31/5/12

જીવ જે બચી જાય છે

Esta misma mañana volvía de hacer unos trámites en el centro de la ciudad. Al salir de aquel horrible edificio, una atmósfera matutina se dejó caer sobre mi. El Sol apretaba fuerte y con insistencia; el viento de la mañana se sentía frío en la cara. Era el momento perfecto para dar un paseo. Me puse a andar por calles que no conocía, a subir y a bajar, siempre intentando hacerme un mapa mental aproximado de mi situación. En Barcelona viene siendo simple: lado norte o lado sur, lado montaña o lado mar. Al cabo de una hora el calor se hacía más intenso y decidí volver a casa. Llevaba 15 horas sin comer, de modo que decidí consultar google maps en mi teléfono para encontrar la parada de metro más cercana. Me paré en una esquina con sombra, junto a un edificio que parecía una catedral de piedra (seguramente no lo era). Y en esa misma esquina, me dio por mirar hacia abajo: había un pájaro marrón y blanco estampado contra el suelo. "Se habrá caído del edificio", pensé. Al segundo noté que el pájaro seguía respirando, de forma acelerada pero regular. Estaba vivo. Saqué de mi mochila una botella de agua mineral y la vertí sobre el animal: al contacto con el agua pareció despertarse súbitamente, haciendo intentos por incorporarse y salir volando. Pero parecía tener rotas las dos piernas, o al menos dañadas. Lo mismo parecía de una de sus alas, que sangraba ligeramente de un lado. Tras un par de intentos se dio por vencido, así que se quedó ahí, sentado en el suelo, mirándome. Parecía un "pájaro nuevo" como dicen los del campo, casi un pichón, pero no sabía determinar su especie. Lo que era seguro es que se trataba de un ave rapaz muy joven, su pico estaba claramente diseñado para mucho más que comer semillas y frutos.
Hice el amago de irme, pero empecé a pensar en las pocas posibilidades de sobrevivir que tendría el animal dado su lamentable estado. De modo que fui al paquistaní más cercano, compré una bayeta grande y pedí una bolsa de plástico para poder envolverlo y llevármelo (así amortiguaba su cuerpo y, dicho sea de paso, me aseguraba yo de no tener que cantar la de "bicho malo pillé"). Temía que al volver hubiera muerto, pero seguía vivo y resistiendo. Volví a consultar mi teléfono para localizar la clínica veterinaria más cercana, levanté al pájaro del suelo y caminé varias manzanas con él hasta llegar a mi destino. La gente se me quedaba mirando por la calle. Seguramente la imagen era curiosa, dado el contraste entre mi camisa de cuadros abotonada, mis pantalones "de raya" y el aspecto sucio, mojado y lamentable que tenía la rapaz. Mientras caminaba el pájaro tenía los ojos cerrados; la única señal de que estaba vivo era su respiración, que sentía yo en mis manos. De vez en cuando lo alzaba y lo miraba cara a cara para examinarlo; entonces abría los ojos, unos ojos grandes y negros, y me miraba sin miedo. En un par de ocasiones forcejeó para escapar de mis manos, lo que demostraba que aun le quedaban fuerzas. La segunda vez lo consiguió y, en lugar de salir volando como evidentemente era su intención, cayó al suelo dando un golpe seco contra la acera. Pero ahí seguía, respirando, con los ojos abiertos, como si el golpe no fuera nada. Lo volví a coger y en unos minutos llegué a la clínica. "Solo gatos y perros", se limitó a decir el hombre que estaba en recepción. Volví a localizar otra clínica cercana. Me atendió un señor con bata blanca que insistió en que el pájaro estaba casi muerto, a pesar de que le dije que le quedaban energías. "No merece la pena, hágame caso. Lo mejor es sacrificarlo". El pájaro seguía en mis manos con los ojos abiertos de par en par. ¿Cómo sacrificar a una criatura que rebosa vitalidad? No era posible. Le pregunté al hombre qué opciones tenía, dado que no quería atenderme. Me miró como si yo estuviera loco y me mandó al centro de especies exóticas. "Allí sabrán qué hacer con tu pájaro", dijo. 
El centro estaba lejos, así que cogí un taxi. Tras 15 minutos llegué. La taxista era una señora que escuchó lo que yo estaba haciendo y al final del viaje no aceptó mi dinero. "No te voy a cobrar por salvar a un animal", me dijo para mi sorpresa. Como ni siquiera sabía si llevaba suficiente para pagar el viaje, no insistí y me bajé tras darle las gracias. En el centro me encontré a una mujer joven con una bata verde que inmediatamente me hizo un presupuesto estimado: 28 euros por cada día de ingreso del animal hasta su total recuperación, unos 30 en medicamentos y unos 60 euros por una radiografía y otras "pruebas de imagen" que pudieran ser necesarias. Pensé en la criatura mirando con extrañeza un aparato de rayos x mientras era examinada. A punto estuve de aceptar, no era menester abandonar al pájaro después de más de una hora dando vueltas para salvarlo. Entonces me dijo que, dado que el animal no era mio, lo más normal es llamar al servicio de recogida de animales, que vendrían a recogerlo donde yo estuviera y le darían atención médica. Me pareció la opción más apropiada, de modo que busqué el número del centro en internet con el móvil (nunca me ha resultado más útil el dichoso cacharro) y esperé. Durante ese tiempo estuve con el pájaro en una zona de la calle entre el sol y la sombra; el frío podría haberle producido una bajada de tensión y el sol directo un golpe de calor, así que me pareció lo más correcto. En 20 minutos se presentó una muchacha joven que conducía una furgoneta llena de jaulas para perros, gatos y pájaros. Le dije lo que uno de los veterinarios me había propuesto (acabar con él) y su cara mostró una clara expresión de asco hacia aquel hombre. Con suavidad recogió al ave de mis manos y la metió en una jaula, asegurándome que se haría todo lo posible y que no se lo veía en tan mal estado. "Ahora mismo va directamente a una perrera, pero en seguida lo derivarán a un centro de aves", me dijo. Me vino a la mente la imagen del pájaro ahí en la perrera, entre ladridos, como un paria, esperando un nuevo destino.

Ignoro lo que ha sido del pájaro. Quizás a estas horas ya esté muerto; o quizás haya sobrevivido después de todo. Es mi predilección creer lo segundo, que se recuperará de sus heridas, que se convertirá en un ave cazadora grande y rebosante, que mientras viva llevará consigo la marca indiferente de unas manos anónimas que, en un momento dado, le salvaron la vida.

30/5/12

Gu-Güei


El concepto oriental de Wu-Wei, no-accion, inaccion, que en occidente es tan a menudo mal interpretado es crucial para aquellos que estan en el camino. Acerquemonos a su comprension usando el lenguaje mejor adaptado a los trabajos espirituales : El Sanscrito.

En Sanscrito tenemos las dos palabras :

akarma = inaccion
akarmakR^it.h = sin hacer nada
En la inaccion no hay esfuerzo, es natural. Al contrario, si pretendemos estar sin hacer nada, hay esfuerzo. Cuando la gente se sienta a meditar estan, en muchas ocasiones, tratando de no hacer nada. Y les resulta muy dificil, lo ven como algo inalcanzable. Y abandonan su practica. Cuando estamos inactivos, por el contrario, no hay esfuerzo ninguno. La inactividad viene tras un proceso de relajacion y abandono, no tras un proceso en el que intentamos imponernos a nosostros mismos algo, como la inmovilidad. La inmovilidad perfecta solo puede coexistir con una perfecta relajacion, con un perfecto abandono en el tao, en la providencia, en el fluir de las corrientes cosmicas. Se llega pues al Wu Wei, a la inaccion, a traves del camino de la relajacion y el abandono de si mismo. No se llega a traves del camino de la ciencia la moral o la religion o esforzandonos en algo. Simplemente relajacion y abandono en el tao.
Esto no significa inactividad. Si el tao requiere de nosotros una actividad cualquiera, por supuesto la realizamos. Y en accion, respetamos la no-accion.
La flor, durante la floracion esta en Wu Wei, no hace nada, simplemente es una flor, y florece.
Si la flor tuviera una mente similar a la humana comenzaria a preocuparse.y preguntarse : De que color seran mis nuevas hojas?. Podria acelerar mi proceso con un poco de fertilizante?. Donde venden el fertilizante?.
Cuanto cuesta?. Que dosis deberia emplear?. Sere mayor que la flor de al lado?.Este arbol de ahi no me gusta, como podria hacerlo desaparecer?. Etc, etc, etc.
Y empezaria a intentar estirarse para engrandecer sus petalos, y quizas aprenderia tai chi para favorecer su proceso de crecimiento.
El humano crea muchas mas entidades mentales que una flor. Y, dirige su actuacion de acuerdo con estas entidades mentales, en muchas ocasiones en una direccion diferente a la del fluir del tao en ese momento.
Esto genera karma. Es el pecado en nuestra tradicion judeo-cristiana. Si uno no actua de acuerdo con el fluir del tao, esta pecando. Y si uno trata de permanecer inmovil durante 40 minutos y el tao le requiere para danzar de alegria, esta pecando.
Por el contrario, cada vez que actuamos segun el fluir del tao, eliminamos karma. Lo borramos.
Hay que dejarse poseer por el tao y actuar segun su realidad y su fluir.
Hemos de ser como la flauta que ofrece su forma al viento para crear la melodia de la existencia.
La mayoria de las religiones institucionalizadas ofrecen versiones mas o menos comprensibles de esto.
La confesion de los cristianos no es la que borra el pecado. El pecado se borra una vez cumplida la penitencia impuesta por el confesor, si y solo si el confesor es un buen terapista y sabe aplicar una penitencia que elimine el karma generado con el pecado.
Pero, en lo que hemos dicho hasta ahora estamos todos mas o menos de acuerdo.exceptuando por supuesto a los fanaticos como cientificos, jerarquia religiosa, militares , politicos o burocratas. Algunos seres nunca entenderan que si bien en una mano cerrada cabe un puñado de arena, por una mano abierta puede pasar todo el desierto.

27/5/12




Enjoy yourself, it's later then you think
Enjoy yourself, while your still in the pink
The years go by, as quickly as a wink
Enjoy yourself, Enjoy yourself
It's later then you think


You work and work
For years and years
Your always on the go
You never take a minute off
To busy making dough
Someday you say, you'll have your fun
When your a millioniare
Imagine all the fun you'll have 
In some old rocking-chair


Enjoy yourself, it's later then you think
Enjoy yourself, while your still in the pink
The years go by, as quickly as a wink
Enjoy yourself, Enjoy yourself
It's later then you think


Your gonna take that ocean trip
No matter come what may
You got your reservations
But you just can't get away
Next year for sure you'll see the world
You'll really get around
But how far can you travel
When your six feet underground?


Enjoy yourself, it's later then you think
Enjoy yourself, while your still in the pink
The years go by, as quickly a as wink
Enjoy yourself, Enjoy yourself
It's later then you think


Get out and see the world...


You worry when the weather's cold
You worry when it's hot
You worry when your doing well
You worry when your doing not
It's worry, worry all of the time
You don't know how to laugh
They'll think of something funny
When they write your epitaph


Enjoy yourself, it's later then you think
Enjoy yourself, while your still in the pink
The years go by, as quickly as wink
Enjoy yourself, Enjoy yourself
It's later then you think

23/5/12

El monstruo de la Vía Láctea

retroceso

¿Por qué tras el estallido del efluvio comienza la decadencia?

La formidable hada de pétalos rosas no es de este planeta, por eso soñamos con ella y le damos forma con cuentos de fantasía.

En cada momento no dejamos de trabajar enlazando agujeros en una gran cadena que viaja entre las estrellas.

Pero algunos hablan del peligro de las autopistas.

De forma inesperada, dicen, te reclaman por teléfono y tienes que bajar al sótano. Aparecemos en una pasarela de muestras, con un abrigo nuevo último grito, no queda otra. Por delante, un paso estrecho flanqueado por fotógrafos hambrientos. Lucharemos por ser los más apuestos. El embuste de la colmena confirmará nuestro éxito premeditado.

¿Por qué tras la coronación del rey, éste anhela la apatía del súbdito?

Un patio de recreo eterno nos aguarda en los campos de centeno floridos, mucho antes del estallido y el efluvio. Nuestra motivación no es astilla de ningún palo, sino raíz centenaria. Somos mensajeros del correo aspado, víctimas de la inercia de los siglos y tenemos una misión. Nacer es retroceso, es despertar en una cuadra menguante llena de lazos en forma de horca que atrapan los tobillos. La vida certifica a la vida su crédito con bonos con valor de expectativa para pagar nuestras mochilas de cemento. El interés es alto, embarga la carne.

El formidable lobo gentil de mostachos afilados no es de este planeta, por eso soñamos con él y le damos forma con cuentos de fantasía.
 
Pero yo lo conozco, en su lomo viajamos todos hacia el sol agarrados de la mano...
hasta que suena el teléfono azul.

Es el sueño de un humano.

21/5/12

el equipo E

the bottle



See that black boy over there, runnin' scared
his ol' man's in a bottle.
He done quit his 9 to 5 to drink full time
so now he's livin' in the bottle.
See that Black boy over there, runnin' scared
his ol' man got a problem
Pawned off damn near everything, his ol'
woman's weddin' ring for a bottle.
And don't you think it's a crime
when time after time, people in the bottle.

See that sista, sho wuz fine before she
started drinkin' wine
from the bottle.
Said her ol' man committed a crime
and he's doin' time,
so now she's in the bottle.
She's out there on the avenue, all by herself
sho' needs help from the bottle.
Preacherman tried to help her out,
she cussed him out and hit him in the head with a bottle.
And don't you think it's a crime
when time after time, people in the bottle.

See that gent in the wrinkled suit
he done damn near blown his cool
to the bottle
He wuz a doctor helpin' young girls along
if they wuzn't too far gone to have problems.
But defenders of the dollar eagle
Said "What you doin', Doc, it ain't legal,"
and now he's in the bottle.
Now we watch him everyday tryin' to
chase the pigeons away
from the bottle.
And don't you think it's a crime
when time after time, people in the bottle.

19/5/12

պատահական թութակ

Esta mañana, volviendo de rutina del Mercadona con mi carrito de la compra de lunares blancos, paseaba yo relajado por la arbolada calle Perú. Dos grandes hileras de árboles en paralelo dominan cada lado de la calle; el resultado es como pasear por un inmenso túnel vegetal, con los árboles juntándose en lo alto y creando un ecosistema pajaril urbano inmejorable. De repente vi descender a un pájaro delante mía. Se veía más esbelto y de anatomía más afilada que otros pájaros, y lo que me llamó la atención es que era de color verde. Del mismo verde vivo de las hojas de los árboles, lo que creaba un efecto curioso. Me vino la imagen de una gran hoja de árbol alada que daba saltitos por el suelo, buscando comida en la tierra. Al acercarme más pude ver que tenía una especie de cresta y unos colores vivos  a la vez que sutiles en la cabeza. Sin más, el pájaro alzó el vuelo y lo perdí rápidamente de vista entre las ramas. Ya bien entrada la tarde, me encontraba tomándome una fresca y espumosa Estrella en la terraza de un Frankfurt bar en el barrio de Les Corts, al otro extremo de la ciudad. La mesa donde nos sentábamos yo y mi acompañante estaba justo debajo de una especie de variedad de palmera de tronco ancho y denso ramaje. En plena conversación, empezaron a caer una especie de semillas enormes y pesadas a nuestra mesa. Caía una cada 20 segundos pero, curiosamente, ninguna nos cayó en la cabeza. Era como si el árbol no quisiera hacernos un pequeño chichón. Miramos hacia arriba; de las ramas de la palmera salían auténticos racimos de un extraño fruto, de tamaño mediano y redondo. Estaban por doquier. En ese mismo instante, otro cliente sentado en la mesa de al lado empezó a quejarse al camarero. Le dijo "quita a ese bicho de ahí". No supe a qué se refería hasta que el camaro exclamó, "voy a por un palo. ¡Putos loros!" Entonces volví a mirar hacia arriba y ahí lo vi: el mismo pájaro que me había encontrado esta mañana. Esta vez estaba más cerca y le vi los detalles a la perfección: era, en efecto, un loro verde hoja. Sus rasgos "loriles" eran poco acentuados, como si estuviera a caballo entre dos especies. Posado sobre el árbol comía frutos compulsivamente, con fruición; hacía un ruido extraño, propio de un loro pequeño. Un ruido salvaje y muy adecuado para el manjar que estaba devorando. Con cada picotazo hacía caer frutos al suelo y a las mesas, hasta que llegó el garçon con un palo de escoba para echarlo de ahí. El hombre hacía amagos de darle con el palo pero el loro, firme en su intención, no se dejaba echar. Meneaba las alas a lo loco mientras hacía un sonido tosco, enfurecido, un sonido de evidente protesta.  Pero ante el peligro creciente decidió salir volando a buscar otro destino. Al ver mi asombro, mi acompañante me dijo que se habían escapado unos loros tropicales del zoológico y estaban por toda Barcelona. ¡Tremenda casualidad, ver a un loro dos veces en el mismo día! Pero no le di excesiva importancia. Al menos hasta llegar a casa, cuando decidí buscar información sobre el suceso: resulta que esos loros se escaparon del zoo hace 20 años y, con el tiempo, han ido poblando Barcelona poco a poco. Esto lo convierte en una casualidad que da que pensar, y me atrevería a decir que las enormes casualidades, las cuasiserendipias, se dan alrededor mío de forma cada vez más habitual.


18/5/12

carga tóxica

No somos debidamente conscientes de ello,pero en nuestros cuerpos se ha producido un cambio sin precedentes en la historia evolutiva.
El 100% de los habitantes de los países occidentales tenemos concentraciones de cientos sustancias tóxicas peligrosas, muchas de ellas de origen artificial.
Al respecto se han realizado análisis muy serios por parte de diversas instituciones científicas.
En España uno de los científicos que se ha ocupado más de este tema ha sido el epidemiólogo Miquel Porta que lamenta que la Administración española aún no se haya ocupado debidamente de monitorizar sistemáticamente esta cuestión en la población nacional.
Una de las cosas que más contribuyó a divulgar esta realidad fué una campaña del WWF en la que se encargó a unos laboratorios el análisis de la sangre de decenas de ministros, eurodiputados y otras personas de 17 países.
Se detectaron 76 productos tóxicos, persistentes y bioacumulativos, con una media por persona de 41 compuestos. Evidentemente el número de sustancias descubiertas depende de las que se busquen. En este caso se buscaron 101. En otro estudio de EE.UU. en el que se buscaron 210 se encontraron 167, con una media por persona de 91. Si se hubiese buscado con parámetros para detectar miles de sustancias se habrían encontrado centenares de esas sustancias.
Entre las sustancias detectadas han aparecido hexaclorobenceno, lindano, policlorobifenilos, dioxinas, DDT, ftalatos, compuestos perfluorados, endosulfán,… Sustancias sobre las que, con frecuencia, hay una nutrida literatura científica que las asocia a los más diversos posibles problemas sanitarios.
Son sustancias que llegan a nosotros a través de la dieta, del agua, del aire , a incluso a veces a través de cosméticos, perfumes, etc.
La creencia general es que esas sustancias están en nosotros a niveles “bajos” y que, por tanto, no cabe suponer que puedan generar efectos sobre nuestra salud.
Sin embargo, lo que la ciencia más avanzada nos dice, aplicando la mejor tecnologia de estudio, es que los niveles “bajos” producen efectos biológicos, a veces incluso más que los niveles más “altos”.
En otro artículo hablaremos acerca de estas cuestiones.



http://carlosdeprada.wordpress.com/

13/5/12

de profundiis

ragnarök






En un pequeño pueblo donde nunca pasa nada... un día el tiem-po-se-de-tu-vo. La perseverancia y la eficaz influencia de las estaciones se hicieron a un lado: cesó el calor... ni aparecieron las inevitables moscas. Un momento de intercambio, de viraje estacional, un escollo orbital cubierto de algodón, sin nubes, sin brisa.

Las gentes plegaron sus labios, miraron al cielo y temieron. Temieron por ellos, por sus familias, por sus tierras, sus hogares, descolgaron sus banderas, cerraron sus libros, quemaron sus credos, escondieron sus matrículas... apagaron sus vidas. Había llegado Ragnarock.

Los coloridos equipajes de los turistas desaparecieron. Una quinta estación, un pueblo perdido, uno más en el mapa del mundo, una ínfima barriada dejada de la mano del olvido. Ocurrió algo inesperado que a todos sorprendió por la extravagancia del inicio, y temerosos después por la certeza de su irreversibilidad echaron llave y se escondieron bajo mantas polvorientas en los rincones más oscuros de los desvanes: no era honroso ni inocente, nadie comunicó sus sensaciones, fueron directamente a guardar sus orgullos a los rincones más sucios y a las bodegas más oscuras. Conocían quizás el fatal desenlace. Solo quedaba pensar por el dolor. Empezó a silbar un viento rojo en las calles desiertas y tan sólo unas luces y humo de brasas dejaban constancia de que aún latían y respiraban algunos. Un hombre viejo, escondido solo en su casa, tapado con una manta junto al fuego sujetaba unas hojas secas y amarillentas:

"al fin el cielo abrió su boca. Nunca fue libertad, sino contrarreloj, nunca fue eternidad, sino un rato largo concedido a partir de un descanso, el que se toman los gigantes hasta su próxima fiesta. Ahora es cuando sirven todas las horas de desperdicio, nuestras artes e invenciones... fruto de la añoranza..., algo que ellos nos tomen en cuenta, que sepan valorar, que les inspire lástima de nosotros, pobres mortales caducos y enfermos... quizás a cambio de una prórroga. O aún no es tiempo para ello, o lo fue, o lo es, pero aún mantiene el interruptor sus telarañas."

Estos pensamientos, escritos en una hoja amarillenta que el anciano sostiene, se difuminan dando paso a una presentación lanzada desde el campanario de la iglesia en la plaza del pueblo, aunque no había oídos para escucharla:

Hola, me llamo tiempo y soy un ladrón.
Apaga la luz y verás mi segundero, 
me llevo tus latidos y prosigo 
en un resplandor incierto. 

Desde una colina lejana, avista un pastor al pueblo melancólicamente ocre, sumido en una oscuridad atrapada en mitad de un anillo de centellas. Atardece, y alrededor, a través de la campiña, empieza a surgir un cinturón de haces iluminado por un fulgor violento, acompañado del olor de la carne chamuscada de codorniz y de maíz asado, suena un terrible chirrido, como de gozne anticuado, un pico de bella bestia que se abre para aullar, para graznar, una falla mortal y burlesca... ¡Cruel, infame, injusto! ¡Por qué aquí! ¡Por qué a nosotros! ¡Por qué así! Eso lo dice otro hombre que, indigente, espera en la misma calle arrodillado. Quiere ser el primero en verlo y terminar sus días despierto, en tocarlo e irse para siempre, en intentar al menos mascullar un agradecimiento por lo ya vivido mientras se abrasa su piel, y su carne toda, y sus sustento entero.

"Sostenerse y caminar, para lamer el mar de llamas no necesito mis piernas, ni cuatro paredes, ni lugares, públicos o privados, al aire libre pido permiso, puente, museo, camino, horizonte, pabellón, oficina... ni cal ni ladrillo, ni huerto ni cerro, ni acero ni vidrio, solo ebrio de certezas". La tortura del que no está sino a la sombra de alguna especie de árbol que siempre da sombra, día y noche también, al abrigo de algo que nos separa del cielo y la tierra y el granizo que quebranta el más duro de los cráneos. No lejos de allí corre un labrador despistado sosteniéndose en un palo. El manejo y la herramienta. Lo alza, lo agita, suspira, traga saliva y pánico. Su alma se acaba de dispersar en miles de virutas de ceniza. El suspiro final que es posible solo al amparo del caos, donde las almas finas esculpen su aliento a la vista del fuego que se aproxima, ese que, nadie lo diría, surge de las noches de montaña, donde las hojas urden el plan último de las cosas...

y esa lengua invisible y helada que nace en las desiertas laderas, espacios sin tiempo, sin consciencia que ocupe, sin garganta que exclame arrebatada por la impresión... un error sin cuerpo que sin permiso se transforma en el fuego más violento, en la avalancha arrolladora que limpia la tierra de vergüenzas, la sublime ola fértil del volcán, vómito laxante que provoca la catarsis del hombre lombriz, la limpieza más agresiva de la piel y el pelo, la victoria de las hormigas sobre el obstáculo del sum, el eterno son que viajaba más lento que la luz, caído del cielo celeste, el icono que dio forma a nuestro pensar...

La hoja vanidosa cae del árbol cuando está viejo y no tiene qué perder. Con sagacidad piensan todos ellos, candidatos a perecer injustamente, pero todo está ya dispuesto y nada vislumbrado, a través de la niebla de la ceniza que han creado todos los manuscritos de las eras, llega al fin lo inimaginable ¿Dónde, de dónde? No es nunca futuro, el fin se presenta sin llamar y viene de un lugar muy remoto.

10/5/12

Pero si ya pagamos nuestros pasajes en este mundo
por qué, por qué no nos dejan sentarnos y comer?
Queremos mirar las nubes,
queremos tomar el sol y oler la sal,
francamente no se trata de molestar a nadie,
es tan sencillo: somos pasajeros.

Todos vamos pasando y el tiempo con nosotros:
pasa el mar, se despide la rosa,
pasa la tierra por la sombra y por la luz,
y ustedes y nosotros pasamos, pasajeros.

Entonces qué les pasa?
Por qué andan tan furiosos?
A quién andan buscando con revólver?

Nosotros no sabíamos
que todo lo tenían ocupado,
las copas, los asientos,
las camas, los espejos,
el mar, el vino, el cielo.

Ahora resulta
que no tenemos mesa.
No puede ser, pensamos.
No pueden convencernos.
Estaba oscuro cuando llegamos al barco.
Estábamos desnudos.
Todos llegábamos del mismo sitio,
Todos veníamos de mujer y de hombre.
Todos tuvimos hambre y pronto dientes.
A todos nos crecieron las manos y los ojos
para trabajar y desear lo que existe.

Y ahora nos salen con que no podemos,
que no hay sitio en el barco,
no quieren saludarnos,
no quieren jugar con nosotros.

Por qué tantas ventajas para ustedes?
Quién les dio la cuchara cuando no habían nacido?

Aquí no están contentos,
así no andan las cosas.

No me gusta en el viaje
hallar, en los rincones, la tristeza,
los ojos sin amor o la boca con hambre.

No hay ropa para este creciente otoño
y menos, menos para el próximo invierno.
Y sin zapatos cómo vamos a dar la vuelta
al mundo, a tanta piedra en los caminos?

Sin mesa dónde vamos a comer,
dónde nos sentaremos si no tenemos silla?
Si es una broma triste, decídanse, señores,
a terminarla pronto,
a hablar en serio ahora.

Después el mar es duro.

Y llueve sangre.




Pablo Neruda, Navegaciones y regresos

7/5/12


Me guió al chaparral desértico. Caminamos cosa de media hora y llegamos a una pequeña área circular libre de vegetación, un sitio de unos cuatro metros de diámetro donde el suelo rojizo estaba apisonado y perfectamente plano. No había, sin embargo, señas de que el espacio hubiera sido desmontado y apla­nado con maquinaria. Don Juan se sentó en el cen­tro, mirando al sureste. Señaló un sitio como a metro y medio de distancia y me pidió sentarme allí, dán­dole la cara.
‑¿Qué vamos a hacer aquí? ‑pregunté.
Tenemos una cita aquí esta noche ‑respondió.
Escudriñó los alrededores con rápida mirada, giran­do sobre su eje hasta hallarse de nuevo mirando al sureste.
Sus movimientos me alarmaron. Le pregunté con quién teníamos cita.
‑Con el conocimiento ‑repuso‑. Digamos que el conocimiento anda merodeando por aquí.
No me dio oportunidad de pensar en su críptica respuesta. Rápidamente cambió el tema y en tono jo­vial me instó a portarme con naturalidad, es decir, a tomar notas y hablar como hubiéramos hecho en su casa.
Lo que más presionaba mi mente en esos instantes era la vívida sensación que, seis meses antes, tuve de "hablar" con un coyote. Ese evento significaba que por vez primera fui capaz de visualizar o aprisionar, con mis cinco sentidos y en total sobriedad, la des­cripción mágica del mundo: una descripción en que la comunicación a través de palabras con los animales era asunto rutinario.
‑No vamos a ponernos a revivir ninguna expe­riencia de tal naturaleza ‑dijo don Juan al oír mi pregunta‑. No es dable que le des tal atención a los hechos pasados. Podemos tocarlos, pero sólo como referencia.
‑¿Por qué motivo, don Juan?
‑Todavía no tienes suficiente poder personal para buscar la explicación de los brujos.
‑¡Entonces hay una explicación de brujos!
‑Claro. Los brujos son hombres. Somos criaturas del pensamiento. Buscamos aclaraciones.
‑Yo tenía la impresión de que mi gran falla era buscar explicaciones.
‑No. Tu falla es buscar explicaciones convenien­tes, explicaciones que se ajustan a ti y a tu mundo. Lo que no me gusta es que seas tan razonable. Un brujo también explica las cosas en su mundo, pero no es tan terco como tú.
‑¿Cómo puedo llegar a la explicación de los brujos?
‑Acumulando poder personal. El poder personal te hará deslizarte con gran facilidad y entrar en la explicación de los brujos. La explicación no es lo que, tú llamarías una explicación; sin embargo, aunque no aclara el mundo ni sus misterios, los hace menos pavorosos. Ésa debería ser la esencia de una explicación, pero no es eso lo que tú buscas. Tú andas detrás del reflejo de ti y tus ideas.
Perdí el impulso de hacer preguntas. Pero su sonrisa me invitaba a seguir hablando. Otro asunto de gran importancia para mí era su amigo don Genaro y el extraordinario efecto que sus acciones habían surtido en mi. Cada vez que entraba en contacto con él, experimentaba distorsiones sensoriales de lo más, extrañas.
Don Juan rió cuando planteé mi pregunta.
-Genaro es estupendo -dijo‑. Pero no tiene sen­tido por ahora hablar de él ni de lo que te hace. Tam­poco tienes suficiente poder personal para desenvol­ver ese tema. Espera a tenerlo, y entonces hablaremos.
‑¿Y si nunca lo tengo?
-Si nunca lo tienes, nunca hablaremos.
‑Al paso que voy, ¿tendré alguna vez el suficien­te? ‑pregunté.
‑De ti depende ‑respondió‑. Yo te he dado toda la información necesaria. Ahora es responsabili­dad tuya ganar suficiente poder personal para incli­nar la balanza.
‑Habla usted en metáforas -dije‑. Hábleme claro. Dígame exactamente qué debo hacer. Si ya me lo dijo, digamos que lo olvidé.
Don Juan chasqueó la lengua y se acostó, con los brazos detrás de la cabeza.
-Tú sabes exactamente lo que necesitas ‑dijo.
Respondí que a veces creía saberlo, pero que la mayor parte del tiempo carecía de confianza en mi mismo.
‑Me temo que confundes las cosas ‑dijo‑. La confianza de un guerrero no es la confianza del hom­bre común. El hombre común busca la certeza en los ojos del espectador y llama a eso confianza en sí mis­mo. El guerrero busca la impecabilidad en sus propios ojos y llama a eso humildad. El hombre común está enganchado a sus prójimos, mientras que el guerrero sólo depende de sí mismo. Andas en pos de lo impo­sible. Buscas la confianza del hombre común, cuando deberías buscar la humildad del guerrero. Hay una gran diferencia entre las dos. La confianza implica saber algo con certeza; la humildad implica ser impe­cable en los propias actos y sentimientos.
‑He tratado de vivir de acuerdo con sus consejos ‑dije‑. Tal vez no sea yo lo mejor, pero soy lo mejor de mí mismo. ¿Es eso impecabilidad?
‑No. Debes ser aún mejor. Debes empujarte siem­pre más allá de tus límites.
‑Pero eso sería una locura, don Juan. Nadie pue­de hacer eso.
‑Muchas cosas que haces ahora te habrían pareci­do una locura hace diez años. Las cosas esas nunca cambiaron, pero sí cambió tu idea de ti mismo; lo que antes era imposible es ahora perfectamente posi­ble, y a lo mejor el que logres cambiarte por comple­to es sólo cuestión de tiempo. En este asunto, el único camino posible para un guerrero es actuar directamente y sin reservas. Ya conoces el camino del guerrero lo suficiente para desenvolverte bastante bien; pero te salen al encuentro tus malas costumbres.
Comprendí a qué se refería.
‑¿Cree usted que escribir es una de esas malas costumbres que debo cambiar? ‑pregunté‑. ¿Debo destruir mi nuevo manuscrito?
No contestó. Se puso en pie y se volvió a mirar el borde del matorral.
Le conté que había recibido una cantidad de cartas en las que diversas personas me señalaban el error de escribir acerca de mi aprendizaje. Citaban como pre­cedente el hecho de qué los maestros de las doctrinas esotéricas orientales exigían discreción absoluta con respecto a sus enseñanzas.
‑Capaz si esos maestros tienen el vicio de ser maes­tros ‑dijo don Juan sin mirarme‑. Yo no soy maes­tro. Yo soy solamente un guerrero. No sé en realidad qué es lo que uno siente como maestro.
‑Pero quizás estoy revelando cosas que no debería, don Juan.
‑No importa lo que uno revela ni lo que uno se guarda ‑dijo‑. Todo cuanto hacemos, todo cuanto somos, descansa en nuestro poder personal. Si tene­mos suficiente, una palabra que se nos diga podría ser suficiente para cambiar el curso de nuestra vida. Pero si no tenemos suficiente poder personal, se nos puede revelar la sabiduría más grande y esa revelación nos importaría un ajo.
Luego bajó la voz como si me estuviera revelando un asunto confidencial.
‑Voy a decirte algo que a lo mejor es la mayor sabiduría a la que uno puede dar voz ‑dijo‑. A ver qué haces can ella.
"¿Sabes que en este mismo instante estás rodeado por la eternidad? ¿Y sabes que puedes usar esa eterni­dad, si así lo deseas?"
Tras una larga pausa, durante la cual un sutil mo­vimiento de sus ojos me instaba a rendir alguna for­mulación, dije no entender de qué hablaba.
‑¡Allí! ¡La eternidad está allí! ‑dijo, señalando el horizonte.
Luego apuntó hacia el cenit.
‑O allí, o quizá podamos decir que la eternidad es así.
Extendió los brazos para señalar al este y al oeste.
Nos miramos. Sus ojos contenían una pregunta.
‑¿Y qué me dices de esto? ‑inquirió, animándo­me a meditar sus palabras.
No supe qué responder.
‑¿Sabes que puedes extenderte hasta el infinito en cualquiera de las direcciones que he señalado? ‑prosiguió‑. ¿Sabes que un momento puede ser la eternidad? Esto no es una adivinanza; es un hecho, pero sólo si te montas en ese momento y lo usas para llevar la totalidad de ti mismo hasta el infinito, en cualquier dirección.
Se me quedó mirando.
‑Antes no tenías este conocimiento ‑dijo, son­riendo‑. Ahora es tuyo. Te lo he dado, y sin embar­go no importa nada, porque no tienes suficiente po­der personal para utilizar mi revelación. Pero si lo tuvieras, sólo mis palabras serían el medio para que acorralaras toda tu totalidad, y sacaras la par­te que manda, de estos límites que la contienen.
Vino a mi lado y me tocó el pecho con los dedos; fue un golpe muy ligero.
‑Estos son los límites de los que hablo ‑dije Uno puede salir de ellos. Somos un sentimiento, un darse cuenta encajonado aquí.
Me palmeó los hombros con las manos. Mi cuaderno y mi lápiz cayeron por tierra. Don Juan puso el pie sobre el cuaderno y me miró con fijeza; lue­go rió.
Le pregunté si lo molestaba tomando notas. Dijo que no, en tono confortante, y apartó el pie.
‑Somos seres luminosos -dijo, meneando rítmica­mente la cabeza‑. Y para un ser luminoso lo único que importa es el poder personal. Pero si me pregun­tas qué cosa es el poder personal, debo decirte que mi explicación no lo explicará.

5/5/12

lm

tempore in media aetates



Afirma Juan Parrondo en la revista Investigación y Ciencia del pasado mes de agosto [2003], que en el medioevo se vivía en un mundo percibido y entendido de forma cualitativa. Cita Parrondo al historiador Alfred W. Crosby y su libro La medida de la realidad, en la que éste describe dicho mundo cualitativo medieval y la transición a lo que él denominaba “pantometría”, la obsesión por medir, por convertir en número cualquier aspecto de la realidad.

Así, el hombre medieval percibía el tiempo de un modo muy distinto al nuestro. El tiempo histórico estaba jalonado por grandes acontecimientos como el diluvio universal o la vida de Jesucristo, es decir, no se basaba en cronologías exactas. Era más un escenario que una línea de acontecimientos. Respecto al tiempo cotidiano, éste era también bastante cualitativo y lógicamente teocéntrico. Lo único que marcaba ciertos intervalos de forma pública eran las campanas de los monasterios, que indicaban las horas canónicas: maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas. En dichas horas canónicas se recitaban las partes del breviario, deviniendo así las horas canónicas en oraciones vocales de rigen monástico, que debían ser cantadas o recitadas por todos los miembros de las comunidades obligadas a coro.

Evidentemente, cada monasterio adaptaba las horas canónicas a su particular acomodo y como ejemplo, cita Parrondo la etimología de la palabra inglesa noon, que hoy día denota las doce del mediodía, pero cuyo origen se encontraría en la citada hora nona, situada habitualmente entre las dos y las tres de la tarde. Sin embargo, con el tiempo la llamada a nonas se fue adelantando, debido probablemente al hambre de los monjes… Los períodos de tiempo menores de una hora, como la duración de la cocción en una receta, se medían mediante fórmulas tan curiosas como el rezo de un credo para un huevo pasado por agua. Mas héte aquí que entre el periodo de 1250 a 1350, todo fue cambiando paulatinamente. En este breve intervalo de tiempo se desarrolló más la polifonía y se inventaron el reloj mecánico, el cañón y probablemente la perspectiva y los libros de contabilidad. Inventos que ofrecían una imagen cuantitativa de la realidad, esto es, habíamos entrado en la “pantometría” de Crosby…

Para finalizar quisiera ofrecer al lector una clasificación de las horas canónicas, citada por Humberto Eco, al comienzo de su magistral novela El nombre de la rosa, y basada en el libro de Édouard Schneider, Les heures bénéctines (París, Grasset, 1925): Así, para el monasterio de El nombre de la rosa, regla de san Benito, ubicado al norte de la Italia actual, en donde a finales de noviembre el sol sale sobre las 7,30 y se pone alrededor de las 4,40 de la tarde, la clasificación queda como sigue:
a) Maitines (llamadas también Vigiliae en la antigüedad). Entre las 2,30 y las 3 de la noche.
b) Laudes (en la tradición más antigua se llamaban Matutini). Entre las 5 y las 6 de la mañana, concluyendo al rayar el alba.
c) Prima. Hacia las 7,30. Poco antes de la aurora.
d) Tercia. Hacia las 9.
e) Sexta. Mediodía.
f) Nona. Entre las 2 y las 3 de la tarde.
g) Vísperas. Hacia las 4,30, al ponerse el sol (la regla prescribe cenar antes de que oscurezca del todo).
h) Completas. Hacia las 6 (los monjes se acuestan antes de las 7).

El propio Eco reconoce, al igual que Parrondo y Crossby, que lo más probable es que en el s. XIV no se respetasen con absoluta precisión las indicaciones que san Benito había establecido para la regla, dado que era frecuentísimo que según la localización y la época del año, las horas canónicas se adaptasen a cada caso particular. Volvemos así al concepto del tiempo cualitativo con el que comenzábamos el artículo…

Francisco Rosillo Donado-Mazarrón. Año del Señor de 2003. Hora sexta. N. de. E. En catalán perviven otras muestras de estas horas medievales: matí (mañana), vespre (atardecer), nona (sueño). Por no hablar del castellano siesta…



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4/5/12

filosofía para ranas (2/3)




Y el amor... ¿qué es el amor?

Veamos,

Así como la relación entre las fuerzas dinámicas y el miedo, el amor capital es asimismo una fuerza dominadora encubierta (en el sentido en que tiende a ocupar un espacio vacío). El amor puede verse como la capacidad y el derecho de un ente para poder ejercer influencia sobre otro u otros, ya sea de tipo protector, consejero, dirigente, afectuoso e incluso coercitivo.

Por lo tanto, el miedo al amor es la reserva a verse bajo los influjos de este tipo de dominio (lo cual no hace sino incrementarlo) en cualquiera de estas variantes, una reserva que surge desde el deseo a la libertad, al temor a verse inmerso en una espiral de dicotomías y laberintos emocionales, lo cual se torna igualmente peligroso, pues un ser humano encuentra numerosas contrariedades en el momento en que intenta ser realmene libre, ya que posee, de forma natural e inherente, un sentimiento de obediencia que satisfacer.

Obedecerse a sí mismo es un asunto espinoso y de tergiversaciones autoinducidas que pueden llevar, en el peor de los casos, a la contradicción (lo que en algunos campos se denomina locura). Así pues, los hay que, o se obedecen a sí mismos (egocentrismo), o al orden superior material (el Estado, sociedad), o a un orden superior invisible (ética, norma divina) o, en la gran mayoría de los casos, a una especie de amalgama de las tres en las que el tercero protege y avala al segundo y éstos, a su vez, pasan a formar parte de la identidad del primero. De ahí que la fe/creencia/convicción cobre tanta importancia, siendo un factor clave a la hora de la decantación instintiva de satisfacer esta necesidad de obediencia.

El amor material ata/pega, lo cual puede ser beneficioso o perjudicial, al depender siempre de la intensidad y el alcance del haz y del objeto/destino del amor (la cuerda de Beltz) en una circunstancia concreta. Podemos deducir pues que, para juzgar si el instinto ha obrado correctamente, hay que determinar sobre qué fuerza yacen los ojos del haz amoroso y qué motivación real pulsa bajo sus obras (en el caso de ir más allá de la mera ocupación de espacio vacío que ya hemos mencionada y que no puede existir entre los entes).

Por otra parte, el amor no material puede adquirir diversas formas. Tanto es así, que el vínculo que subyace, la esencia de cada relación abarca un espectro espectacular que podría decirse que es diferente para cada caso. En contraste con esta diversidad de manifestaciones, existe un sentimiento que es fuente del amor en todas sus formas. Es una fuerza que vincula a los humanos porque es precisamente de éste sentimiento de donde surge todo este amor. Hablamos del llanto. El llanto es la fuente, el origen del amor y una de las formas de vínculo más puras que nos diferencia de los animales. El llanto sin llanto, el llanto que surge de un arrepentimiento puro de la materia, que renace de la montaña sagrada para volver a fluir de la mano, gota a gota, por el río de la avenencia y la concordia.  



K. beltz



Nota: el texto anterior es fruto de largas horas de aburrimiento. Se trata de una serie de meras divagaciones y aparentes opiniones personales del autor. Aunque la intención del escrito es intentar emular el antiguo estilo retórico de las filosofías clásicas, en absoluto pretende representar la verdad absoluta de todas las cosas y mucho menos invitar a la discusión, ya que estaría dando a entender que estoy dispuesto a defenderlo a capa y espada como idea propia. Se trata de una simple diversión, así como de un sano entrenamiento cerebral.