercado con una gran bolsa de comida para su perro y una barra de pan. Su casa está lejos aún y no encuentra lugar donde refugiarse. Mientras camina intenta esconderse bajo el chubasquero. Pasa al lado de un parque. En el centro, un tobogán para niños protegido en la parte superior por una torreta muy pequeñita. Dos chicas se acercan. Él las ve, se acerca a la torreta y, en un gesto triunfador, alza la gran bolsa de pienso y la barra de pan y los pone a cubierto bajo el tejadito. Con solemnidad sube las escaleritas y las mira de reojo desde la torreta. Ellas han sido seducidas.

3/12/10

el rey de nada

Esta historia habla de un rey que deciidió construir su fortaleza en mitad de una planicie inmensa, una llanura donde casi no existía la sombra. No es el mejor sitio para reinar, desde luego, pensaba el rey, pero los consejeros le aseguraron que los enemigos no soportarían el calor en caso de atreverse a atacar, ni siquiera esconderse podrían, tan escasa era la sombra y tan escasos los ríos y las montañas. El rey accedió.

Y así pasaron los años, mientras el rey acumulaba, victorioso en cada campaña, innumerables tesoros y riquezas. El castillo aún estaba sin terminar, pero ya degustaba, mirando sonriente los planos, sus colosales proporciones.

Tantas eran pues sus riquezas, tanto el espacio que pedían, que aún no había sitio en el castillo para guardarlas. Con el tiempo, visto el poder del rey, algunos de sus más acérrimos enemigos decidieron rendirse y ofrecer sus servicios a la corona. Un día, llegaron los emisarios con un grupo de soldados que, clamando indulgencia, aceptaron servir al rey. Uno de ellos se mostró algo expeditivo y valiente durante la reunión. Poco a poco, con el paso de los días, los valiosos consejos del misterioso caballero fueron ganando la confianza del rey.

A los pocos días, después de disfrutar de una copioso banquete, ambos quedaron solos en el salón real:

- Majestad, me he tomado la libertad de deliberar sobre la situación actual y quisiera comunicarle algo-.
- Adelante -dijo el rey, con un vaso en la mano, disfrutando de sus dominios desde el ventanal-.
- Como bien sabe, la predicción del oráculo anuncia la llegada de una terrible tormenta. Su castillo aún no está contruído y puede ser peligroso -se detuvo un momento para elegir las palabras adecuadas- para los que aquí viven, aparte de sus tesoros.

El rey vaciló, miró su vaso un instante y se volvió hacia el caballero,
- ¿Ocurre algo con mis tesoros?-preguntó desafiante.
- En efecto, Majestad, no soy el único en darse cuenta de que tanto es el espacio que ocupan sus bienes que aún no hay sitio en el castillo para guardarlos. ¿No le importa dejarlos a la vista del pueblo, con el riesgo que eso supone?
El rey quedó en silencio. Movió su vaso ligeramente en círculos y lo posó en la mesa. Se cruzó de brazos y se volvió de nuevo al caballero.
- Dime, valiente soldado de Laguardia, qué es lo que quieres o calla para siempre-.
- Majestad, es evidente que sus medios son escasos si lo que pretende es terminar el castillo antes de la tormenta. Yo puedo ordenar que traigan vasallos desde mi condado para que participen en la construcción. A cambio, por cada diez de estos vasallos, su Majestad obsequiará a nuestro pueblo con un tesoro de su elección. Cuando el castillo esté construido, el trato habrá terminado-.

El rey se atusó la barba. La predicción del oráculo era cuanto menos inquietante, no debía ser ignorada. Él mismo jamás había presenciado una tormenta semejante a la que el oráculo preveía. Divagó un instante con la mirada perdida en la lejanía y le pareció vislumbrar ya un ominoso ejército de ráfagas y tempestades desfilando a través del horizonte.
- Está bien. No pierdas más tiempo entonces. Diríjete ahora mismo a tu pueblo y trae contigo treinta vasallos. A cambio te daré tres tesoros-.

Y así pasó el tiempo. El apremio, cada vez más angustioso, requería cada vez más vasallos que trabajaban sin descanso. Pero cada día que pasaba empeoraba el clima, cada día soplaba más furioso el viento, cada día castigaba más el frío, y cada día menos posesiones le quedaban al rey. Mientras tanto, contemplaba desde el salón real cómo se acercaba amenazante el enorme cúmulo de tinieblas iluminadas por violentas descargas que la convertían en una visión fantasmal. Sin embargo, aunque lo peor no había llegado todavía, hacía días que no paraba de llover. Una mañana, los emisarios llegaron empapados con un mensaje desesperanzador. En unos pocos días, todos los dominios de la corona, la planicie entera con sus cultivos y praderas, quedaría sepultada bajo las aguas. El rey instaba al caballero desconocido a traer más y más vasallos, y sus arcas pronto quedaron vacías.

Al día siguiente, el rey despertó crispado. Una sola idea le ocupaba el pensamiento. Aquel bufón había estado jugando con él, le prometió un trato justo pero él se había quedado con sus posesiones y, en cuanto al progreso en la construcción, bien podría haber reclutado a un grupo de trovadores mancos, pues habrían hecho mejor trabajo. Había sido un engaño, y aquel mercachifle de medio palmo lo pagaría con su vida. El rey no pudo soportar por más tiempo una deshonra semejante y mandó ajusticiar al caballero de Laguardia.
- Te condeno a la muerte agónica por engañar a tu Señor, por aprovecharte míseramente de éste tu rey, ya viejo y desgastado, y apoderarte sin escrúpulos de todas sus posesiones, que aseguraban el futuro próspero de este pueblo. Antes lo tenía todo, cofres y medallas, copas y pinturas, escrituras y vestidos, broches y muebles, coronas de otros reyes... y todo me has robado. La pobreza de este reino es tu legado, miserable, y hoy celebraremos tu muerte-. Un relámpago cercano tomó el testigo de sus palabras.

El caballero de Laguardia murió ahorcado en un árbol. Sin embargo, antes de ser sentenciado, tuvo ocasión de responder a las conjeturas del rey. Estas palabras escuchó el rey, apenas perceptibles por la fuerza del viento:
- ¡¡Cierto es, mi señor... que ahora el pueblo que me vio nacer cobija sus tesoros... pero no es menos cierto... que mi intención fue noble, así como auténtica fue su palabra de aceptación. Escúcheme, le pido... mi último cumplido, pues algo que antes no tenía su Majestad, yo se lo he dado!!-

La misma noche de la ejecución, los vasallos del caballero se declararon en rebeldía. Los que pudieron escapar del hacha del ejécito del rey intentaron cruzar la planicie en dirección a su pueblo, pero perecieron bajo las aguas. Unos días más tarde, ya no se podía salir del castillo y se cerraron todas las puertas. Caminar y trabajar resultaba cada vez más complicado y el rey decidió, una tarde, que habrían de construirse tres balsas pequeñas y tres grandes, pues la construcción del castillo no podría terminarse a tiempo. El rey permaneció encerrado en su habitación día y noche. Con la tormenta de fondo, su tristeza se clavaba en el corazón, su alma se disolvía en la desgracia y sus manos arañaban su rostro. En aquella habitación oscura nacían más y más fantasmas. Todo empezó a cambiar a su alrededor. Sin bienes ni familia, sin tierras ni castillo, él y su imperio, él y su existencia entera, tenían los días contados. Dejó de dormir y de comer, no veía a nadie y empezó a destrozar todo lo que le rodeaba con la furia del que consuma sus últimas energías. Hasta que un día, un movimiento brusco reclamó toda su atención. Perdió el equilibrio y cayó resbalando, golpeándose la cabeza contra el trono. ¿Qué estaba sucediendo? Pronto lo comprendió. La torre se derrumbaría de un momento a otro. Se asomó al ventanal y miró hacia abajo. Dos balsas llenas de gente ondeaban sobre una masa de agua indomable y violenta. El rey se agarró al borde y sus rodillas perdieron fuerza. Cayó al suelo, al igual que su lágrimas. No podía ser, ¿qué clase de fin era aquél? Notaba cómo el suelo cedía bajo su peso y se inclinaba poco a poco hacia el vacío. Los gritos de aquellos que huían del castillo en sus balsas llegaban apenas distorsionados por la tempestad. Le pedían algo. Le pedían que saltara. El rey, impotente, paralizado por el miedo y el vértigo, comprobó cómo la torre se inclinaba amenazante sobre todos aquellos que le habían venerado y obedecido durante tanto tiempo. Y ellos no se irían sin él.
Repentinamente, giró la cabeza y miró el interior de la estancia como merece un adiós irremediable.
Se acordó del caballero de Laguardia y sus últimas palabras, justo cuando él bajaba la mano para ordenar su ejecución... la separación forzosa de la vida y el cuerpo. Se movió y pensó en la ironía: en aquel momento la única diferencia entre él y su ajusticiado era que él aún podía moverse. Quizás el castigo no fue demasiado severo, al fin y al cabo... Súbitamente, lo comprendió todo. El caballero se refería a su cuerpo, le había regalado su propio cuerpo. El rey se incorporó auspiciado por una alegría inexplicable, se apoyó en el borde del marco y saltó al vacío con los brazos abiertos.

2/12/10

Ceva

Ha pasado otro dia, y como se acostumbra hacer cuando uno se despierta, abro los ojos a las 6 de la mañana. Es el despertador del móvil el que logra que tal cosa ocurra, no yo, y como siempre estiro mi brazo para acabar con semejante ruido infernal. El teléfono me das dos opciones:  “ok” y “amanare”, palabra rumana que aun desconozco. Esta última consigue que el despertador se calle durante 4 minutos, para volver a activarse después. Y así me paso media hora todas las mañanas, presionando el botón de “amanare” una y otra vez y echando  siete cabezadas de 4 minutos. Entonces decido que hay que levantarse. La teoría de la relatividad de Einstein se cumple a la perfección: a más gravedad, más rápido pasa el tiempo, y a estas horas la gravedad de la cama se asemeja a la de un planetoide gigantesco.
Me he dado cuenta de que es mi cráneo el que quiere quedarse embutido en la almohada, no el cuerpo, y por eso para levantarme saco las piernas del colchón. El resto las acompaña, no sin un gruñido casi imperceptible, esputoso, que produce mi garganta involuntariamente como señal de protesta.  Al incorporarme en la cama, siempre veo mi silueta reflejada en el televisor que está en frente, notando así que mi pelo, en donde suele estar el remolino, se ha levantando formando un mechón en forma de cuerno animal. De modo que cojo la toalla, que aunque hace tres días de mi última ducha siempre parece húmeda, y voy a la bañera a lavarme la cabeza. Algunos días la higiene no está entre las posibilidades y me pongo un gorro para ocultar el caos capilar; pero hoy hace calor. 24 grados en noviembre. Los huesos de mi cráneo se estremecen como un paladar lleno de peta zetas y se desentumecen ante el contacto del agua, como si el líquido elemento resultara una sustancia extraña, ajena a la naturaleza cuando estoy somnoliento. Hecho esto me pongo el pantalón del chándal, pobre sustituto civilizado de un pijama y una camisa abotonada, y me meto en el ascensor con el estómago vacío para ir al trabajo. Siempre que salgo del ascensor miro a mi izquierda, porque hay un pequeño espacio entre la puerta de este y la pared y en más de una ocasión me he llevado tremendo susto al encontrarme a una vieja en ese rincón esperando el ascensor, con el carrito de la compra en mano.
Recién salido del portal del edificio, un gitano se me acerca y mostrándome un teléfono de pantalla gigante me pregunta si lo quiero. Le digo “ma gravesc”, que en rumano significa “tengo prisa”. Me resultó sencillo recordar esta frase, porque sin duda tener prisa es una cosa muy grave. Dos manzanas más allá y de camino al metro, siempre paso por delante de una tienda de motocicletas. Me incomoda ligeramente pasar porque el escaparate, en lugar de ser transparente, resulta ser un espejo perfecto visto desde fuera, y sólo desde dentro parece un cristal normal desde el que pueden observar la calle. En 10 minutos llego a la estación de metro Victoriei y agarro el tren que me lleva tres estaciones más allá, donde me bajo para hacer trasbordo. En cuando uno se aleja del centro los vagones empiezan a estar cubiertos de grafiti por completo, y su contacto con las vías oscila y rechina como un robot inflamado.  Es en este tren donde empiezo a ver multitud de caras familiares, caras de la gente que trabaja donde yo,  y que como yo se dirigen a la estación 1 Mai para llegar a Ubisoft, tras un paseo de 10 minutos desde el metro al trabajo.
Llego 15 minutos tarde a la oficina… no importa. Mi nuevo jefe es un tipo que a veces me saluda gritando “watsaaaaa” mientras agita la cabeza como un ventilador con la lengua fuera. Ahora trabajo junto a los despachos de los peces gordos, en lo que antes era el departamento de ventas. Un despacho gigante en el que sólo estamos tres personas (yo, mi jefe y otro tipo serio con una perilla ostentosa amante de Opeth y Pink Floyd), pues el nuevo proyecto con este juego no requiere más gente de momento. El conserje, un viejo barbudo forjado en los tiempos de Ceaucescu, nos observa con extraña mirada; probablemente preguntándose cómo semejantes sujetos han conseguido acabar en esta zona del edificio. La semana pasada nos llegaron los instrumentos para poder jugar, 6 guitarras eléctricas que venían sin sus correspondientes cables. Así que de momento no hay nada que hacer. Llevamos dos semanas llenando las horas de trabajo con vídeos de youtube, páginas web variadas y sesiones de guitarra eléctrica sin conectar. Esta mañana no hay internet, así que salgo al jardín del edificio para inhalar humo y observar a los perros que viven en el jardín.
El líder de la manada, un chucho marrón flaco que sólo tiene tres patas, rueda por la hierba bajo el sol en una inconfundible muestra de hedonismo canino y despreocupación.  A eso de las 5 de la tarde, las señoras de la limpieza tienen a bien dejarles algunas bolsas de sobras de la cantina, bolsas que los perros despedazan cual animal recién cazado para deglutir todo lo que encuentren dentro. Otro miembro de la manada, un perro negro con portes de lobo, lame un vaso de plástico con restos de menestra de verdura dentro. Con el estómago medio lleno y la tarde cayendo se dedican a corretear por el recinto y ladrar a los perros domésticos que se acercan a la valla. Entonces me acuerdo del programa “el encantador de perros”. Siempre que un dueño le dice que su perro tiene problemas de comportamiento, éste le responde “la culpa es tuya, no del perro”, y empieza a domesticar a la persona para que luego pueda controlar a su can, un caniche enano rapado que cree ser el macho alfa en una familia, negra americana de clase media, con un padre de metro ochenta.
Es la 1 de la tarde. Llevo 5 horas en la oficina, con el sol dando en la ventana y calentando la sala poco a poco. Todavía quedan 4 horas hasta poder salir de aquí. He calculado que a lo largo del día, dos horas se van en descansos breves y una hora en actividades como ir al baño para la cagada mañanera, fumar, ir a comer, hablar con algunas personas, ir a por agua y preparar infusiones. Durante el almuerzo, me senté a la mesa con una gente de mi anterior equipo, entre los cuales estaba una muchacha rubia de apellido Ionescu. Al levantarme de la mesa me dijo algo como “sa fie bine”, que acabo de averiguar que significa algo así como desearme una buena digestión. En ese momento no lo entendí  y le pregunté si conocía un equivalente en inglés, a lo cual me ha respondido “bah” con una expresión en el rostro que bien podría mostrar ante un enemigo. Y la semana pasada me invitó a ir a tomar birra con ella y sus amigos. Quién lo entiende.
Pasar el tiempo entre rumanos no deja de ser una experiencia extraña, incluso después de casi un año aquí. Tan pronto sonríen y hacen bromas contigo como se ponen serios y no te responden, con algún que otro gesto de desdén fortuito que le deja a uno preguntándose de qué demonios va la cosa. Es un comportamiento que en general sólo tienen conmigo, porque entre ellos he observado que actúan con toda naturalidad y sin detalles inesperados. Parece ser que la idiosincrasia nacional, que impregna toda una sociedad, hace que entre ellos sepan mantenerse en un estado de ánimo fluido. Así son las relaciones humanas en todas partes: el tono y el contenido de lo que se dice está en el fondo tremendamente controlado por lo que se espera de cada persona dentro de un molde social determinado. De igual forma, desde que estoy aquí tengo que controlar constantemente mis bromas y comentarios, pues las malentienden fácilmente o simplemente no saben qué quiero decir ni cómo responderme. Sólo hay un tipo con el que esto no pasa, un muchacho con gafas de culo de vaso y pervertido sexual que viene de la costa del Mar Negro. A punto de dimitir para trabajar de gerente en un supermercado, hace muestra de que la brisa marina tiene un efecto muy particular en el cerebro. Así que aprovecho para enseñarle expresiones como “me voy a cagar en tus muelas” (I’m gonna shit on your back teeth) y otras evacuaciones de vientre verbales propias de mi idioma como “me suda el rabo” (my front tail is sweating like hell, lo adorno un poco). El tio, incluso después de tantos meses, sigue confundiéndose y pensando que soy italiano.  Llegados a un punto lo he dejado estar, porque realmente la nacionalidad que me encasqueten me importa poco.
Son las 4 de la tarde. En una hora estaré fuera, aunque salir del trabajo en una ciudad gigantesca en hora punta de tráfico no es la actividad más ociosa que existe. Hasta hace poco me planteaba dos opciones, en pie junto a una avenida de la zona norte: volver a casa en metro en un viaje como el ya descrito pero a la inversa, o coger un taxi para salir del tumulto cuanto antes. Coger el metro es definitivamente un coñazo que quiero evitar a toda costa, y coger un taxi es montarse en un coche con un tipo que notará mi acento, me preguntará de donde soy y querrá saber cosas de España. Ocurre repetidas veces. Es como contratar a un chófer que te lleva a casa todos los días, pero que tiene alzheimer y cada día te hará las mismas preguntas  en un viaje de descubrimiento que para él es nuevo, pero que a mí me tiene hasta el moño. Así que, con tanta energía acumulada y una necesidad indefinida de ir a nosedonde, he tomado por costumbre volver a casa andando en un paseo que dura unos tres cuartos de hora. Intento cambiar la ruta ligeramente en la medida de lo posible sin perderme, deseando no meterme en un barrio más salvaje de lo habitual. Y así me pego una pequeña caminata, disfrutando como un turista de la atmósfera de una ciudad que sigue resultándome exótica, y gozando de una forma extraña la deliciosa desolación de los edificios enmohecidos, los perros callejeros, las viejas encorvadas que venden flores con un pañuelo en la cabeza, las aceras mal asfaltadas que se llenan de charcos cuando llueve, las calles repletas de cables a la altura de los árboles, el vapor saliendo de las alcantarillas, la vegetación ingente, los retazos de hogares rumanos que se dejan ver a través de las ventanas, las luces de los carteles de las tiendas, la fachada en ruinas del observatorio astronómico.
Ir por uno mismo de un sitio a otro es la opción predilecta; aunque nadie te ayude mucho, aunque pueda suponer más esfuerzo, aunque uno pueda extraviarse en el camino. Pero no siempre es posible obtener buenas sensaciones de la urbe. Son multitud los detalles diarios los que me hacen pensar, clichés aparte, que uno está mejor en su casa que en cualquier otra parte. Pero entonces llego a mi piso, y es ahí cuando se me olvida todo. No tengo más que observar la ciudad a través de la ventana. Mi habitación es un templo donde sólo entra lo que yo quiero, e incluso a veces cuando entro en ella me dejo a mi mismo en la puerta.  Y lejos de ser un acto solemne o un ritual, de todas las cosas que hago durante un día laborable, es la más espontánea y natural de todas. “Amanare” significa “posponer”. ¡Qué gran palabra! 

J

predominio

Preludio de una emoción...
Cuando se atisba la caída del otoño, el cambio de estación. En ti pienso, Granada menuda, chiquilla graciosa y caprichosa, que manejaste a tu antojo mis voluntades.
Ya vienen los espíritus de la melancolía, ese humor musical emparentado con las bajas presiones, que acuden a reclamar sus honorarios. Sostienen su factura, al final de la cual impresa en grandes letras puede leerse: total de decisiones incorrectas "equis". Algunos corazones resisten sus ataques, pero en otros, la soledad que antes trotaba de alegría por las calles se vuelve contra sí, acorralada en una esquina como si vinieran en su busca los bustos de piedra ignorados por su estulticia.

Estas líneas quieren rendir homenaje a los estudiantes, que vuelven [de seguro otra vez, aunque yo no esté] tantos como estas gotas de lluvia, en cada callejón se respira ese candor de exculpación. Alguien se asoma desde el segundo piso de una fachada vieja y mira, con envidiosa alegría, en la calle un hombre cabizbajo vuelve la espalda mientras se aleja, los mira a sabiendas de su juventud marchita. Y es que acabada esa etapa, el horizonte cambia de color, ya no es esa línea recta que intercede entre el cielo y la tierra, sino que ahora es el sabor agrio de la cuenta atrás, curvo. El espejo roto es el futuro no contemplado, y que se evidencia de forma abrupta.

Así, tú, incierto provenir, inmundo para unos cuantos, sempiterno para el resto, debes retroceder. Cuando nos alcanzas nos zarandeas, nos golpeas el estómago y nos dejas sin respiración. Las moscas repelentes, las mensajeras del miedo, aprovechan la ocasión para picar con ansia en nuestra arcilla, sus ojos están rojos por el reflejo del crepúsculo, se embadurnan con ella y se marchan sonrientes, vuelven a tu refugio. Como el sudor que provocas, eres frío. Tu tacto quiebra el espacio dejando al hombre en su isla desesperado, incapaz de actuar, buscando amparo. Tus tretas son eso, tretas. Uno ha de morir maniatado por la indulgencia para esquivarlas.

Para finalizar el breviario, ya que sólo te he nombrado [Granada granadina], pues volveré a ti [no sé si en persona, sí en escritura], yo te fui [tú me fuiste] y me diste una victoria más [una ilusión más] .

Adiós de momento digo pues, a esos tiempos de volubles intenciones y brillos de vidrio [de birra] bajo la luna. El estadio académico no me guarda rencor, pues se han evacuado los rehenes sin heridos.
Ya sólo queda el más grande de los enemigos, incertidumbre destructora, pero ella tiene mi cariño, pues goza de popularidad y se deja derrotar en alguna que otra ocasión.

1/12/10

espinilla

Un individuo de espinilla volvía a la ciudad tras un viaje largo y agotador. En el último tramo antes de alcanzar el extrarradio, allí donde suelen prodigarse las chabolas de latón, el individuo fijó la vista en una maravillosa y exuberante florecilla que crecía en el borde el camino.
Engatusado por ella, olisqueándola en todo momento, llegó a la ciudad. Venía sucio, pero su rostro era el de un enamorado, sus mejillas eran dos hornos y sus ojos golosinas. Pero... ¿cuál sería el nombre de aquella hermosa flor? Aquella dama que esperaba al autobús sabría decírselo:

- Disculpe oh bella damisela que espera al autobús... ¿sabría usted decirme el nombre de esta púrpura flor?

- Es un cardo, hijo mío, un cardo borriquero.

polen

Términos en contradicho aparecen al acecho,
como de repente, inusitados,
delante de tu rostro a bofetadas se matan
y pintan cuadros de paisajes que no existen.

Al sobrepasar una barrera que solo ellos mismos conocen,
desisten, tiran la toalla, pues nada de nada
les termina de convencer.

Los verás siempre en grupo
haciendo piruetas de arena en la arena.
Las flores tiñen sus pétalos para atraer
mariposas e insectos que zumban
y giran, mas la flor a todos caso
no puede hacer y, quizás en alguna ocasión,
cuando hayan marchado,
deje entrever alguna maravilla
de esas que guarda en la azotea.

le oirás reír y reír, hablar y reír, cantar incluso,
pero las notitas no se detendrán ahí,
y seguirán subiendo
hasta la azotea,
donde la ropa tendida
en la brisa ondea,
y se deslizarán entre las telas
y saltarán al cielo para convertirse en gargantas de mirlos
y por las calles en humo de hierbay posos de café, alimentos y  revistas pasados de fecha
harina integral, cenizas de tabaco.

no hay mucho más allí arriba,
todo desemboca en la boca de la gaita perezosa
esa que no suena hasta que la infle un pecho airado,
la gaita perezosa no suena y con tal de no seguir sonando
todo lo cuestiona:
la gaita dice, no es necesario que...
y se queda tan pancha esperando
a que alguien se atreva
a poner sus labios en su cuerpo y sacar una nota disonante.

mojarse

¡Mojarse!, clamaba un hombre en mitad de la carretera con los brazos abiertos en un amago de acogida. Estaba empapado y gritaba a los transeúntes que le miraban desde sus paraguas sin dejar de caminar, los coches pitaban y sus luces apuntaban hacia él, era un escenario improvisado.
 ¡Mojarse! ¡Estúpida necesidad!

un perro ladra

Desde lo alto del montecillo, casi a oscuras, se ven pequeños los autobuses.
El cielo visible dice hasta ahora a las nubes que marchan cabalgando al poniente, empiezan a verse estrellas en las esquinas caen aún las gotitas y chapotean los mirlos. Abajo, si escudriñas entre los pinos se ven lucecitas de navidad, escalan los motores por la loma y llegan a percibirse como un murmullo huraño, un heredero poco agraciado del magma. ¡Pero vaya! a tan sólo unos metros por encima se escucha cómo se acercan los caminantes solitarios, chap, chap, chachap, chap... ch... Pues allí abajo, como decía, la estampa es invariable también a muchos kilómetros. En aquella esquina también sonríe solo un hombre de chaquetón que habla por teléfono y fuma. Allí también habrá una familia golosa mirando escaparates, e, igual que allí, allí donde están esas dos personas gesticulando con papeles en la mano sentadas en la terraza de un restaurante y que miran de reojo a ver si no hará mucho frío para estar ahí fuera, habrá así también en otros lugares postales de tele visiones como ésta. Como ahora, que se escucha ladrar feroz a un perro, debe ser un pastor, y ladra cada vez más, allí en la oscuridad, a solas en el suelo de nieve derretida, quizás nadie le escucha, al menos nadie de allí abajo, quizás algún mirlo, pero ellos van a lo suyo. El vaho sale de un hocico que se asoma a la verja de un patio cuadrado sin macetas, allá a lo lejos, donde nadie habita ahora.

29/11/10

la sombra

Es de noche en el cementerio. Muy cerca se oye el mar estrellándose contra el dique.
Una sombra se desliza sigilosa por el caminito de las tumbas. En una mano sostiene una piedra y en la otra una botella ahogada por el cuello. Se detiene frente a un nicho apenas en pie, oscilando, sonteniendo la mirada a su hermana mayor.
Poco a poco toma impulso y lanza la piedra contra una forma de ángel desmembrado y lleva sus labios con rabia a la botella vacía, la estrangula. Masculla dando tumbos alguna maldición por su existencia. De pronto, se escucha un movimiento, el golpe de la piedra desmenuzada ¡hace bailar al ángel!. Se ha abierto un pasadizo que atraviesa el panteón. Dentro hay luz, una nube de aire rancio consigue escapar a la inmensidad de la madrugada.
La sombra se acerca al umbral, aguza el oído... por el corredor avanza un eco que clama, "¡entra ya shikillo, que hase frío!" La sombra osculta la placa: "cenotafio al ciudadano de a pie".

28/11/10

La gallina, de Raúl Núñez

El hombre había alquilado una pequeña habitación a una señora viuda que vivía sola. Llevaba una vida solitaria y algo triste, ya que no tenía muchos amigos y solía salir poco a la calle. Vivía del seguro de desempleo.
Algunas noches se quedaba hablando con Doña Pilar o viendo un rato la televisión.
-Tendría que salir más, Remigio –le decía ella.
Una mañana despertaron a Remigio unos extraños sonidos que no pudo identificar. Parecían provenir de la habitación de Doña Pilar y no se repetían cada día sino que lo hacían cada semana o dos.
-Doña Pilar –le dijo acuciado por la curiosidad- ¿Usted no oye unos ruidos raros por la mañana?
La mujer le miró sorprendida.
-¿Yo?
.A veces me parece que son ideas mías, pero en otras estoy casi seguro de oírlos.
-Vaya usted a saber –dijo la mujer sin hacerle mucho caso.
A medida que pasaban los días Remigio estaba más atento a los ruidos. Por lo general podían oírse al amanecer y la luz que entraba por la ventana los hacía más irreales.
Remigio comenzó a padecer de insomnio. Pasaba la noche fumando en la cama y tratando de encontrar una respuesta a sus dudas. Cuando llegaba el alba le encontraba inmerso en una ansiedad de la que no conseguía librarse.
Llegó a la conclusión de que los ruidos provenían de la habitación de Doña Pilar.
Desde entonces comenzó a hacer planes para saber de qué iba todo aquello y decidió espiar por el ojo de la cerradura de la viuda.
De todos modos, no le iba a resultar fácil. No quería ni pensar que Doña Pilar le sorprendiese.
Pero se prometió que la próxima vez que oyera los ruidos, lo haría. Estuvo practicando para no hacer ruido por la puerta y se compró las pantuflas más silenciosas.
Con gran sigilo, Remigio salió al pasillo, intentando hacer el menor ruido posible y miró por la cerradura.
Doña Pilar emitía un leve cloqueo, sentada en su cama, mientras que iba poniendo un huevo tras otro.
 Raúl Núñez, escritor (1946-1996)
texto extraído de http://aquisepuedefumar.blogspot.com/

carta a un maestro zen / respuesta

gassho

por asomaros por la ventana virtual al mundo para seguir descubriéndonos pautas del camino. Aprovecho para proponer algunos para las charlas. Anticipo que no sé cómo enfocar estas ideas, intentaré expresarme lo mejor que pueda:

- la práctica en la gran ciudad: la dificultad de encontrar un lugar adecuado para la práctica; sobre la percepción del juicio de los demás y la dureza (hostilidad, agresividad) de las miradas. La mirada y el prejuicio y el dominio. El no hacer puede ser tomado por los demás como una concesión para dominarnos.

- la interdependencia de los seres: las jirafas y los pájaros que se alimentan de los piojos de éstas y les arrancan cabellos para hacer sus nidos; el pez y el camarón ciego que comparten la misma madriguera en un coral (el camarón adecenta y decora la madriguera, el pez a su vez guía al camarón en sus salidas y si se pierde le ayuda a regresar mediante el contacto); los pingüinos de la antártida que hacen piña para combatir el frío y se van turnando para no estar siempre en el lado exterior; los perritos de la pradera y su complejo lenguaje de alerta, los elefantes y sus sensores para encontrar agua, las mariposas y el lenguaje de sus alas, el orangután que observa al ser humano y aprende sus métodos, la araña que cubre su tela con arena para engañar a la hormiga, el cangrejo ermitaño que se cubre con anémonas para espantar al pulpo, el complejísimo sistema de refrigeración de las termitas, la "peluquería del mar", lugar donde "trabajan" pequeños peces al que acuden otros peces grandes a desparasitarse (¡y hay cola de espera!) etc...

en definitiva, el ser, la forma y el ambiente no son diferenciables.

(y todo esto a través de la televisión)

cómo explicaría el dharma el lugar del ser humano en este entramado? Nosotros, seres sin depredadores, que hemos aniquilado casi sin dejar rastro y ahora toca arrastrar karma: "hay que salvar a los delfines" - decía alguien por televisión- "porque son seres que nos inspiran simpatía", seguimos sin comprender nada, ¿no es cierto? Qué lugar nos corresponde, me corresponde... esa pregunta que sólo un descarriado puede hacerse... qué sensación más rara el verse desligado.

- los domingos de la 2 pueden ser una gran aventura. un documental sobre el himalaya y sus pueblos. Es cierto, hay muchos budismos distintos que se caracterizan por rodearse de muchas imágenes y símbolos, celebraciones y mitos... ¿supersticiones? las mismas que dan fuerza a ese pueblo de cuyo nombre no me acuerdo, ese pueblo que dos veces al año se conjura a su dios de la naturaleza y arriesga su vida descendiendo por un acantilado y enfrentándose a un enjambre colosal de abejas hostiles para recoger su preciada miel. Puede que la superstición siga siendo necesaria allá donde el peligro aún es más latente.

- habla el dharma de algún enemigo? hay algún enemigo que vencer o es sólo el reflejo del ego en el mundo exterior? Muchas veces parece todo ponerse en contra (¿otra percepción egótica?) ¿será buena señal?

gassho



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Gassho, agradezco el esfuerzo por lograr que te entienda el lenguaje.
Nada tiene significado. La trampa del Ego son las ideas.
La salida es la Práctica de Tu Propia Naturaleza.
La Budeidad es el conjunto de la Naturaleza de todos los seres y ella te orientará si Practicas. Gassho, Daido.

27/11/10

Venancio el venerado

veinte vasos de vino bebió Venancio
y marchó a casa bailando sin voz.

Al día siguiente volvió y el doble bebió,
!dobles de veras veía las botellas!
y marchó bailando Ws.

Y al día siguiente volvía,
y ávido bebía
rebosante y vil whisky.

aquel día ni a casa llegaría.

Un viernes le vi,
de nuevo veinte se virtió,
veinte buches de vino al vientre,
qué digo,
veintinueve vasos de vino barato
y ebrio tambaleábase en vano,
aunque aquel día llovía de veras
mas él volvía cantando:

"viente vino he bebío,
viente veses renacío,
con algo másar día
ya me bastaría,

más de noventa al alba
otro viente ar mediodía,
pue yo no respiro aire,
sino vinooo"

La dentadura (I)

La noche del 31 de noviembre de 1988, una noche amable según los partes de la época, el anciano Berndt Groesch, honorable ciudadano de Praga, salía de su casa bien abrigado con piel de camello. En el bolsillo del chaquetón, junto a algunos puros artesanos, guardaba con celo un paquetito embalado con algo de comida. Atravesó un barrio adyacente, de farolas viejas y y cristales rotos, y tras tomar una larga calle recta llegó al parque Blummenkopf. Su idea, como la de todas las noches de domingo, era disfrutar de la compañía de un manso gato blanco del que se había hecho amigo, sobre todo por la sabrosa selección de sobras de pescado con que solía obsequiarle. El primer día que lo vio, paseaba su blancura entre los matorrales floridos. Berndt se dirigía a casa con el periódico bajo el brazo, como cualquier otro día, pero se detuvo en seco sin darse cuenta.  "Un gato bien hermoso y dócil, sí señor"; pero días más tarde, acomodándose en su sillón, desde el que podía contemplar una callejuela empedrada donde solían charlar algunos empleados del supermercado durante su descanso, pensó que aquel gato guardaba un rasgo de naturaleza extraña, pero no acertaba a dar con el motivo exacto. Pensó que aquella noche iría de nuevo al parque y lo averiguaría.