28/4/12

plantas que curan...


Había una vez unos individuos que se llamaban Todo el mundo, Alguien, Cada uno y Nadie.

Surgió un importante trabajo que hacer, y se pidió a Todo el mundo hacerlo. Todo el mundo estaba seguro de que Alguien lo iba a hacer. Cada uno podría haberlo hecho, pero al final resultó que Nadie lo hizo. Alguien se enojó porque, claro, el trabajo era de Todo el mundo. Todo el mundo pensó que Cada uno podía hacerlo y Nadie, por su parte, no dudaba de que Alguien lo haría.  Al final, Todo el mundo hizo reproches a Cada uno porque Nadie había hecho lo que Alguien debía hacer.

27/4/12



Deep in the ocean, dead and cast away,
where innocence is burned... in flames.
A million mile from home, I'm walking ahead.
I'm frozen to the bones, I am.

A soldier on my own, I don't know the way.
I'm riding up the heights... of shame.
I'm waiting for the call, the hand on the chest.
I'm ready for the fight... and fate.

The sound of iron shots is stuck in my head.
The thunder of the drums dictates
the rhythm of the falls, the number of deaths,
the rising of the horns... ahead.

From the dawn of time to the end of days,
I will have to run... away.
I want to feel the pain and the bitter taste...
of the blood on my lips... again.

This steady burst of snow is burning my hands.
I'm frozen to the bones, I am.
A million mile from home, I'm walking away.
I can't remind your eyes, your face.

26/4/12

Zaraza





Când apari seniorita în parc pe-nserat
Curg în juru-ţi petale de crin
Ai în ochi patimi dulci şi luciri de păcat
Şi ai trupul de şarpe felin

Gura ta e-un poem de nebune dorinţi
Sânii tăi un tezaur sublim
Eşti un demon din vis care tulburi şi minţi
Dar ai zâmbetul de heruvim

Vreau să-mi spui frumoasă Zaraza
Cine te-a iubit
Câţi au plâns nebuni după tine
Şi câţi au murit?
Vreau să-mi dai gura-ţi dulce Zaraza
Să mă-mbete mereu!
De a ta sărutare Zaraza
vreau sa mor şi eu.

________________________________

Cuando apareces en el parque
al atardecer, señorita,
pétalos de lirio blanco caen sobre ti;
dulce deseo y destellos
de pecado arden en tus ojos
y tienes cuerpo de serpiente felina.

Tu boca es una oda a los deseos locos,
tus pechos un sublime tesoro,
eres un demonio de sueños
que se revuelve y miente,
pero tienes sonrisa de querubín.

¿Me quieres decir, hermosa Zaraza,
quién te ha amado,
a cuántos fulminaste de locura
y cuántos han muerto?
Quiero que me des tus boca dulce, Zaraza,
¡que me envenenes eternamente!
De tu beso, Zaraza,
yo quiero morir también.

24/4/12

Sniff XII

Respiración para la compresión del Qi 


Se trata de un ejercicio fundamental de respiración diafragmática profunda para absorber y poner en circulación la energía vital del aire, y para inyectarla en los órganos, glándulas y músculos mediante una compresión interna. La mente debe concentrarse exclusivamente en las corrientes de aire que entran y salen del organismo, mientras visualiza la energía moviéndose por los meridianos a cada respiración.

Tras una larga práctica, su mente aprenderá a dirigir la energía eh vez de limitarse a seguirla por el cuerpo, cumpliendo así el precepto taoísta de que «la energía sigue a la mente allí dónde ésta la dirige».

Postura: En pie, sentado, tendido, caminando. Las mejores son de pie y sentado.
Técnica: Vacíe completamente los pulmones y en seguida comience una inhalación larga y lenta a través de las ventanas de la nariz, tan abiertas como le sea posible.

Visualice una corriente luminosa de energía pura que fluye hacia el interior de los pulmones mientras va inhalando. Cuando los pulmones estén llenos sin incomodidad, aplique los Tres Cerrojos y trague con fuerza. El acto de tragar ayuda a desplazar la «burbuja de energía» hacia el fondo del abdomen inferior. Durante la breve fase de retención, dirija su atención a la zona del ombligo e imagínese que la energía se acumula ahí eh forma de luz y calor.

Acto seguido, afloje con suavidad los Tres Cerrojos y comience una larga, lenta y controlada exhalación a través de la nariz, manteniendo la lengua firmemente pegada al paladar. Visualice la energía extendiéndose por todo el cuerpo a través de la red de meridianos a medida que va exhalando. Si alguna parte del cuerpo está enferma, trate de dirigir la energía hacia ella mediante la concentración de la atención mental en ese punto durante la exhalación.

Haga una breve pausa, relaje el abdomen y repita estos pasos. Al principio, limítese a hacer tres o cuatro respiraciones para la compresión del Qi consecutivamente, luego relaje los pulmones y los canales de energía con cinco ó seis respiraciones en Fuelle y repita otras tres ó cuatro compresiones de Qi. Vaya aumentando gradualmente hasta realizar seis ó siete compresiones seguidas, con dos ó tres series en cada sesión.

Beneficios: Este ejercicio carga el organismo con dosis concentradas de Qi, lo distribuye por toda la red de meridianos y lo inyecta en los órganos, glándulas y demás tejidos. También estimula el sistema nervioso central y ayuda a cultivar la conciencia interior de la armonía entre cuerpo, respiración y mente.

23/4/12

Happiness is a simple shadow of the being; unhappiness a shadow of the ego. The ego remains eternally unhappy, and the being is eternally happy. The being cannot be unhappy – that is not its nature. The ego cannot be happy – that is not its nature.

The whole human dilemma is that we go on trying to make our ego happy, and that is not possible. The more we fail, the more unhappy we become. And of course when we feel too unhappy, we try too hard to become happy. And this goes on in a vicious circle.

Osho

homo teclis

pulsé Intro y me difuminé en gris

criaturas oseas

22/4/12

Dumnezeu ştie ceea ce am eu nevoie

Le pedí al Eterno que se llevara mi dolor.

El Eterno me dijo: “No. No soy yo quien debe llevárselo, sino tú quien debe dejarlo salir”.

Le pedí al Eterno que sanara a mi hijo que quedó paralítico.

El Eterno me dijo: “No. El espíritu está completo, el cuerpo es solo una realidad temporal”.

Le pedí al Eterno que me diera paciencia.

El Eterno me dijo: “No. La paciencia es fruto de la adversidad; no se ofrece, se gana”.

Le pedí al Eterno que me diera felicidad.

El Eterno me dijo: “No. Yo te bendigo y tú eliges si quieres o no ser feliz”.

Le pedí al Eterno que me liberara del sufrimiento.

El Eterno me dijo: “No. El sufrimiento te aparta de las ambiciones del mundo y te acerca más a mi”.

Le pedí al Eterno que me ayudara a ser mejor.

El Eterno me dijo: “No. Tendrás que crecer tú solo; yo te daré la simiente para que crezcan frutos".

Le pedí al Eterno que me diera todas las cosas que me alegran en la vida.

El Eterno me dijo: “No. Yo ya te he dado la vida para que disfrutes de todas las cosas”.

Le pedí al Eterno que me ayudara a amar a todos los seres igual que él me ama a mi.

El Eterno me dijo: “Bien, por fin... estás empezando a aprender".





Anónimo
Explican igual mis verdades que mis mentiras
Aunque son mi Ego, no son Yo-mismo

Cuando volvemos al origen, alcanzamos el sentido.
Cuando perseguimos objetos externos, perdemos la razón.
Si hay lucidez, no hay objeto ni sujeto.
Cuando la mente está quieta, las diez mil cosas desaparecen. 

Como un pez agitándose cuando se le saca del agua, lejos de su casa en el río, así se retuerce la mente cuando abandona el reino de la muerte.

12/4/12

Un claustro azul y gris

Era temprano por la mañana. Demasiado temprano para una mañana fría, un martes más de madrugar para salir de casa casi antes que el sol. Ese día la calle en el barrio del Besòs estaba más desierta de lo habitual; de hecho, juraría que no me encontré con nadie en todo el camino hacia el bar. Siempre me ha gustado ir a los bares por la mañana… para desayunar, se entiende: empinar el codo todas las mañanas a las ocho es algo que reservo para mis cuarenta. El bar, "Casa Paco", regentado por un chino joven de flequillo largo azabache y chaqueta de cuero permanente, solía estar sin clientes a esas horas. Solo conforme mi pan tumaca estaba a medio devorar y mi zumo de naranja a medio tomar, entraban un par de personas. Solía yo pasar 20 minutos, a veces media hora, comiendo tranquilamente mientras veía las noticias en la tele, a las que el chino nunca prestaba atención. Y todos los días, cuando ya había acabado el desayuno y simplemente me dedicaba a ver el telediario, entraba un grupo de cuatro mujeres de unos sesenta años. Transmitían mucha energía en cada conversación y, además, un buen humor casi impropio para una mañana laboral más. Pero sin duda ellas ya no trabajaban; cada una se tomaba un café solo en unas tazas minúsculas para después lanzarse a la calle, andando excepcionalmente rápido y moviendo los brazos de forma exagerada. “Esta es su forma de practicar deporte", pensaba yo.
Sin embargo, esa mañana yo era el único cliente que había. Por un momento pensé en el trabajo del chino: no tenía más que abrir el bar todas las mañanas y dedicarse a servir cafés en un local que se sentía bastante cálido y tranquilo, mientras permanecía sentado tras la barra leyendo el periódico a ratos. Pero luego recordé que cada profesión tiene sus más y sus menos, así que no le di importancia. La separación entre la cocina del bar y la zona de la barra consistía en un espejo falso, de esos que son transparentes desde un lado y reflejan la imagen desde el otro. Esa mañana, aburrido de las noticias, me dedicaba a mirarme a mi mismo en el espejo. Me vi sentado y con bastante buena cara, a pesar de sentir un cansancio intolerable. Me pareció curioso no aparentar nada ni remotamente cercano a como me sentía; me puse a pensar en como nos ven los demás y como los vemos a ellos. Mirar a una persona, aunque pueda revelar miles de cosas, apenas si toca la punta del iceberg de lo que realmente es y siente. Y mirándome en el espejo, por un momento, me creí mi propia imagen. Luego recordé que al otro lado estaba la cocina, que el chino estaba dentro y sin duda podía estarme observando sin que yo me diera cuenta. Aparté inmediatamente la mirada y me puse de pie para pagar el desayuno y marcharme. Y efectivamente, justo al incorporarme, salió el chino de la cocina dispuesto a cobrar. Le pagué y me hizo una muy leve reverencia mientras mantenía una mirada tranquila, que no decía ni fu ni fa; una mirada de lagarto muy propia de los asiáticos. Le dije que iría un momento al servicio antes de irme y dejaría mi abrigo junto a la barra un momento. Asintió con la cabeza y, diciendo "ahora mismo", cogió un pequeño mando a distancia y pulsó un botón. Para mi sorpresa, el mando abría electrónicamente la puerta que daba al servicio. Me pareció muy extraño: no solo esa preocupación por la seguridad, sino el hecho de que se trataba de una puerta vieja, en un estado bastante lamentable. No podía esa puerta tener un cierre electrónico, pero así era. Me dispuse a entrar y vi que no daba al servicio mismo, sino a un pequeño pasillo. La puerta se cerró detrás de mí y me pregunté si además se habría cerrado a cal y canto. Quise probar a abrirla, pero mi vejiga mandaba más en ese momento y entré en el servicio directamente. El servicio era un cuadrado pequeño con un retrete, una pared llena de tubos y una pequeña ventana que daba a un patio interior. Me pareció gratamente tranquilo y me dieron unas ganas locas de dormir; el patio interior estaba en penumbra y se oía el sonido de algún aparato vibrando, como en todos los patios interiores de ciudad. Abrí la ventana para verlo mejor. Era un patio sucio, de paredes mohosas, de conductos de ventilación y macetas que alguien había colocado allí. A pesar de su aspecto, algo en él me atrajo profundamente. Algo en él transmitía un placer extraño; es el placer de aquellos sitios que no son nada, que están libres de presencia o sentimiento o expectativa humana. Era solo un patio, y estaba ahí porque tenía que estar. Eso lo convertía en un pequeño rincón del mundo que era libre… libre en un sentido que lo hacía diferente a cualquier calle, parque, bosque, monte o playa. Me reí ante la idea de que un patio mohoso pudiera tener algo especial que ni el más hermoso paisaje podría nunca tener. Pensando eso, apoyado en una de las paredes, me di cuenta de que no era realmente una pared, sino una especie de puerta de madera. Parecía la puerta de un armario empotrado. Pensaba que en su interior solo habría cables y, quizás, el contador del agua. Tiré del pequeño pomo metálico y la puerta se abrió. Tuve que apartarme, ya que la puerta daba con la pared de en frente de aquel WC minúsculo. Al abrir me encontré con que era una puerta que daba al patio. Los sonidos de este se amplificaron en un segundo al asomar mi cabeza, como cuando uno abre la ventana al despertar de una siesta a media tarde. Se oía además el canto de varios pájaros en lo alto y un aire frío, casi refrigerado, me entró por la nariz al instante. Aquel rincón del pequeño patio, inaccesible a la vista desde la ventana, tenía sus paredes llenas de macetas colgadas, tiestos con una especie de arbusto que sin duda había crecido descontroladamente durante meses. Di dos pasos hacia dentro y me quedé mirando al cielo: un cielo que en ese momento era un cuadrado azul unos 10 pisos más arriba. Sentí entonces que tenía yo algo que hacer en ese patio. La idea era absurda, ¿qué podría hacer en un sitio así, más que dejarlo y volver al bar? Miré el reloj, se estaba haciendo tarde. “El trabajo espera”, pensé. Y no es que me preocupara llegar tarde, es que no se me ocurrió nada que hacer en ese patio. O, mejor dicho, nada más que hacer; porque plantarme de pie en ese patio, aunque solo fuera por un minuto, me había tocado profundamente de una manera que no sé identificar. Quizás un día me encuentre de pie en un patio como ese y, entonces, sabré lo que ese sitio me ha hecho o dado. Porque los lugares otorgan cosas a los seres vivos que los habitan y transitan, a menudo más de lo que un humano da al espacio que lo rodea.

8/4/12

Wolfgang A. Mozart (1756-1791)
"Das Lied der Trennung" KV 519
Werner Güra, Tenor
Christoph Berner, Klavier






Die Engel Gottes weinen,
wo Liebende sich trennen,
wie werd ich leben können,
o Mädchen, ohne dich?
Ein Fremdling allen Freuden,
leb ich fortan dem Leiden!
Und du? und du?
Vielleicht auf ewig vergißt Luisa mich!
Vielleicht auf ewig vergißt sie mich!


Vergessen raubt in Stunden,
was Liebe jahrlang spendet.
Wie eine Hand sich wendet,
so wenden Herzen sich.
Wenn neue Huldigungen
mein Bild bei ihr verdrungen,
O Gott! vielleicht auf ewig vergißt Luisa mich.

Ach denk an unser Scheiden!
Dies tränenlose Schweigen,
dies Auf- und Niedersteigen,
des Herzens drücke dich
wie schweres Geist-Erscheinen,
wirst du wen anders meinen,
wirst du mich einst vergessen,
vergessen Gott und dich.

Ach denk an unser Scheiden!
Dies Denkmal, unter Küssen
auf meinen Mund gebissen,
das richte mich und dich!
Dies Denkmal auf dem Munde,
komm ich zur Geisterstunde,
mich warnend anzuzeigen,
vergißt Luisa, Luisa mich,
komm ich mich warnend anzuzeigen,
vergißt Luisa, Luisa mich,
vergißt sie mich!


God's angels weep
when lovers part,
how can I go on living,
o maid, without you?
A stranger to all joys
henceforth I live to suffer!
And you, and you?
Possibly forever Luisa will forget me!
Possibly forever she will put me out of her mind!

Awake and in my dreams
I will quote Luisa's name;
professing her name
be a service for me;
I will even profess and praise it
when I am with God.
And you, and you?
Possibly forever Luisa will forget me!
Possibly forever she will put me out of her mind!

I cannot forget her, 
here, there, everywhere
the burden of love pursues me
by the squeeze of her hands.
I tremble with longing for her,
and find myself forsaken!
And you, and you?
Possibly forever Luisa will forget me!
Possibly forever she will put me out of her mind!

I cannot forget her;
this heart, separated from her,
seems to beg me with sighs,
"My friend, remember me!"
Alas, I will remember you
until they lay me in the grave.
And you, and you?
Possibly forever Luisa will forget me!
Possibly forever she will put me out of her mind!
 
Oblivion robs within hours
what love bestows within years.
Like the turn of a hand
such is the turn of a heart.
When new courtships
have supplanted me in her heart,
o God, then Luisa will possibly forget me forever.

Alas, remember our parting!
That tearless silence,
that throbbing of the heart
may weigh you down
like a burdening nightmare;
will you think of someone else,
will you forget me some day,
forget God and yourself?

Alas, remember our parting!
This token, bitten amid kisses
onto my mouth
may judge me and you!
With this memento on my lips
I will come in the witching hour,
to be you a warning,
that Luisa forgets me,
that she puts me out of her mind!

6/4/12

superhéroes de hoy


filosofía para ranas (1/3)

El miedo? que es el miedo? El miedo esta ligado al concepto de cobardía, pero no es la cobardía la causa del miedo sino al revés. Al experimentar miedo, se comete el acto cobarde de comunicar al enemigo lo que sentimos, lo que queremos comunicarle es que aceptamos la derrota de antemano, pues sentir miedo es sentirse derrotado. No es extraño pues, afirmar que la presencia del miedo es el indicador más claro de que se está desarrollando un combate, sea del tipo que sea, entre el organismo que se siente amenazado y la fuerza que ataca o que reprime (o que avanza, por simple inercia expansiva, natural). La ausencia de miedo supone pues, en efecto, otro acto comunicativo de similar importancia. La valentía indica a las fuerzas que rodean y afectan al organismo, que no son consideradas enemigos (...), lo cual produce un efecto balsámico sobre esas fuerzas, las cuales renquean, dudan, reflexionan en busca de otros métodos más refinados para poder convenir una frontera y un mapa de convergencia entre entes. Como intentaré explicar más adelante, la ausencia de temor es un requisito primordial para seguir las consignas del corazón. Es cierto que el temor tiene un origen natural y que, como tal, es también un acto del corazón, sin embargo, la diferencia estriba en la administración de tal impulso. En muchas ocasiones, el miedo a que algo ocurra acrecenta sus posibilidades. Los actos adornados de miedo ponen en evidencia, las vidas que conviven con el miedo menguan forzosamente, puesto que no les importa ceder territorio y fronteras para tener la sensación de vivir más seguros. Una vez el miedo ha sido interiorizado, se vive en la certeza de que, lo que antes era una sensación incómoda de origen incierto, es un elemento inherente a la propia vida y, consecuentemente inevitable.


 kristoffer beltz

3/4/12

Púas de acero IV








el ortobú




er pueblo Los Jíbaros



4.

Un bache de la carretera me trajo de vuelta de aquel sueño en el que ya estaba empezando a naufragar y aterricé en la realidad en cuestión de segundos. Jan y Gregorio seguían a lo suyo, reían y miraban por la ventana desenfadados como chiquillos. Gregorio se volvió hacia mí y me sacudió en el hombro con una señora palmada que sonó como cuando te caes de plancha en el agua,

- Amoh pisha, que tah quedao frito...

Me sentía mareado y tenía un terrible sabor de boca ácido y pastoso. Bebí un trago de agua (¿de agua?, ¿pero qué demonios era eso?) y levanté la cabeza por encima del asiento para ver cómo iba el personal. Delante de Jan y Greg iba una chica tumbada en los dos asientos. Me dio por pensar en aquella rubia que conocí unos meses atrás, en las fiestas de Cruces. Los primeros días venía a mi habitación y me enseñaba sonriente el tatuaje de su ingle. Yo lo único que le enseñaba eran canciones mías que no le interesaban un pimiento, pero para ella compartir gustos era lo de menos. A ella solo le interesaba poder coincidir conmigo en una cosa. Cada día que venía a visitarme acercaba más y más su ingle a mi cara, hasta que un día conseguí incluso verle un tatuaje de mariposa que, por cierto, era de esos que vienen en las bolsas de patatas fritas, allá donde el pubis comienza a hacer valer su nombre. Yo siempre me levantaba y me meneaba incómodo de aquí para allá, dando vueltas por la habitación. Me ofuscaba no saber identificar dónde residía mi interés por aquella muchacha. Aunque era verdad que toda belleza femenina me atraía, algo me impedía tocar aquella piel blanquecina en la que se marcaban sus venas y esas caderas a las que aún les quedaba mucho por decir. Se tumbaba en mi cama descalza y retozaba como una gata, y yo fumaba y le preguntaba tonterías. La misma noche en que la eché de mala manera para no volver a verla más, se me ocurrió que podría escribirle algo, una carta o un poema, yo que sé, nunca se la escribí, algo así como:

Caes desde el cielo como una tormenta de verano imprevisible; yo te miro y sonrío, tú sonríes, yo soy tímido, tu eres valiente, libre, adolescente, tu corazón habla de rescates y pétalos, el mío es una piedra perdida entre los cantos de un río... bla bla bla... pecas salpicadas en tus pómulos, naranjas como... bombonas de butano...

Tras un buen ratín de viaje y divagaciones, llegamos finalmente al pueblo. Un gran cartel medio empotrado en un árbol y oculto por las ortigas no me dejó leer bien el nombre: ¿Los Jíbaros?
Unos compis de viaje nos dijeron que en realidad la fiesta estaba un pelín más lejos, vamos, unos kilómetros de nada, y que había que continuar caminando. Bajamos. Los tres miramos alrededor, impresionados por la contundente demostración de fertilidad de la que era capaz la primavera en los territorios de su jurisdicción. Hacía un tiempo espectacular, todo tipo de fragancias se mezclaban con el silencio y el aire tibio para hechizarnos al instante. Jan y yo nos miramos sonrientes. Ambos lo interpretamos bien, aquella sensación que renacía tras meses en la ciudad era el mejor telón de fondo para la sesión de libertinaje que nos esperaba.

Según bajábamos del autobús, parecía que habíamos tomado el pueblo como una plaga de langostas, aunque por la cara de susto de los locales yo diría que a las langostas en comparación les preparaban un comité de bienvenida. Una señora madura bien entrada en kilos y en años que se dirigía al supermercado, pasó tan cerca nuestro que la cara le cambió de repente a un rictus de inmenso desagrado. Uno de los de la comitiva nuestra, que vestía una chaqueta de cuero tintineante y llevaba una cresta enorme y roja que en vez de destacar parecía entonar con las flores de algunos aloes de las colinas de alrededor, se la quedó mirando:

- Qué paza, no vé que zomo un grupo de actore pa una pelicula del apocalici... que no zabe que pagan mu bien o qué...- se giró y nos guiñó un ojo mientras quebraba la armonía de los cánticos celestiales de los pajarillos abriendo una enorme lata de cerveza con una piedra.
- ¿Qué quiere que haga? Ce le ha arrancao la anilla a la lata, joé... no paá ni una compae...

Justo al lado de la parada había un supermercado donde pudimos hacernos con más víveres. El local era bastante pequeño y lo llevaba una familia del pueblo cuyos miembros se miraban entre ellos divertidos por una situación que, fiel a su cita, ayudaba a crecer al negocio. Tras agarrar lo primero apetecible que vimos, nos pusimos a la cola de la cola, que avanzaba lenta y aburrida como un palomo viejo. La causa se hallaba en un tipo que, en el momento de pasar por caja, le dio un ataque y se puso a correr hacia atrás como un descosido, empujándonos a todos los que hacíamos fila, pues ni miraba ni se detenía. Después de un minuto de forcejeos, alguien debió ceder que caímos todos al suelo como en una loca partida de twister. Luego, el hombre pareció como que despertaba y comenzó a excusarse con todo el mundo mientras decía, sin parar de repetirlo, que es que a menudo le pasaba que lo horizontal le parecía vertical y que sentía que se caía por un precipicio y que no podía controlarlo, que siempre había sido de ir a contracorriente... Luego, aprovechando la confusión, y que el padre de la familia metía ya la mano por debajo del mostrador, se marchó corriendo sin pagar lo que se llevaba escondido en el sobaco: una gran bolsa de papel higiénico. 

Al salir del super le volvimos a ver. Charlaba con otro tipo en la puerta de un bar que había en el parking y parecía querer endosarle un rollo de papel por unos euros de nada. La taberna, de corte rústico, se presentaba al mundo con un cartel medio colgando en el que se podía leer “Bar el Ápice”. Jan escuchó decir a alguien que alguien había dicho que había escuchado que allí dentro vendían la priva a mitad de precio y decidimos entrar para completar el cupo de nuestro sustento. ¡Claro!, ¿por qué no? Parecía que estábamos de suerte.

1/4/12

La única manera de avanzar
es desprenderse de uno mismo, extraer al ser de la palabra,
al acto de la intención, a la emoción del adueñamiento
y al deseo de su objeto imaginario,
ir horadando el túnel, perder una y mil pieles,
consumir lo superfluo en una fiesta de llamas,
dejar que se desinflen lo yo parásitos, no ser ni esto ni lo otro,
unir los dos polos en un sólo círculo,
atrapar la mirada que está detrás de la mirada,
de ojo en ojo ascender hasta la conciencia final
donde todo lo injertado, tatuado, copiado, falsificado
es llevado por el viento como un enjambre de pétalos.
Mente vacía y corazón lleno,
calmando el deseo, deshaciendo los nudos ciegos,
integrando el árbol acorazado al bosque desnudo,
nuestra patria son las huellas que dejamos
en la corteza de la Tierra,
nuestra edad es la del cosmos,
en nuestro corazón habitan los que fueron,
los que son y los que nacerán,
venimos del todo, vamos hacia el todo, somos el todo.
Nunca más nuestra mente defecará definiciones,
nunca más en nuestro pecho silbará la víbora de la crítica,
nunca más entre nuestras piernas
el deseo de una carne sin alma afilará sus anzuelos,
nunca más nuestro cuerpo aspirará a ser una máquina eterna,
venceremos ese grito de ignorancia que es la angustia,
despegándonos del pegajoso suelo
donde quieren echar raíces nuestros pies
eligiremos como camino
la impalpable sombra y el sólido vacío,
venceremos el espejo que compara
sembrando en nuestra alma
la amargura de la inferioridad,
demoleremos la pirámide de ancestros que llevamos
incrustada en la espalda
encadenándonos al cadáver de un tiempo estancado,
cavando hasta el fondo de nosotros mismos
llegaremos por fin al orígen donde la palabra se disuelve
y nuestro espíritu es el centro de todo lo que existe.
Placer incesante, orgasmo eterno,
silencio que es la suma de todas las músicas.





ไม่มีใคร