7/2/11

enseñanza

- ¡Maestro! Aquella estrella... es la más brillante en el cielo. ¿Cuál es su nombre? La buscaré siempre para guiarme cuando esté perdido.

El maestro se detuvo y alzó su cabeza muy lentamente.

- Desconozco su nombre, pero cuida tu obsesión: tu impaciencia no sólo te detiene, te hace retroceder -volvió a escudriñar el cielo, cerrando los ojos. - Esa no es la estrella más brillante del firmamento. Lo es por ahora, pero no durará mucho. Así son, en esencia, los asuntos de este mundo. La más fulgurante y majestuosa de todas ellas se alza durante las horas más oscuras de la madrugada. De ese modo, consigue que sólo puedan contemplarla los más empeñados.

- ¿Qué debo hacer para conseguirlo, Maestro?- siguieron caminando por la senda, rodeados de chopos que dejaban pasar los últimos rayos de sol sobre la colina. El Maestro se detuvo de repente.

- Sólo un convencimiento limpio es capaz de vencer a la somnolencia -alzó el bastón y dibujó con él un círculo a su alrededor-. Si no, tendrás que conformarte con elegir qué estrella te parece más brillante, y créeme, errarás.