28/6/12

Hell O'clock


A veces tengo recuerdos vívidos de sueños. Unos al principio de la noche, otros al final. A veces es poco lo que podría decir sobre lo que ha pasado, y mucho menos sobre lo que es. Siento como si acabara de salir de otro estado. Es una sensación vaga de haber estado en otra parte, en otro “cómo”.  Lo único que empiezo a sentir al principio es la sensación espacial de estar acostado. A los dos segundos mi mente espacial (de espacio, se entiende, aunque ambas acepciones son aplicables) se restaura por completo. Me doy cuenta de mi ubicación. Sobre una cama, en un dormitorio. A veces me pregunto dónde estoy. Ah sí, sé donde estoy. Sé que suena el despertador. Pero todo mi ser acaba de salir de algo que cada noche es agradable, conocido e imposible de explicar. El despertador ya no suena. ¿Lo he apagado yo? Seguramente. Enciendo la pantalla del móvil para ver la hora… son las seis y media. De repente, antes de que la luz del móvil se apagase siquiera, se me olvida la hora que era…vuelvo a extender el brazo para coger el aparato. Son las siete y diez, casi la hora a la que pongo la alarma habitualmente. ¿Por qué ha sonado antes? ¿Dónde he estado durante 40 minutos? El sonido es infernal, un agudo que amenaza con derrumbar la gran barrera del sueño. Siento sus golpes. Me empujan, pero a la vez es como si algo quisiera sacarme tirando desde fuera. Ciertas horas matutinas solo son amigas del silencio, no hay onda de sonora que valga. Permanezco diez minutos consciente de la almohada y tengo la sensación de que sin ella mi cabeza quedaría desprotegida,  expuesta a una atmósfera alienígena que hace que una ola de frío me recorra el cuerpo, empezando por el pecho. El teléfono del demonio vuelve a sonar. Me da igual. Pero hago un intento por desactivar la alarma completamente, volver a un profundo sueño y que sea mi mente la que decida despertarse cuando sea conveniente. ¿Qué es eso de ser despertados por un sonido repentino a diario? Solo en un mundo retorcido, nervioso, ambicioso como este eso puede ser considerado normal. Pero solo algo así consigue despertarme antes de mi hora.  Vuelve a sonar. Ahora creo saber por qué suena. Sí, hay que ir al trabajo.  ¿Ir al trabajo? ¿Ir? Qué idea tan absurda. ¿Es miércoles o jueves?  Da igual, el efecto es el mismo. Pienso en lo que fumé anoche y en las cinco horas que he dormido. ¿Me despertaría más fácilmente si no fumase? Mi experiencia me dice que no. Mis mañanas siempre han estado llenas de una agradable y desmedida vagancia indolente de la que, cuando no tengo obligaciones que cumplir, me siento muy orgulloso. ¿Levantarme? ¡Lavarme, vestirme, desayunar, salir! Pensar. Es inconcebible, tan inconcebible para mí en este momento como una realidad imposible.  Me giro hasta acostarme sobre el lado izquierdo… mi cuerpo vuelve a bajar un escalón en el proceso y ya solo importa el descanso. Pero me alcanza para pensar en el origen del “problema”: no me importa trabajar, me gusta. ¿No me importa levantarme? No, no me importa. Llevo un buen rato pensando y eso también está bien. ¿Es salir el problema? Claro que lo es. Vestirse, escaleras, calle, escaleras, metro, andén, la ciudad de Barcelona en pleno apogeo: al entrar en la estación de Joanic, cada mañana a la misma hora sale una muchedumbre con prisas como un enjambre. El río humano, de veloz corriente, siempre se cruza justamente perpendicular a mi camino hacia la entrada a la estación. Me viene a la mente la escena de tantos videojuegos que han pasado por mis manos, en los que una flecha marca una línea de ruta en un mapa, como si de un GPS se tratara. Casi ninguno se da cuenta de lo que hay a su alrededor y casi ninguno me ve. Con un regateo zancudo completamente ridículo esquivo tamaña perdigonada de autómatas que, aunque siendo como son, seres humanos, a esas horas y en ese lugar interactúan entre sí como quien lo hace con un mecanismo.  Y yo, por no unirme a su procesión, con frecuencia me descubro moviéndome entre estaciones de metro a toda velocidad, aprovechando cualquier hueco que veo para avanzar. Definitivamente, el problema es salir a un sitio así. Salir porque hay que hacerlo, salir a diario siempre a la misma hora. Nunca se me ha dado bien resignarme a hacer cosas que me desagradan, por muy obligadas que sean. Pues bien, hoy trabajo en casa. Me giro y, esta vez sí, mi cuerpo se incorpora y hace todo lo que tiene que hacer, porque así lo quiere.

27/6/12

sutilezas de claustro 2


 
 
 
Crece de día en día mi persuasión de que hay 
hombres que se mueren sin haber cometido una 
mala acción de bulto y de alcance, y sin haber 
abrigado, no obstante, un solo buen deseo, ale- 
grándose íntimamente del mal que no eran capa- 
ces de hacer; mientras hay otros que molestando 
de continuo al prójimo, y aun dañándole, se mue- 
ren sin haber abrigado rencor contra nadie, sino 
habiendo estado llenos siempre de buen deseo. 
 
Es mucho más frecuente de lo que podría creer- 
se aquello de San Pablo de que «no hago el bien 
que quiero, sino el mal que no quiero hago», sen- 
tencia que antes expresó Ovidio con lo de video 
meliora proboque, deteriora sequor. 
 
¿Quién en las luchas de la vida no ha sentido 
mil veces, al encontrarse con su corazón a solas, 
que se lo henchía honda querencia al adversario, 
querencia nacida de la lucha misma? Combatiendo 
se aprende a amar; de la comun miseria surge la 
compasión mutua, y de la compasión el amor. 
Siempre he creído que la guerra es la gran puri- 
ficadora de los rencores, y que no hay abrazo más 
efusivo ni más apretado que el que se dan los 
combatientes al deponer las armas. Desconfío del 
que no lucha, y veo siempre un mayor enemigo 
en el que se me somete que en el que me resiste. 
 
La diferencia que he visto siempre entre la mo- 
ral y la religión es la de que aquélla nos enseña 
a hacer el bien, y ésta a ser buenos y pocos pasajes 
del Evangelio me levantan mas el corazón 
que aquél de la oración en la cruz del buen bandido y 
la promesa que el Cristo le hizo de la vida eterna. 
 
Creo que, por lo general, somos mejores de lo 
que se deduce por nuestros actos, y que de mu- 
chos puede decirse lo contrarío de lo que del poe- 
ta dijo el poeta Zorrilla, y es que 
 
hay hombre que en su misión 
sobre la tierra que habita 
es una planta bendita 
con frutos de maldición. 
 
El citado Thoreau decía: «Si hice alguna vez 
algún bien al prójimo, en su sentido, era sin duda 
algo de excepcional e insignificante, comparado 
con el bien o el mal que estoy haciendo constan- 
temente con ser lo que soy». 
 
Y ved cuan frecuente es que se distingan por 
su constancia en los rencores los que con más cui- 
dado evitan las violencias extemas, muchos que 
aspiran a la espiritualidad en religión, muchos que 
van de tiempo en tiempo a deponer a los pies del 
confesor sus malas acciones, pero no sus malos 
sentimientos. Se ha hecho ya proverbial el odiam 
theologlcum, y es sabido cómo las disputas reli- 
giosas se señalan por la acritud y por la virulen- 
cia. Son muchos los que creen que es buen cami- 
no para llegar al cielo romperle a un hereje la ca- 
beza de un crístazo, esgrimiendo a guisa de maza 
un crucifijo. 
 
En la fe misma en el infierno, ¿no veis algo de 
demonfaco? Deséenlo muchos para el prójimo, y 
recuerdo aquel apostrofe del profesor que, comb 
batiendo a los materialistas, exclamaba encendido 
en demoníaco celo: "¡Almas de carbono, así arde- 
réis mejor en los infiernos!" Y es, por otra parte, 
que temen que la gloria sea chica para albergar- 
nos a todos, y que cuantos más allf entremos, 
menos de ella nos ha de tocar a cada uno. Se les 
amargaría la dicha si la compartiera con ellos uno 
de esos herejazos a quienes en vida combatieron 
a sangre y fuego y a crístazos. 
 
Y ese especial y característico odiam theolo- 
gicum es hijo de otra característica y muy espe- 
cial superbia íheologica, o, si se quiere mejor, 
de la soberbia espiritual. Malo es que un hombre 
se ande preocupando de si es o no es soberbio y 
de ahogar la soberbia en sí, y dé luego en cavilar 
y revolver en su cabeza sí no es por soberbia por 
lo que trata de combatirla, y si la humildad a que 
aspira no es la más fina soberbia, y otras sutilezas 
por el estilo. Mejor es dejarlo y dejarse ser como 
se es, a la buena de Dios, desnudando el alma y 
abandonándose al primer impulso. Todos esos ti- 
quls miquis espirituales no hacen sino enconar la 
herida y envenenar la sangre del alma; dejarlo estar 
es lo seguro. 
 
Y aquí viene como anillo al dedo lo que el Após- 
tol dice de la ley y de cómo la ley hace el pecado, 
pues no se conoce el pecado sino por la ley, por- 
que no se conocería la codicia si la ley no dijera: 
«No codiciarás». Y el pecado, tomando ocasión de 
la ley, obra en nosotros codicia, ya que sin la ley 
estaba el pecado muerto; mas en cuanto viene el 
mandamiento, revive (Rom., vn, 7-9). Siempre, al 
leer las epístolas de Pablo de Tarso, me he dete- 
nido en este pasaje y en aquello de los que, sin 
tener ley, hacen naturalmente lo que es de la ley, 
y son ley para sí mismos, pues la llevan escrita 
en sus corazones (Rom., n, 14-15), y me he dicho: 
¿Para qué acongojar el ánimo restregándole la ley 
escrita, que es muerte, y no dejarle que descubra 
su ley viva, la que en sus entresijos yace? Y esta 
ley viva es la ley de la sinceridad; es que corres- 
pondan a nuestras entrañas nuestras extrañas, 
que sea nuestro proceder hijo de nuestro sentir y 
nuestras palabras revelación de nuestros pensa- 
mientos. 
 
Este debe ser nuestro hito: ¡sé sincero! Y si 
por dentro te tienes en algo, no lo ocultes por es- 
tudiada humildad, que cuando es de estudio la 
humildad deja de serlo. 
 
Humildad rebuscada no es humilde, y lo más 
verdaderamente humilde en quien se crea superior 
a otros es confesarlo, y si por ello le motejan de 
soberbio, sobrellevarlo tranquilamente. Dice el 
susodicho P. Rodríguez en el cap. v del tratado 
que cité que, segün San Bernardo, el verdadero 
humilde desea ser tenido de los otros en poco, no 
por humilde, sino por vil, y gózase en eso>. Y ¿no 
será fina humildad soportar, ya que no desear, 
ser tenido por soberbio? Aunque yo entiendo que 
la más fina, la más sencilla humildad es no cuidar- 
se en ser tenido por nada, ni por humilde ni por 
soberbio, y seguir cada uno su camino, dejando 
que ladren los perros que al paso nos salgan, y 
mostrándose tal cual es sin recelo de habladurfas. 
 
Dicen muy piadosos varones que las virtudes de 
los paganos no eran sino falsas virtudes, pues se 
fundaban en vanagloria. Y las de esos cristianos 
de cabeza que buscan ser virtuosos por estas o 
aquellas razones, y acaso en esperanza de la glo- 
ría, ¿son virtudes finas y espontáneas? Todo lo 
rebuscado es falso, y humildad que vaya a apren- 
derse de libros ascéticos es casi siempre falsa hu- 
mildad. Y conoceréis su falsedad en una cosa, y 
es que los falsamente humildes se escandalizan de 
los soberbios. 
 
Todo lo rebuscado es malo, y eslo, por lo
tanto, la soberbia rebuscada, la falsa soberbia, 
que es una de las más frecuentes. El fingimiento de
soberbia es de lo que más a menudo he topado 
en mi vida, y cuidado que ésta no es aún larga. 
 
Hablábame en cierta ocasión un amigo de un 
sujeto, conocido mío, y me decfa: «No lo puedo 
soportar: tiene una soberbia que apesta; no acierto 
a comprender cómo se tiene en tal alto aprecio a 
sí mismo.» Y hube de contestarle «Estás equi- 
vocado: ni es soberbio, ni se tiene en tal apre- 
cio.» Y le expliqué cómo era eso una astucia que 
usaba el hombre para defenderse de los que le 
tenían por majadero, fingiendo tenerse él por un 
genio o poco menos, pues es la cuenta que se 
echaría: «tal vez a fuerza de dar yo a entender 
que soy un genio, llegue alguno a creérmelo». Y 
es que nunca he tomado tan a pechos lo de «conó- 
cete a ti mismo», que haya llegado a creer que 
es lo más difícil conocerse y que haya pocos que 
se conozcan. Creo, por el contrario, que los más 
de los hombres se conocen bastante bien, y que 
si les hiere el que se les eche en cara sus defectos, 
es porque ellos mismos se los han echado antes. 

Y el dios Goo-Gleh hizo el milagro


25/6/12

Gádix, oceanus sireni




Soy un catalán muy fino,
y no me gusta trabajar,
por eso, me vine al Sur,
porque aquí aunque quisiera,
sin querer aunque pudiera.

En Mayo cae alcanfor del cielo
y, cuando llueve en el Febrero
se atascan las alcantarillas
y se te van a mojar los pies.

Fíame unos 80 duros,
que un días de éstos te los devolveré.
los tiempos viejos no mueren
y los nuevos no acaban de nacer.

El coche no tiene frenos,
el autobús tarda mucho,
la moto me hace perlita
y mi novia ya no pita.

El cielo rojo por la noche,
los bares están ya cerrados,
riegan las calles aunque llueva,
huele a caca de caballo.

24/6/12


Escucho Extremoduro en un merendero
Hundo mis dedos en algo que fue virginal
Agonizo en las orillas de una tarde interminable
Presto atención a un papanatas anónimo
Observo un cementerio como quien mira al mar
Tacho un buen verso porque, en ese momento, me parece deprimente
Quedo con la soledad a las 7 menos cuarto y me deja tirado
Acudo a conciertos cuyas melodías son afluentes de mi alma
Leo a Pizarnik y me da miedo entenderla de esa manera tan nítida
Hago reír a una desconocida
Me preguntan si vendo cocaína
Busco en un antiguo cuaderno y encuentro que, años atrás, escribí lo siguiente: 

"Nicotina, condones usados, 
y turulos con empacho/ 
Sordidez bien tratada/ 
En todo eso encuentro niñez"
Transformo una conversación en algo que recordar
Decepciono con soltura
Paseo entre panaderos y oficinistas con mil demonios pujando por salir
Me siento tan bien que busco una llave que me encierre para siempre en ese lugar
Whitman asoma la cabeza desde el interior de mi carótida
Permanezco en silencio hasta que ya no puedo más
Vivo lo que escribo y escribo lo que vivo
Cojo mi trineo y me dejo llevar por el plan que las constelaciones sugieran
Me enfrento a mi sombra y gana ella
Un encefalograma plano, con el coño planchado por el uso, me malinterpreta
Descubro a Henry Miller y lo comparo conmigo. Me gusta pero no me impresiona
Rezo por almas que, un día, pude tocar
Me excito como el peor sátiro del mejor libro
Compro tabaco y fumo sin ganas
Bebo con ganas
Comparto mis días










Bruno Gerrú

23/6/12

sutilezas de claustro 1




SÓLO odiamos, lo mismo que sólo amamos, lo que en algo, y de una o de otra manera, se nos parece; lo absolutamente contrario o en absoluto diferente de nosotros no nos merece ni amor ni odio, sino indiferencia. Y es que, de ordinario, lo que aborrezco en otros aborrézcolo por sentirlo en mi mismo; y si me hiere aquella púa del prójimo, es porque esa misma púa me está hiriendo en mi interior. Es mi envidia, mi soberbia, mi petulancia, mi codicia, las que me hacen aborrecer la soberbia, la envidia, la petulancia, la codicia ajenas.

Y así sucede que lo mismo que une el amor al amante y al amado, une también el odio al odiador y al odiado, y no los une ni menos fuerte ni menos duraderamente que aquél. Hay con frecuencia, o un sostén o un sedimento de amor en el fondo de no pocos odios; muchas personas se aborrecen, o creen más bien aborrecerse, porque se respetan, se estiman, y hasta se quieren mutuamente. Y para no quedar solo en esta que parecerá a muchos forzada paradoja, quiero aquí aducir dos sentencias del oríginalisimo asceta y pensador yanqui Enrique David Thoreau, quien dice en una, en prosa, que «a nadie tenemos más derecho para odiar que a nuestro amigo»; y en la otra, en verso, que «sería traición a nuestro amor y un pecado contra el Dios del cielo borrar una sola jota de un odio puro e imparcial».

A menudo ocurre que se pasa uno la vida combatiendo la intolerancia de los demás, y si lográis arrimaros a su espíritu y registrarlo con vuestra mirada, veréis que está combatiendo su propia intolerancia. Los absolutamente humildes no se escandalizan ni apenas se conduelen de la soberbia ajena, como los verdaderamente pródigos no se indignan de la avaricia de los demás. ¿Qué espíritu ha combatido al espíritu de la soberbia siempre? El espíritu de la soberbia misma. No tenéis sino ver las prevenciones que los humildes de profesión han tomado siempre para que su humildad no se convierta en soberbia; no tenéis sino ver con cuánta frecuencia los maestros de la vida espiritual, al comentar aquello de que quien se humille será ensalzado, nos advierten que el humillarse en vista de ello, para ser ensalzado por haberse humillado, es la más refinada soberbia.

Podría acudir a muchos y doctos maestros; pero me es más cómodo y más manual tomar a uno nuestro, a uno español, que resumió a todos los que hasta su tiempo habían adoctrinado a los espirituales. Me refiero al B. V. Padre Alonso Rodríguez, de la Compañía de Jesús, muerto a los noventa años de su edad y setenta de religioso, en 1616. Este docto varón nos dejó un libro, de apacible y tersísimo discurso, aunque algo prolijo, y es el Ejercicio de perfección y virtudes cristianas. Divídese en tres partes, y en la segunda de ellas dedica el tratado tercero a la virtud de la humildad. En este tratado discurre de la falsa humildad, como es la de aquellos que fingen pobreza, a cuyo propósito hace notar que «es menester que la pobreza ande siempre muy acompañada de humildad, porque la una sin la otra es cosa peligrosa; fácilmente se suele criar un espíritu de vanagloria y soberbia del vestido pobre y vil, y de allí suele nacer un menosprecio de los otros; y por esto San Agustín huía de muy viles vestiduras, y quería que sus religiosos trajesen vestidos honestos y decentes para huir de este inconveniente» (cap. iii). Y más adelante (cap. v) dice que la humildad no consiste en traer vestidos viles y despreciados o en andar en oficios bajos y humildes; «no consiste en eso, porque ahí puede haber también mucha soberbia y desear uno ser tenido y estimado por eso, y tenerse por mejor y más humilde que otros, que es la fina soberbia». Retened esto de que la fina soberbia es desear uno ser tenido y estimado por más humilde que otros; y vamos adelante con el tratado. El cual, en su capítulo xni, en que se discurre del segundo grado de humildad y se declara en qué consista este grado, dice esto: «¡Ay!, dice San Gregorio, que muchas veces eso es lo que pretendemos con nuestras hipocresías y humildades fingidas, y lo que parece humildad es soberbia grande. Porque muchas veces nos humillamos por ser alabados de los hombres y por ser tenidos por buenos y humildes. Si no, pregunto yo: ¿para que decís de vos lo que no queréis que crean los otros? Si lo decís de corazón, y andáis con verdad, habéis de que los otros os crean y os tengan por tal; y si esto no queréis, manifiestamente mostráis que en eso no pretendéis ser humillado, sino ser tenido y estimado.

Esto es lo que dice el sabio: Hay algunos que se humillan fingidamente, y allá en lo interior su corazón, está lleno de soberbia y engaño. Porque ¿qué mayor engaño que buscar ser honrado y estimado de los hombres? Y ¿qué mayor soberbia que pretender ser tenido por humilde? Pretender alabanzas de la humildad, dice San Bernardo, no es virtud de humildad, sino perversión y destrucción de ella. ¿Qué mayor perversión puede ser que esa? ¿Qué cosa puede ser más fuera de razón que querer parecer mejor, de donde parecéis mejor? Del mal que decís de vos queréis parecer bueno y ser tenido por tal, ¿qué cosa más indigna y más fuera de razón? San Ambrosio, reprendiendo esto, dice: Muchos tienen apariencia de humildad, pero no tienen la virtud de la humildad; muchos que parece que exteriormente la buscan, interiormente la contradicen.*


Ya estoy oyendo, al llegar aquí, que más de un lector tuerce el gesto y exclama: ¡Sutilezas de claustro! Y no seré yo quien le contradiga, sino que, poniéndome de acuerdo con él , exclamaré también: "Sutilezas de claustro!" Sutilezas de claustro, sí, en que el recojido tiembla ante aquello mismo de que huyó y que dentro de sí mismo. Porque siempre he creído que los que huyen del mundo se llevan al mundo dentro de sí, por el contrario, muchos que, viviendo en el mundo, le tienen cerradas las puertas de su corazón. Ya dijo, entre otros, Emerson, que «es fácil vivir en el mundo según la opinión del mundo, y fácil vivir en la soledad según la nuestra; pero el hombre grande es el que en medio de la muchedumbre mantiene con perfecta mansedumbre la independencia de la soledad».

A los mundanos, a los que viven en el mundo y del mundo, encenagados en él, según esos espirituales de la huída, les sorprenden de ordinario las pinturas que de los vicios mundanales suelen hacer los que viven retirados en el claustro, pinturas en que, pretendiendo afearlos, en realidad los embellecen. Un hombre que no había negado nunca a su carne ninguno de los apetitos de ésta, y que había gustado siempre, hasta con exceso, de las mujeres, me decía en cierta ocasión, después de haber leído la descripción que de la lujuria hacía un fraile: «esto es pura mentira y pintar como querer: la lujuria es sencillamente tonta, y no hay en ella nada de estos deleites y estos ardores que el buen fraile ha soñado. La falta de sencillez lo estropea todo».

Y asi es la verdad: la falta de sencillez, la falta de sinceridad, lo echa a perder todo. Y de pocas cosas hablan los claustrados con menos sinceridad que de la pasión de la soberbia. En puro temerla, van a caer en ella; y seria mucho mejor, a no dudarlo, no preocuparse de tal cosa, dejarse ser tal como se sea y decir de sí mismo lo que uno de sí mismo crea, resulte o no soberbio para los demás. Sospecho que lo que voy a decir escandalizará a lectores timoratos, si es que los tuviere; pero hay que decirlo: y es que no pocas veces la comisión de un acto pecaminoso nos purifica del terrible deseo de él, que nos estaba carcomiendo el corazón. La doctrina podrá ser terrible, pero no me cabe duda alguna de que más de un matador habrá em- pezado a sentir compasión y hasta amor a su víctima una vez que matándola desahogó su odio en ella.

Desde un punto de vista mezquino y estrecho podrá parecer lo más malo el haber matado a uno; pero, visto desde las honduras del espíritu, lo peor es nutrir los sentidos con odio y vivir corroídos por malos deseos. No me parece monstruoso lo de aquel padre que decía a su hijo: "Anda, ve, hijo mio, rómpele las narices de un puñetazo, y luego dale un abrazo: es mejor que no el que evites encontrarle y sigas odiándole" Los malos sentimientos contenidos pueden llegar a emponzoñarnos la sangre del espíritu, y éste enferma y se hace malo, y es, a las veces, mejor mil veces, dejar que estallen los malos humores hacia fuera. Porque una cosa es hacer el bien y otra ser bueno, aunque se conozca al árbol por sus frutos, y las buenas acciones broten de las almas buenas.

Sí, una cosa es hacer el mal y otra muy distinta ser malo, distinción que con muy sano instinto columbra casi siempre la gente sencilla e inculta, que se enamora de sujetos tenidos por grandes picaros, y mira con ojeriza a otros que pasan por irreprochables. Cuando oía yo decir aquello tan repetido de «en el fondo es bueno», refiriéndose a algún sujeto de fechorías y daños al prójimo, solía añadir por mi cuenta: «tan en el fondo, que es como si no lo fuera; en el fondo todos somos buenos». Pero hoy he modificado no poco mi sen- timiento a este respecto, y entiendo muy de otra manera que entendía antes eso de que en el fondo todos somos buenos.




Fin de la parte 1/3 del gran ensayo de D. Miguel de Unamuno titulado "Sobre la soberbia", incluido en su magnífico libro "Almas de jóvenes"

22/6/12

Reprenc l'edició





Filla dels déus d'un cel inconformista
núvia del vent d'un bes enverinat
cuca de mel ricura amb cel, nina del temps.
Plugim de vesc, buscant la causa,
coll de cigne enviscolant,
mixtura d'ulls blaus verds, cucs, engrisoldats...
Tu pots, tu vals, tu en saps si vols,
no, no tinguis por,
malgrat ho saps no ets innocent,
el cor t'empeny.
Ràbia i tendresa, formigueig equidistant,
somnis de joguina.
Venècia, Venècia en un pou
lliris blancs, lliris, lliris...
tu pots, tu vals, tu en saps si vols,
no, no... tinguis por,
la pressa et mana, sàvia d'enveja,
per mena és mort, és mort...
Tu pots, tu vals, tu en saps si vols,
no, no tinguis por,
malgrat ho saps no ets innocent,
el cor t'empeny.
Em trobo en fals sense el teu alè
em trobo confús, em trobo confús
perdo el nord sense rere fons
em trobo confús, em trobo confús
em trobo confús, em trobo confús

21/6/12

cosmic dust


Hay cientos de miles de millones de partículas de polvo extraterrestre cayendo del cielo. Este material tan abundante es importante ya que tales fragmentos diminutos de roca permiten a los científicos estudiar objetos distantes del sistema solar sin el oneroso costo de enviar vehículos al espacio para investigar. El origen del polvo cósmico que cae en la Tierra ha sido siempre incierto. Los científicos pensaban que analizar el contenido mineral y químico de partículas individuales de polvo era fundamental para establecer su origen. Pero este estudio sugiere que una comparación de múltiples partículas da mejores resultados. Cada vez que analizamos el polvo cósmico, obtenemos un conocimiento mayor de su complejo caracter, tal y como puede verse en la imagen.

20/6/12

Household dust



El polvo en las casas, oficinas, y otros ambientes humanos es en gran medida generado por sus habitantes, especialmente por el desprendimiento de las células de la piel. Aproximadamente el 70 por ciento de la composición del polvo son células muertas de piel humana. También se encuentra algún porcentaje de polvo atmosférico del exterior. En promedio, aproximadamente el ritmo de producción de polvo en una casa es de 6 mg/m²/día, dependiendo de la cantidad de tiempo que se permanezca en la casa y del número de habitantes. Cuando se acumula suficiente cantidad de polvo se forman pelusas (son las llamadas "motas de polvo").




Wikipedia

17/6/12


Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas.

Buda


Con buenas palabras se puede negociar, pero para engrandecerse se requieren buenas obras.

Lao-tsé


No hay nada tan increíble que la oratoria no pueda volverlo aceptable.

Marco Tulio Cicerón


El sabio controla sin autoridad, y enseña sin palabras; él deja que todas las cosas asciendan y caigan, pero no interfiere. Da sin pedirle y está satisfecho.

Anónimo



Si todo pudiera explicarse mediante la palabra, tarde o temprano acabaríamos con el mundo.

Henry Moore



Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes.

Lao-tsé



Las palabras son como las hojas; cuando abundan, poco fruto hay en ellas.

Alexander Pope


A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada.

Winston Churchill


Toda palabra dicha despierta una idea contraria.
Johann Wolfgang Goethe


Hay palabras que solo deberían servir una vez.

René de Chateaubriand


No son verdades las palabras, sino aproximaciones. Pronunciar una sola palabra ya es mentir.

Ajo de Oro

coro Alexandre Nevsky San Petesburgo

15/6/12

habla al viento




Said the straight man to the late man
Where have you been
I've been here and I've been there
And I've been in between.

I talk to the wind
My words are all carried away
I talk to the wind
The wind does not hear
The wind cannot hear.

I'm on the outside looking inside
What do I see
Much confusion
Disillusion
All around me.

You don't possess me
Don't impress me
Just upset my mind
Can't instruct me or conduct me
Just use up my time

I talk to the wind
My words are all carried away
I talk to the wind
The wind does not hear
The wind cannot hear.

12/6/12





I'm a lucky guy 
since I broke my mind,
take a walk by the river,
I'm a little retarded.
Cow pat in my feet,
when I go to meet you,
you feel happy to see me,
but your daddy said no.
Playing with the sand,
making castles for you,
an incredible tsunami,
takes away all the funny.
At last we get married
flying to Xanadu
we have preferent places,
but the terrorists too.

11/6/12

salpicón y kristófanes

- ¿Por qué duele tanto no haber sabido expresar lo que uno siente?
- Es difícil. El vivir duele tanto más cuanto más vivimos, tanto más cuanto más vivos estamos. Quizás ese sentimiento de dolor es por ahora y no por antes.
- ¿Qué quieres decir?
- Piensas en aquel momento en el que no supiste expresar lo que sentías, pero a lo mejor sencillamente no lo sentías, lo sientes ahora al recordar a esa o aquella persona, y crees que sentías igual en el pasado. Puede muy bien no ser así, o ser así pero de forma algo magnificada por la imposibilidad de retorno que suscita la ausencia.
- Me besó en la mejilla fuertemente.
- Y te gustó?
- Lo agradecí profundamente en el corazón, pero me queda una duda.
- Te hace dudar manifestación tan evidente de cariño?
- Sí, no sé por qué lo hizo. ¿Le inspiraba lástima acaso? Aún me cuesta entender si fue porque lo sentía o porque sentía que yo lo necesitaba.
- Muy posiblemente ninguna de las dos y un poco de ambas a la vez. Quizás tú lo estuviste pidiendo a gritos silenciosos.
- Pero a veces no puedo soportar el dolor de recordarlo... ¿por qué?
- ¿No estarás mezclando el mero recuerdo con el deseo de volver a vivir aquella situación que te hizo sentir tan vivo y especial?

10/6/12


Y al doblar la esquina del pasillo para ir a mear, se encontró con esto. Lo que ocurrió a continuación es demasiado terrible para contarlo.

8/6/12

puas de acero V



Fue traspasar el umbral de aquella tasca y detenerse la respiración al instante. Empezamos a abrir la boca como peces agonizantes por la cantidad de humo que disputaba un combate a muerte con el aire puro. Solo un ventanuco minúsculo junto a la entrada servía de esclusa para ventilar aquel boquete apestoso.

Un primer vistazo bastó más que mil palabras. Al fondo, en un tablao metido con calzador en un rincón junto a los aseos, un grupo de flamencos rastafaris deleitaban a la parroquia con una versión electrónica de un tema de Joselito er Mimbre. Para llegar a la barra tuvimos que esquivar con habilidad golpes en las mesas, dientes negros que surgían como aletas de cetáceos entre una marea de risas salvajes, salpicones de bebidas corrosivas, bigotes rebosantes de espuma... Ante tal panorama, viendo que me quedaba atrás enredado en una alambrada de carne, les di a los compis algo de pasta para la priva y decidí esperar en una mesa apartada donde descansaba solo un hombre que parecía algo mayor.

Intentando no perder de vista a Jan y Greg, de vez en cuando miraba de soslayo el rostro de aquel hombre. Tenía los ojos claros y sus arrugas hablaban de un caracter recio. Llevaba una especie de boina roja alargada que terminaba en pompa, y por debajo de ella sobresalía, como una cortinilla de algodón, una melena blanca como de pelo de oveja y tan larga que rebasaba ya los límites de su trasero. Al observarlo con más detenimiento, adiviné que incluso se encontraba justamente sentado sobre su propia melena y que la utilizaba de cojín.

Divertido, me quedé observando aquello sin que el viejo reparara en mí. Ni siquiera parpadeó. La mesa entera chorreaba agua. Sobre ella, casi diez cascos vacíos de cerveza luchaban por mantenerse en equilibrio. El viejo se tambaleaba de atrás adelante como hace un musulmán rezando el corán y mantenía la mirada perdida en algún punto del escenario. El ruido era ensordecedor, el tiempo pasaba despacio en aquel sitio, sobre todo si uno no se encontraba acompañado de amistades o parientes tan provechosos como los que ahora se debatían entre sonoras carcajadas y destartalados berridos.

El grupo terminó de tocar. Aprovechando la marea de aplausos, el frontman se apresuró a agarrar una jarra de vino que descansaba sobre un altavoz. Cuando los aplausos se diluyeron, un desconocido sonido entró en escena. Al principio, quedé inmóvil, sin respirar siquiera, para extraer aquel sonido raro de todo el barullo insoportable. Al parecer, el viejo refunfuñaba algo indescifrable, movía los labios como si estuviera manteniendo una conversación con algún ser invisible. Pero no, no estaba diciendo nada. Un segundo. Presté atención, agrandé el oído, desplegué la oreja. Tssss... cuando unos cuantos parroquianos coincidían para echar un trago o cuando todo el mundo dejaba de hablar de repente, el griterío se transformaba en un suave y desordenado coloquio y podía, por unos segundos, oír lo que el viejo estaba haciendo.

No había duda… aquella avestruz peluda era capaz de los más singulares silbidos, trucos e imitaciones que había oído nunca. Echaba la cabeza hacia delante y ponía una cara de meterse en la piel de cada sonido que imitaba. Tan rápido entonaba el canturreo de un pajarillo con una serie de movimientos de labio, imitaba el sonido de un motor o el de una explosión. De repente se giró hacia mí dándome tal susto que tuve que agarrarme al borde del banquete para no caer:

 - Y ejo no ez todo, mi pequeño ¿A que no zabe ehto que éh? -hinchó la garganta como un somormujo y empezó a sacudir la lengua para reproducir otro sonido más-. Ya puehto, te apuehto una caña a que no zabría decirme qué es esto: tlo tlo tlo tlo tlop tlop bfffsh...
- Una paloma, ¿una torcal? -le dije yo, pensando que quizás aún estaba en el autobús soñando con seres del infierno.
- No eh un animal, eh un líquido -me miró fijamente, muy serio, esperando una respuesta.
- Una... una jarra que se llena o algo así -volví a mirar de reojo buscando a los dos golfos que tenía por amigos.
- Una harra, una harra de qué, ¡de qué! -el anciano alzó la voz e hizo ademán de agarrarme por la camiseta.
- De... de de ¿cerveza?
- De servesa, de qué servesa...
- ¡Una jarra de heideken! - intenté seguirle el rollo a tenor de la volatilidad de su carácter. Volví a mirar. Jan y Greg conversaban  y reían tranquilamente con el camarero. Maldita sea.
- ¡Maldito!, ¿tu también ere uno de ezo?
- ¿Uno de quién?
- Te bebe y te come lah coza, ¿y dónde está el producto nacioná, eh? ¡Qué!
- ¡De cruzmambo! ¡Una jarra de cruzmambo!
- Caliente, caliente...
- ¿Una cruzmambo caliente? -le miré extrañado.
- Pero tú shaval... tú tiene menos luces que un circo, ¡estáh  pillao o qué! ¿Dónde guardas tú la cabeza shaval?
- De alahembra, una jarra de alahembra entonces- le espeté cansado.
- ¿Alahembra qué?
- ¿Qué de qué?
- A vé, te lo repito otra vé -el hombre cerró los ojos, arqueó las cejas para inspirarse y colocó los labios siguiendo una técnica desconocida para emular el sonido de una cerveza virtiéndose de forma cadenciosa y suave creando una fresca y densa espuma- Tlo Tlo tlo tlo tlop tlop Bbfsssssssh...
- ¿Eso del final es la espumilla no? -le dije yo con cierto entusiasmo mal fingido.
- Tú niño, no sé de dóndes has salío, pero no dah guerra ni ná...
- ¡Ya sé!, -salté al fin con la solución- una alahembra especial.
- Aaaa, jajaja, bien mushasho bien -me agarró fuertemente el hombro sonriendo- Ci quiere zalimo afuera y te enceño argo.

6/6/12

Por rutina




desechamos los testimonios que justificarían ciertos atenuantes. Es decir, estamos tan convencidos de la rectitud de nuestro juicio que invalidamos las evidencias que no nos confirmen en él. Nada que merezca ser llamado verdad podría haberse alcanzado nunca por este medio.




Marilynne Robinson, The Death of Adam

4/6/12





They called it stormy monday, but tuesday is just as bad
Oh, they called it stormy monday,
But, tuesday is just as bad
Oh, wednesday is worst and thursday oh so sad

The eagle flies on friday now, saturday I'll go out to play
Oh, the eagle, the eagle flies on friday saturday I'll go out and play
Sunday morning you go to church, supposed to fall on my knees and pray

I say, lord have mercy, lord have mercy on me
But lord, lord have mercy lord have mercy on
a poor child like me
You know I'm crazy 'bout my baby
Lord, please send her back home to me

3/6/12

En verdad os digo (desde un cerro)


que la muerte nos iguala. El listo, el imbécil, la guapa y el feo solo son carne mortal. En verdad os digo que no confundáis vuestro interior con la apariencia de los demás. En verdad os digo que la vanidad es un castillo de naipes al que la muerte soplará en su momento. En verdad os digo que a la vida que corre por la sangre se la sopla la crisis. En verdad os digo que este cerro es jodido de bajar.






Bruno Gerrú

2/6/12

mxrtr

valor y precio

El pescador preparaba su caña por enésima vez. Llevaba una cesta, pero nunca la llenaba. Yo siempre que pasaba con la bicicleta le veía allí los fines de semana. Un día decidí detenerme y satisfacer de una vez por todas una curiosidad que ya empezaba a pedir una respuesta. Me acerqué a él y comprobé cómo su cesta seguía vacía.

- Oiga, todo esto... poco fructífero me parece, ¿a santo de qué suelta usted estos peces que pesca?¿Acaso no pesca para comer?

- Amo demasiado a estos merluzos- dijo mientras dejaba escurrirse entre sus dedos otro magnífico ejemplar de trucha

saturday rap